Capítulo 015

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CUATRO AÑOS ATRÁS…

Diana jugueteaba nerviosamente con la servilleta entre sus dedos. Martín, Caro y Eugenio no sabían qué hacer o qué decirle para que se tranquilizara. La espera se le hacía eterna. Un hombre de pelo cano y sonrisa amable, sincera y noble, se paró frente a su mesa y susurró con mucha dulzura…

NICOLÁS: ¡Niña Julieta!
DIANA: (Levantó su mirada y se encontró con otra que la observaba llena de amor y cariño y que, en un segundo, la transportó a un pasado que, en algún momento, fue feliz) Nicolás…

Diana se puso de pie y con sus hermosos ojos verdes llenos de lágrimas, abrazó al hombre que fue como un abuelo para ella y un padre para sus padres. El abrazo fue largo, emotivo. Nicolás tomaba el rostro de “su niña adorada” y no podía creer que la tuviera en frente y convertida en una mujer. Diana, por otro lado, lo recordaba con su pelo negro y su barba larga y, aunque el hombre que tenía en frente difería mucho del que vivía en su memoria, la mirada de aquel señor, no había cambiado nada.

NICOLÁS: ¡Niña mía, estás hermosa!
DIANA: ¡Nicolás! (Se lanza nuevamente a los brazos de aquel hombre, sin poder contener un llanto que llevaba años ahogándola por dentro) ¡Mi abuelito del corazón!
NICOLÁS: (La abrazaba fuertemente, conteniéndola) ¡Si, mi niña, soy yo! (Miró a los tres testigos que estaban sumadamente conmovidos con la escena)
DIANA: (No podía dejar de llorar) ¿Y mi nana? ¿Y Lizzy?
NICOLÁS: (Secaba las lágrimas del rostro de Diana como podía, porque eran muchas) Están afuera, pero antes de que las veas, quería que habláramos un poco.
DIANA: Si, claro.
NICOLÁS: (Volviéndose para hablar con Eugenio) ¡Doctor, qué gusto verlo!
EUGENIO: (Se pone de pie y le da un apretón de manos y un abrazo) ¡Nicolás, lo mismo digo! (Se sueltan) Este es mi hijo Martín.
MARTÍN: (También se pone de pie) Señor, qué gusto conocerlo.
NICOLÁS: Lo mismo te digo, muchacho. (Se dan la mano)
DIANA: (Un poco más calmada) Y ella es Carolina, mi mejor amiga.
NICOLÁS: Señorita, mucho gusto.
CAROLINA: (Se dan la mano) Igualmente, Don Nicolás.
EUGENIO: ¿Nos sentamos?
DIANA: ¡Déjame volverte a abrazar! (Se hunde en el pecho de Nicolás y su congoja era tanta y tan grande que debieron esperar varios minutos para que se tranquilizara y pudiera sentarse)
EUGENIO: Mi hijo y Carolina saben todo, puedes hablar con confianza.
NICOLÁS: Está bien. (Mira a Diana, que estaba sentada a su lado y le besa la frente) Les quiero contar cómo están las cosas con Elizabeth.
DIANA: Habla, abuelo, por favor.
EUGENIO: Diana, hija, tranquila.
MARTÍN: (Agarra las manos de Diana y las estrecha con fuerza, para darle ánimos) Hermanita, no estás sola y no lo vas a estar nunca, ¿si? Respira profundo y cálmate.
DIANA: (Martín tenía un efecto muy poderoso en ella, sólo él tenía la capacidad de contenerla sólo con una mirada) Tienes razón. (Respira profundamente)
EUGENIO: Cuéntanos, Nicolás.
NICOLÁS: Al principio, Lizzy tenía pesadillas recurrentes y estaba con un shock muy grande. Apenas me acomodé con María y comencé a trabajar con Fidel, la llevamos a una psicóloga, que de a poco, pudo sacarla de ahí. Hoy es una adolescente normal y lleva una buena vida…
DIANA: Hay un pero, ¿no?
NICOLÁS: Aún tiene pesadillas y algunas de ellas son muy nítidas.
DIANA: O sea que no está del todo en cero. Quiero decir, que algo recuerda.
NICOLÁS: Tiene imágenes del día de la explosión y si, recuerda a sus padres y a ti, Julieta, estás grabada en su memoria.
EUGENIO: ¿Cómo? ¿Pregunta por su prima o qué?
NICOLÁS: No está segura de quién es la niña que aparece en sus sueños, pero sabe que es alguien importante para ella.
DIANA: ¿Y cómo han manejado eso?
NICOLÁS: En su momento, la psicóloga nos recomendó decirle que era alguien que su imaginación le regalaba porque no tenía hermanas o algo así Y hasta hace unos años, eso funcionó, pero de un tiempo a esta parte yo se que ya no lo cree, aunque no me lo diga.
DIANA: Ella sabe quién es esa niña de sus sueños.
NICOLÁS: Yo creo que si. Mi niña, ten mucho cuidado con cómo le hablas. Lizzy sabe que su pasado esconde un gran secreto y ha esperado pacientemente este día, porque así se lo pedí.
CAROLINA: ¿Se lo pidió? Perdón que me meta, pero no entiendo eso.
NICOLÁS: Muchas veces Lizzy quiso saber y yo le dije que el día de la verdad, estaba llegando y que no era yo quien debía contarle. Elizabeth es buena, inteligente y supo comprender mi silencio.
DIANA: ¿Con qué excusa la trajiste?
NICOLÁS: Con ninguna. Ella sabe que hoy sus preguntas van a ser respondidas, Julieta.
DIANA: (Se impacienta) ¡Qué venga, por Dios tráela de una vez!
NICOLÁS: En este momento la voy a buscar… (Se pone de pie y se va)
EUGENIO: Nosotros te dejamos a solas con tu prima, hija. Nos vamos a quedar en la mesa que está allá (Señala la mesa junto a una ventana opuesta a donde estaban ahora).
MARTÍN: Por lo que sea, nos das una señal y venimos.
CAROLINA: ¡Amiga! Tranquila, corazón. Ella va a estar bien y tú también.
DIANA: Lo se, lo se…

EN EL PRESENTE…

La tarde en el parque era fabulosa. Carmela sintió simpatía instantánea por Diana y Caro y estaban hablando de algunas travesuras de Lola, cuando la niña gritó desaforadamente por tercera vez.

LUCIANA: (Corriendo hacia él) ¡Tío Bruno!
BRUNO: (Levantando a la niña) ¡Hola, piojo! ¿Cómo estás?
LUCIANA: Muy bien, mírame (hace alarde de su vestido de princesa) ¿Te gusta?
BRUNO: Está precioso, igual que tú.
FEDERICO: (Acercándose a los dos) ¡Compadre, hasta que te muestras!
BRUNO: Perdón por la demora, pero Aldo me pidió que fuera a la redacción.
FEDERICO: ¿Hoy?
BRUNO: Si, (deja a la niña en el suelo). Por unas fotos, pero después te cuento. Ahora quiero darle un regalo a la princesa piojo.
LUCIANA: ¿Qué es, tío?
BRUNO: (Le da un sobre) Abre el sobre y dímelo tú.
LUCIANA: (La niña saca el contenido del sobre, lee la tarjeta y abre los ojos de par en par) ¿Es en serio?
BRUNO: ¿No era eso lo que querías?
LUCIANA: Si, pero, ¿cómo lo supiste?…
BRUNO: Me lo dijo un pajarito…
LUCIANA: ¿Papá? ¿Tú le contaste?
FEDERICO: A mi no me mires que yo no fui.
LUCIANA: ¿Y cuándo, tío?
BRUNO: Cuando termines el colegio, por supuesto.
LUCIANA: Le voy a contar a mamá… (Da la vuelta y llega el cuarto grito de la tarde) ¡¡MAMÁ!!!
BRUNO: (Sonriendo) ¿Tú cómo has estado?
FEDERICO: (Le brilla la mirada) Si miras hacia el quincho, tendrás tu respuesta.
BRUNO: (Ve a Diana y a Caro) ¡No me digas que te llamó!
FEDERICO: ¡Anoche y es una mujer indescriptible, hermano!
BRUNO: Se nota que hizo magia contigo, mírate la expresión.
FEDERICO: Ven, vamos.
LUCIANA: ¡Qué felicidad, mamá! ¿Cuándo terminan las clases?
BRUNO: (Llegando al quincho) Buenas tardes.
DIANA: ¡Hola, Bruno! ¿Cómo estás? (Se saludan amigablemente, se habían caído muy bien)
BRUNO: Chocando gente… (Se ríen) ¡Carolina, qué gusto verte!
CAROLINA: Lo mismo digo.
CARMELA: ¡Compadre!
BRUNO: ¡Comadre!
LUCIANA: ¡Tío, gracias! (Se le tira encima y lo llena de besos y se va con sus amiguitos)
DIEGO: ¿Qué le regalaste?
BRUNO: Una tarjeta.
DIEGO: ¿Y eso la puso así?
CARMELA: No, amor, es el contenido de la tarjeta. Mira (Se la da a Diego)
DIEGO: (Lee en voz alta) ¡Nos vamos los tres a Disney!
CAROLINA: ¿Los tres?
CARMELA: Federico, Bruno y Lola.
DIANA: A eso le llamo yo, un buen regalo, Bruno.
DIEGO: Lleva años queriendo conocer Disney, ¡te pasaste!
CAROLINA: Supongo que todos los niños, o al menos, la gran mayoría desea eso.
BRUNO: Es cierto. (Sin que los demás se dieran cuenta y con un gran disimulo, Fede y Diddy hacen el gestito de “estás en lo cierto” y se sonríen mutuamente)

Doble VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora