Capítulo 023

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En el trayecto a su casa, Esteban conversaba con su madre acerca de Carolina.

ESTEBAN: ¿Eso te dijo?

ESTELLA: Tal cual, no confía en ti. ¿La puedes culpar?

ESTEBAN: La verdad que no. ¿Qué hago?

ESTELLA: Ya veremos, hijo. Déjame tratarla más a fondo y ver qué le descubro. ¿Te gusta mucho, no?

ESTEBAN: Como ninguna otra me gustó jamás.

ESTELLA: Es bueno saberlo, porque esa mujer tiene que ser para ti, tienes que casarte con ella.

ESTEBAN: ¿Casarme?

ESTELLA: Si, Esteban, casarte. Carolina no es una de las gatas con las que andas, es la única digna de ser tu esposa. Ya después si la engañas con una o con mil, mientras lo mantengas en secreto, será tu problema…

Ignacio, ya en su casa, se había encerrado en su despacho e iba por su tercer whisky cuando Carlos, su socio y único confidente real, llegó a verlo.

CARLOS: ¿Qué te pasa? (Se sirvió un poco de alcohol para él)

IGNACIO: Lo mismo de siempre y no se hasta cuándo podré resistirme…

CARLOS: (Se sienta) La mujercita esa… Si que te trae loco. (Sonríe)

IGNACIO: No hagas ese gesto, porque si, estoy perdiendo la cabeza…

CARLOS: Mientras no pierdas la objetividad, no hay problema, Ignacio.

IGNACIO: ¿De qué hablas?

CARLOS: Seamos sinceros, Nacho. Esa tipa está tan buena que raja la tierra y cualquiera pierde la cabeza por ella, pero tú, no eres de los que se quedan con las ganas.

IGNACIO: Sigo sin comprender.

CARLOS: Lo que digo es que espero que tus “urgencias” no sean más fuertes que tu compostura y termines por forzarla.

IGNACIO: Eso no, obligar a una mujer no sirve, no me excita, no me llena…

Diana observaba a Federico con cautela de no ser sorprendida. Tuvieron que armar una entrevista convincente para que se pudiera comprobar como real la coartada que el periodista le había dado a Esteban y se encontraba dándole los últimos retoques a la misma, sin darse cuenta que la mujer que estaba sentada del otro lado del escritorio, lo desvestía con la mirada… Una vez terminada la charla sobre el nuevo proyecto de Pereyra e hijo, Federico fue directamente al punto que realmente lo había llevado hasta ahí.

FEDERICO: ¿Me vas a decir por qué demonios desapareciste así y no me contestas los llamados ni mails, ni mensajes de texto?

DIANA: (Se hubiera tirado encima de ese hombre y le hubiera hecho de todo, lo deseaba como nunca, pero debía tener mesura y no rendirse a sus ganas) Creo que el silencio habla por si solo, Federico. No se a qué viene semejante puesta en escena.

FEDERICO: No seas ridícula, bien sabes que entre nosotros hay más que sexo.

DIANA: (Cruzaba las piernas para reprimir lo que sentía y lo que su cuerpo le estaba pidiendo a gritos) No es así, no para mí, por lo menos…

FEDERICO: ¿Ah no? Para ti, lo que fuera que había entre los dos, ¿se terminó?

DIANA: ¿Qué más quieres que pase Federico? Ya hicimos de todo, en todas las posiciones y por todos los ángulos…

FEDERICO: (Larga una carcajada) No seas mentirosa, sabes perfectamente que ninguno de los dos está satisfecho y te repito, lo que hay aquí (Señala en medio de los dos) es más que sólo sexo.

Doble VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora