Capítulo 044

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Aunque la idea era atacar a Ignacio rápidamente, la reacción favorable de Federico hizo que Diana sopesara mejor las opciones. Saberlo estable y fuera de peligro, la devolvió a un lugar neutral y objetivo y aunque “su periodista” seguía sin abrir los ojos ni hablar, podía darse a entender con sus manos y de a poco, eso mejoraría. Según el parte médico, la consecuencia más grave de la golpiza de la que fue víctima Fede, era una gran inflamación en su cerebro que le afectaba las áreas del habla y parte de su motricidad: a medida que dicha inflamación cediera, él iría recuperando sus capacidades normales y nada indicaba que fuera a tener secuelas. Los demás problemas que le provocó “el accidente”, estaban subsanando a la perfección. Diana se la pasaba a su lado, apenas si salía del cuarto para ir a cambiarse y darse un baño: no hubo poder humano que la convenciera de dormir en su casa, incluso Carmela le ofreció la suya que estaba sólo a unas cuantas calles de la clínica, pero nada movió a Diana de allí, quería estar junto a Fede antes que lo llevaran a Mérida. Con respecto a la situación que tenía con Jacob, Diddy optó por mantenerlo al margen de los avances de su novio. No porque sospechara que su amigo pudiera hacerse algo malo a Federico, sino, más bien, para evitar “malas vibras”. Algún tiempo más tarde, recordando esta decisión, agradecería a Dios haberla tomado: para Jacob, Federico seguía en coma y para el resto de los ajenos, había muerto junto a Bruno.

La realidad era que en pocos días, el periodista sería traslado a Mérida y allí su hermana, Nicolás, María y un especialista recomendado por Diego y de absoluta confianza, se encargarían de cuidarlo y rehabilitarlo.

Lo que Diana más deseaba era poder hablar con su gran amor antes de la partida, pero, por el momento, eso parecía imposible…

Esteban seguía internado y a pesar que la cirugía que le practicaron fue exitosa, a cada rato le aparecía alguna nueva complicación en su cuadro y eso lo mantenía en jaque.

Vince e Ignacio, llegaron a un nuevo arreglo, pero el norteamericano le advirtió a su socio que de no cumplir esta vez, no habría más plazos…

Bruno, por su parte, tuvo una cristiana sepultura y una conmovedora despedida por parte de su familia, amigos y colegas. Los supuestos  “restos” de Fede, fueron cremados y lanzados al mar por sus padres y hermana: debían guardar las apariencias aunque ninguno tuviera ni idea de la verdadera razón por la que su hijo tenía que hacerse pasar por muerto. A los Quiroga, lo único que les importaba era que su muchacho se pusiera bien y si para lograrlo había que hacer eso y más, se haría sin cuestionamientos, la vida de Federico era invaluable, sobre todo para su padre que a raíz de todo lo sucedido, comenzó a entender lo mal que se había comportado con su hijo y agradecía a Dios tener la chance de enmendar las cosas.

Los días pasaron con pasividad y una semana después de los “funerales”, las novedades fueron llegando…

Pedro y Florencia volvieron de Las Vegas y anunciaron su flamante matrimonio. Ignacio, lo celebró porque de ese modo, el préstamo que los Irachuspe le habían hecho, ya no pendía sobre su cabeza como antes, o, al menos, eso creía. En cambio, Estella no lo pudo tolerar. Excusándose en las formas inadecuadas del proceder de los muchachos, se enfureció. La verdad era que ella no podía quitarse a Pedro de la cabeza y saberlo su yerno y verlo tan obviamente enamorado de la “insulsa” de su hija, le revolvía el estómago y las tripas. Algo iba a hacer, pero que los separaba, LOS SEPARABA. La familia del flamante esposo, por el contrario, se alegró sinceramente con el matrimonio y los recién casados, en primera instancia, se instalaron en la casa Irachuspe, ya que el departamento de soltero de Pedro, no le parecía a él, que fuera acorde a su esposa: Florencia era una reina y debía vivir como tal.

Esteban fue saliendo de las distintas crisis y se encontraba estable. Cuando su hermana se enteró de lo que le había pasado, corrió a verlo, pero al estar frente a frente con él, la muchacha de alma noble y corazón de oro, sólo pudo entender que “algo había hecho” para tener semejante destino. Se compadeció de su hermano, pero Esteban ya no era para ella el gran hombre intachable como lo había sido toda su vida. Al mayor de los hijos Pereyra, más que los golpes, las cicatrices y las heridas, le dolió darse cuenta que había perdido a su hermana, el único y verdadero amor que realmente había sentido en la vida. Cuando Florencia dejó la habitación de la clínica, Esteban no pudo evitar llorar.

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