Capítulo 029

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Diana estaba rendida ante sus sentimientos, se dejó llevar por el inmenso amor que latía en su interior y decidió no pensar más. Disfrutó plenamente de los besos y de todas las caricias que Federico le ofrecía. Las cosas se fueron calentando y ahí ella puso un freno.

DIANA: Espera, Fede, por favor…

FEDERICO: (La acariciaba con una ternura infinita) ¿Qué tienes, mi amor? ¿Qué es eso que no te deja dejarte llevar por lo que sentimos? No voy a lastimarte, Diana, yo te a…

DIANA: (Lo silencio con un besito suave) No lo digas…

FEDERICO: Es lo que siento y lo sabes perfectamente.

DIANA: Lo se, pero no quiero oírlo.

FEDERICO: ¿No quieres o no te animas?

DIANA: No me animo.

FEDERICO: ¿POR QUÉ?

DIANA: Porque no puedo responderte, Federico, lo siento…

FEDERICO: (Le toma el rostro y la mira fijamente, le besa la frente) No necesito que me respondas.

DIANA: ¿No?

FEDERICO: No, Diana. Deseo que lo hagas, no te voy a mentir, pero lo que realmente me hace falta, es decirte esto que me está quemando el alma, hermosa. TE AMO, Diana, TE AMO y siempre voy a hacerlo, aunque tú no lo quieras y te resistas a mi.

Diana se moría por decirle que ella lo amaba igual, que sin darse cuenta le entregó su alma y su corazón, que ese amor era lo que había soñado sentir toda la vida y que ese hombre que estaba a su lado era lo más puro y divino que Dios le había puesto en el camino. Federico era el amor de su vida y se mordió los labios para no reconocerlo frente a él.

Sin embargo, escucharlo decirle esas mágicas palabras le dio el valor necesario para contarle su verdad, esa verdad que la atormentaba, pero antes de la confesión, necesitaba sentirlo en ella, necesitaba sentirlo suyo y que Fede le hiciera el amor como sólo él podía hacerlo. Lo besó intensamente, incitándolo y no le costó demasiado, porque el periodista se quemaba por dentro, consumido en el deseo de poseerla…

DIANA: Hazme el amor, ayúdame a olvidarme de todo y a pensar sólo en ti, en tus besos, en tus caricias, en tu cuerpo. Siento que en tus brazos el dolor desaparece y sólo quedamos tú y yo.

El hombre no dijo nada, comprendió que ese pedido era la única forma que Diana encontraba de darle entender lo que su boca se callaba.

La rodeó con sus grandes brazos y la acercó hacia su propio cuerpo, para que ella sintiera que ahí podía reposar sin miedos. Se besaron con suma intensidad, a medida que fueron acomodándose en el sillón. Diana se sentó sobre Fede y comenzó a quitarle el suéter. Él, por su parte, iba bajándole el cierre de la pollera con tranquilidad y acariciando la piel que iba quedando al descubierto. Cuando su mano rozó aquella cicatriz, los sucesos recientes se agolparon en su mente y se detuvo sin darse cuenta. Diana lo miró extrañada.

DIANA: Fede, ¿qué pasa?

FEDERICO: (Sus ojos se encontraron con esos otros ojos verdes que lo atravesaban y comprendió de golpe, todo el dolor que esa mirada maravillosa escondía. La abrazó fuertemente) Pasa que te amo y que quiero ser quien sane todas tus heridas.

DIANA: ¿Qué?

FEDERICO: Diana, no me importa tu pasado, de dónde vienes o qué te sucedió. Lo único que tiene relevancia para mi es hacerte feliz hoy y el resto de nuestras vidas. Si tu pasado te duele, te lastima, déjame curarte, mi amor…

DIANA: ¿Podrías soportar cualquier pasado?

FEDERICO: (Aún antes de saber la verdad, la respuesta sincera era “SI”) El que sea, no existe pasado que haga que no te desee en mi futuro, eso es AMAR.

Doble VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora