Romper;cortar

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A Marta le encantaba ver el anochecer, y más, si era desde el despacho principal. Llevaba todo el día allí encerrada ultimando cada detalle del plan de expansión. Los chambelanes le habían dado el visto bueno y la droga había aminorado su efecto, dando como resultado un ansia indescriptible de conquistas.

Se alejó de la ventana y dirigió su mirada a la gran mesa repleta de figuritas y miniaturas. Había ideado mil y un planes de expansión, pero ninguno parecía convencerle demasiado.

Entonces, una robusta figura irrumpió en la habitación. Minho. El joven asiático vestía enteramente de azul, y de su cuello colgaba un toalla blanca, como si acabase de ducharse.

—Llevas aquí encerrada todo el día.—dijo acercándose a ella mientras le daba un beso en la cabeza.

—Sí—respondió distraída—.Estaba intentando elaborar un plan de conquista.

El rostro de Minho se contrajo en una mueca que, aunque intentó disimular, no pasó desapercibida para Marta.

—¿Qué pasa?—preguntó molesta.— ¿Acaso no te alegras de lo que hemos conseguido?

Minho negó con la cabeza.

—No, no es eso... solo... ¿no crees que vamos demasiado rápido?

Marta lo miró alucinada. Él mismo había sido el que había dicho de proponerles el plan a los chambelanes, él fue quien dejó que se uniera a su vida, y el que le prometió un futuro muy prometedor para ella y sus amigas. Habían hablado muchas veces de expandir los límites de Ciudad Esperanza, pues cada vez se producían más nacimientos. Serían más fuertes, tendrían espacio suficiente de crear un ejército, y aliados. Gobernarían incluso España, si se lo montaban bien.

—Por si no te has dado cuenta, estamos viviendo un apocalipsis, ¡un apocalipsis!—Marta lo señaló con el dedo furiosa.— ¡Tiempo es algo de lo que no disponemos! Si queremos ser fuertes, debemos ser rápidos.

—Lo sé, es solo que... ¿y si algo sale mal?

—¿Y cómo coño lo vamos a saber si no lo intentamos? Estás adoptando una postura muy cobarde, Minho.—le espetó Marta.

Minho torció la boca disgustado. 

—Tienes razón.— repuso Minho resignado.Pero no se si soy capaz de de llevar a hombres buenos a la muerte.

Algo hizo click dentro de Marta. Miedo. Minho tenía miedo. Todo lo había estado haciendo ella, todo el riesgo había recaído en ella. Creía que Minho iba a ser un buen compañero, que la comprendía, pero la había decepcionado.

—Creo que... debemos darnos un tiempo— Marta pronunció aquellas palabras con una lentitud desgarradora.

Justo antes de que Minho pudiera contestar, una tercera persona irrumpió en la sala. Marta dirigió los ojos hacia la puerta. Cristina. La rubia notaba tenso el ambiente, pero las peleas matrimoniales podían esperar.

—Marta.—pronunció.— Necesito hablar contigo, rápido.

La pelirroja se acercó hacia su ex amiga para que Minho no las escuchase hablar.

—Sé que no hemos hablado por más de dos meses, y sé también que tenemos posturas diferentes.— comenzó Cristina mientras Marta la observaba con los brazos cruzados.—Pero ha pasado algo muy gordo.

—¿Por qué vas manchada de sangre?—Marta seguía actuando a la defensiva.

Cristina rodó los ojos.

—Es de Navaja.

—¿Has matado a Navaja?—inquirió la pelirroja con incredulidad.

Cristina se paseó por la habitación nerviosa.

—Sí, pero eso no es lo importante.

—¿Y qué ha sido de Ben?

—Por lo que tengo entendido, ha muerto.—respondió Cristina.

A Marta se le iluminaron los ojos.

—Janson está detrás de nosotras, Marta.—informó la rubia.

Cristina esperaba a ver alguna reacción por parte de su amiga, pero la expresión de Marta fue impasible.

—Ha secuestrado a María.—añadió.


Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora