Qué volvamos a vernos

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Dos días habían transcurrido desde aquella noche. El calor procedente de la cabaña en la que se encontraban les invitaba a quedarse allí por el resto del invierno. Daryl había salido tan solo un par de veces en busca de alguna ardilla o animal para cazar. Marta, pese a las invitaciones del mugriento para que comiera con él, siempre lo rechazaba. No se encontraba de humor. Por el amor de dios, ¡la había rechazado! ¡Incluso borracho la había rechazado! Su orgullo había quedado dañado desde entonces, con apenas fuerzas para seguir viviendo. Marta, recostada en la cama, giró sobre sí misma haciéndose un ovillo. Una manta un tanto sucia la cubría entera. Daryl entró en la cabaña junto con una ráfaga de viento helado acompañado de copos de nieve.

-¡Cierra la puerta!-gruñó Marta bajo la manta.

-He conseguido cazar una liebre.-Daryl alzó la liebre con orgullo.

Marta rodó los ojos. Estaba bastante harta de estar en esa sucia cabaña sin nada que hacer y sin Soma.

-Deberías comer algo, mañana salimos.-más que una sugerencia, Daryl la estaba obligando.

El mugriento comenzó a limpiar al animal, le quitó la piel y lo comenzó a descuartizar, para poco después colocar las piezas junto al fuego. Había rastros de sangre del animal por medio salón; Marta se preguntó si el hedor a sangre atraería a los zombies. La joven elisiana se levantó y se acercó a él, quien la ignoró. A la pelirroja no le gustaba la forma de actuar de su acompañante, pero era precisamente eso lo que más le atraía de él. Definitivamente era masoquista. El hombre le tendió una de las patas para que comiera.

La cena transcurrió en completo silencio, con ambos sumidos en sus pensamientos. Daryl se levantó haciendo que Marta se sobresaltara.

-Enseguida vuelvo.-anunció.

Dicho esto dejó a la elisiana sola. La joven continuó comiendo, pero sus ojos rápidamente captaron algo aún más interesante que la huesuda pata de conejo que tenía entre sus manos: la bolsita de Soma. Al parecer, cuando Daryl entró después de haber cazado, soltó la cazadora de cuero en la silla de paja de la entrada, y sobre el bolsillo de esta, el Soma hacía su aparición.

Marta se levantó rápidamente y corrió hacia la entrada, no podía aguantar más.

-Nos vamos ahora.- dictó la pelirroja saliendo fuera y encontrándolo en mitad de un meado.

                                                                                           ***

Quería llegar al templo y ver a sus amigos. La tensión existente entre ambos era demasiado, no lo soportaría otra noche más. Vieron la larga escalera de peldaños de piedra que se extendía ante ellos y se giró hacia Daryl mientras se abrigaba en su piel de oso. Todo a su alrededor estaba nevado y daba la sensación de estar en una postal de navidad.

-No me lo creo.-la pelirroja suspiró exhausta y, tras más de seis horas deambulando por el bosque, cayó de rodillas en la nieve.- Por fin hemos llegado.

Los primeros rayos de sol del día les daba la bienvenida al gran templo que se encontraba ante ellos. Marta se levantó y presurosa comenzó a subir la gran escalera. Entonces, nada más empezar, una cálida mano rodeó la muñeca de la chica. Ésta se giró sobre sus talones confundida. Tras ellas, un Daryl que nunca antes había creído que vería: preocupado, decidido, y tal vez, arrepentido.

-¿Qué ocurre?-preguntó Marta.

Ella bajó un escalón, quedando por tanto, dos escalones por encima de él. Ambos estaban ahora a la misma altura, lo que les permitía a ambos una magnífica visión de los ojos del otro. Daryl sorprendió a Marta cogiéndola de la cintura. 

Este tío es bipolar, pensó la joven.

Marta apoyó las manos sobre sus hombros.

-No vayas.

Marta ladeó la cabeza aún más confundida que antes. Si ella no recordaba mal, llevaban todo este tiempo intentando encontrar este templo.

-¿Qué...?

-No vayas.- repitió el mugriento.

-Daryl, qué...

-Mira,-comenzó Daryl utilizando el tono más suave que Marta jamás creyó oír.- no quiero volver a estar bajo las órdenes de alguien. Me va bien solo.

Marta arrugó la boca en una mueca de desaprobación, sabía el camino que iba tomando la conversación y lo que Daryl pretendía hacer.

-No quiero que te vayas...-susurró la pelirroja.

Admitía que su relación con Daryl no era la mejor, y mucho menos estaba enamorada de él. Sin embargo, había algo que le atraía. Daryl le resultaba atractivo: ojos avellanados, pelo pajizo y graso, músculos bien definidos. La joven elisiana había pasado con él mucho tiempo a solas, el suficiente para darse cuenta de que había hecho todo lo posible por mantenerla con vida.

-Y no es necesario.-los ojos del mugriento cazador brillaron con determinación.-Ven conmigo.

Uau. De todo lo que podía haber salido de esos labios, lo que menos esperaba la pelirroja era una invitación a quedarse con él, no, más bien a pasar el resto de sus días junto a él. Daryl la estrechó aún más contra sí.

-Sé que te he dicho muchas veces que preferiría estar solo pero... la verdad es que me he acostumbrado demasiado a ti.

''No estoy segura si esa frase está bien'' pensó Marta ''no quiero que me quieran solo porque no hay elección''

Marta no sabía cómo decirle al joven que no quería nada con él. Quizá fuera su imaginación, pero Daryl lucía confundido.

-No voy a ir contigo.-finalizó.

La decepción en la cara del cazador era evidente. Aflojó su agarre en ella.

-He recorrido todo este camino para reencontrarme con mis amigos, no voy a abandonar ahora.

-Claro, por supuesto.-Daryl parecía nostálgico.-Pero antes de irme...

Daryl le dio un beso en la mejilla sin que ella lo esperase.Al separarse, Marta fue testigo de que el brillo que anteriormente predominaba en sus ojos había desaparecido.

-Un poco tarde-dijo mirando avergonzada al suelo-, bueeeeno... ¿estás seguro de que no quieres quedarte?

-Lo siento.

Marta lo vio alejarse. Se perdió entre el follaje tan rápido como había sido ese beso. Fue un adiós. Nunca tuvo un verdadero significado para él (ni para ella). El joven sabía que ella no abandonaría a sus amigos, pero también sabía que él no podía pasar su vida dependiendo de alguien. Miró atrás por última vez. Marta lo observaba desde la escalera del templo, abrazándose a ella misma intentando ahuyentar el frío.

Qué volvamos a vernos.

Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora