Amenazas

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Marta se encontraba sentada en el suelo, apartada de todo el meollo. Pese a que era de noche no corría ni una pizca de frío y las estrellas brillaban con muchísima intensidad. La pelirroja observó el ambiente: Javi y Hacha tonteando, mientras que Lidia no les quitaba el ojo de encima; Cristina se servía más alcohol, siendo observada desde la distancia por una celosa Cassie... ¿Y los demás? Paseó la mirada por el grupo de personas, pero sus compañeros no estaban entre ellos. De manera casi imperceptible, el leñador, Evan Walker, cargaba a una borracha María hacia las profundidades de la ciudad, baia, baia...

Una corpulenta figura se interpuso entre Marta y sus pensamientos: Minho. El asiático se sentó junto a ella, en silencio. Oh, dios. El discurso había sido bastante... penoso... Es lo que tiene hablar bajo los efectos del alcohol. ¿Cómo se lo habrá tomado? Un centenar de preguntas estúpidas rondaron por la cabeza de la pelirroja.

—¿Sabes?—comenzó Minho.—Me alegro de que estéis aquí.

Marta ladeó la cabeza. Esto, junto con el sonrojo permanente de la joven a causa del alcohol, provocó una carcajada en el coreano, le resultaba gracioso todo esto.

—¿Qué quieres decir?— Marta no lo entendía. Es decir, a ellos no les hubiera importado acoger a más gente en la comunidad Elisiana, pero siempre habría más feeling con sus amigos de siempre.

—Estos últimos días... algo está cambiando.—el coreano se llevó la mano a la barbilla y frunció el ceño, pensativo. Marta lo observó embobada.— No sé... no sé exactamente que está cambiando, pero la relación con Hacha... y ahora la muerte de Vosh... no importa.— concluyó Minho.

Marta rió. Minho rió, a pesar de no haber bebido mucho. La risa de Marta era contagiosa, y eso le gustaba.

—¡Eh! ¡Minho!— Daryl apareció de la nada

—Me necesitan.—Minho le dio una palmadita en el hombro a Marta.— Nos vemos.

Marta se quedó tumbada observando cómo éste se marchaba. Entonces sintió una náusea.

—Joder... —gruñó mientras se levantaba.

Comenzó a caminar con la intención de salir de aquella fiesta, necesitaba despejarse. Dibujando el camino de la pared con sus dedos, avanzó un par de cuadras. Entonces, un leve jadeo procedente del callejón de enfrente la hizo frenar. Al jadeo lo acompañó un golpe pesado. Marta se escondió en el portal de la casa que tenía al lado. Estaba bebida, pero no era tonta. Algo estaba pasando. Aguardó un par de minutos y entonces los vio salir: Ben y Navaja.

—¿Qué cojones...?— los observó alejarse.

Cuando se aseguró que no había moros en la costa, salió encaminándose al oscuro callejón.

Lo que vio la dejó petrificada.

Ben le había prometido a Cristina que volvería en menos de 10 minutos. Ha pasado media hora. La rubia estaba aburrida. Hacía un buen rato que los proveedores le habían cerrado el grifo a la bebida y ya no sabía qué hacer. Tampoco había rastro de sus amigos. A quién sí tenía bien controlada era a Cassie, alias Pato. La rubia de bote estaba sola también. De hecho, se había pasado la noche mirando a Ben, quien como respuesta la ignoró, centrado por completo en Cristina. Hasta hacía media hora.

— ¿Dónde coño se han metido estos dos?—murmuró Cristina para sí misma.

—Quien sabe...

La rubia se sobresaltó. Una chica menuda y bajita se acercó a ella. Los tirabuzones rubio platino caían en cascada hasta los hombros y tenía los ojos de un verde claro. La sonrisa ladina embadurnada en pintalabios rojo le daba mala espina a la elisiana.

Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora