Cuna de Piojos

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La ciudad moderna estaba plagada de zombis, sin embargo la parte antigua parecía estar cerrada. Cristina subió la cabeza tapándose los ojos del sol.

—¡Allí hay gente!—dijo señalando la muralla.

Corrieron hasta una de las puertas y empezaron a aporrearla.

—¡Abridnos por favor! ¡Necesitamos ayuda médica!

La puerta no tardo en abrirse e inesperadamente, todo aquello estaba lleno de personas, tantas que no pudieron contarlas.

Un chico blanco, normalito y flacucho llegó hacia ellos suspirando y exhalando aire.

— ¿Quien es la herida? ¿Tu?—dijo cogiendo a María—Que alguien venga conmigo, rápido, la llevaremos al hospital.

Ben la acompañó hasta el hospital en una camilla que el chico flacucho y blanco les había traído.

—Hola, nosotros somos...—pero Cristina fue interrumpida por el chico flacucho, pero no le importó porque se veía que estaba nerviosito.

—Por favor, seguidme.

El grupo fue llevado por las calles de la Ciudad Esperanza hasta un gran edificio que tenía una mezcla egipcia y árabe, con grandes salas, columnas y espacios abiertos. Tal vez fuera un alcázar, quizás nunca lo sabrían.

Llegaron a una sala donde tres personas estaban sentadas en tres grandes sillas de piedra: una chica blanca y con el pelo negro, un asiático y un hombre calvo y blanco.

—Estos son los nuevos, señora—dijo el chico flacucho.

De repente entró en la sala un chico con un arco y flechas en la espalda, castaño claro, con camiseta de leñador y botas sucias.

— ¿Quiénes sois?—preguntó el hombre calvo.

—Venimos de Elisian—dijo Marta dando un paso hacia delante.

—Nuestro hogar fue destruido por los zombis y nuestra amiga herida—concluyó Cristina con cara de pena.

Los tres se miraron, indecisos, hasta que fue el hombre calvo quien se levantó de su asiento mientras sonreía.

— ¡Sois bienvenidos a la Ciudad Esperanza!—dijo alzando los brazos—Pero tendréis que trabajar duro, no queremos vagos. No os preocupéis, os asignaremos un trabajo y una casa. Vuestros días de penurias han terminado.

—Podéis llamarme Hacha—dijo la chica sonriendo, aunque se notaba que lo hacía falsamente, mientras se plisaba el vestido—.Él es Vosh y este de mi derecha es Minho.

***

Hacha se adentró dentro de la fortaleza. Allí vivían los tres mandatarios: Vosh, Minho y ella.

Pero Hacha quería mucho más. Su antiguo sirviente, Johnny, había sido un completo y absoluto fracaso.

Después de las presentaciones, el sirviente flacucho, guió a los elisianos por las calles de Ciudad Esperanza. Eran sucias, las casas bajitas y echas de piedra, las calles necesitaban una limpieza, tal vez porque lo que había dentro de los muros de la ciudad era la parte antigua. Los niños jugaban con juguetes rudimentarios. El único que sobresalía de aquella ciudad, era el gran palacio y el templo.

El sirviente se paró enfrente a una sucia casa de dos plantas.

—Hemos llegado.

Las chicas miraron la casa con asco y Cristina fue la primera que con el ceño fruncido tuvo el valor de hablar con el sirviente.

— ¿Como dijiste que te llamabas?

—Johnny Mentero.

Lidia empezó a reírse disimuladamente.

—Bueno Johnny, ¿este será nuestra casa?—preguntó Marta.

Johnny sonrió como un bobalicón.

—Así es. No tenemos nombres de calles, pero a este sitio lo llaman el Cuna de Piojos.

Lidia cogió a Johnny del cuello de la camisa y lo trajo hasta si.

— ¿Tu sabes quienes somos nosotras? ¿Sabes por lo que hemos tenido que pasar?—preguntó mientras lo soltaba.

Johnny parpadeó nervioso.

— ¡Yo no pongo las normas!—gritó casi a punto de llorar—Por cierto Javier, mi seño... la regente Hacha te está esperando en el palacio.

Javi suspiró.

— ¡Pero si el palacio está en la otra punta de la ciudad!—gritó quejándose.

—Pero tienes que ir—sentenció Johnny—.Está en la sala oeste, una chica con el pelo afro te llevará allí.

Javi no quería ir y estaba a punto de tener una rabieta, entonces Marta intervino, poniéndole una mano en el hombro.

—Yo le acompaño—dijo empujándole lentamente a la salida.

Johnny se opuso.

— ¡No, no! El regente Vosh dijo que se os asignarían trabajos según vuestras especialidades, tenéis que permanecer aquí. Además, vuestra amiga está en el hospital de los Lación—soltó sin descanso, debía de ser un peón.

En realidad Marta no estaba para tonterías.

—Es mi primo, ya volveré luego aquí donde los piojos—dijo empujándole también por la puerta.

Johnny hubiera sido muy buen esclavo. 

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Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora