Caminante no hay camino

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Marta corría a toda prisa. Grandes bocanadas de aire entraban por su boca llenando por completo sus pulmones. 

"Si me paro, me matarán. Si me paro, me matarán." Tras ella le seguía Daryl quien llevaba su habitual pañuelo rojo atado a la cintura y su ballesta colgando del hombro izquierdo. De vez en cuando disparaba una flecha atravesando el cráneo de un caminante, pero desde hacía un rato solo corría en mitad del bosque huyendo, alejándose, apartándose de todo ese dolor y sufrimiento mientras Ciudad Esperanza se derrumbaba a lo lejos como un largo telón negro de fondo.

Tras 3 minutos más corriendo pararon en seco. Marta no podía más, la droga le había debilitado mucho y su condición física no era la misma. Daryl se dio cuenta de ello y le dio un respiro.

-Siéntate,- dijo apuntando al tronco de un árbol- inspeccionaré el lugar.

Marta no protestó, estaba demasiado agotada y sudorosa como para buscar pelea. Su rostro solo era capaz de dar pie a unas muecas indescifrables de dolor y abatimiento. Intentó calmarse y recuperar la respiración, pero sus pulmones se habían rendido ya hace rato y estaba demasiado sudorosa como para calmarse.

Daryl volvió y se sentó frente a ella apoyado sobre sus talones dejando la ballesta a un lado. La respiración de Daryl estaba más que calmada. Él no necesitaba tomar aire cuando se trataba de una carrera de un par de kilómetros. Estaba acostumbrado debido a su entrenamiento diario, pues era cazador.

-Déjame echar un vistazo.- dijo el mugriento acercando sus manos al hombro derecho de la pelirroja.

Esta no sabía a qué se refería hasta que intentó mover el hombro y un dolor abrasador la atravesó por completo desde la extremidad hasta abajo llegando a la cintura. No sabía cómo ni por qué pero el hombro estaba por completo cubierto de sangre y entendía que Daryl quería curárselo. Seguro que le dejaría cicatriz.

Emitió un quejido cuando este le cubrió el hombro con ambas manos.

-Lo tienes dislocado. Te lo volveré a colocar.

A Marta se le abrieron los ojos como platos, eso iba a doler, y mucho. Daryl colocó a la chica en la posición adecuada.

-Respira hondo, a la cuarta inhalación te lo colocaré.- Mientras decía esto le amordazó la boca con su pañuelo rojo para que cuando gritase el grito quedase amortiguado y así los caminantes de la zona no se acercaran al lugar interesados por el repentino ruido.- Uno...- Daryl apretó con fuerza el hombro de Marta mientras esta mordía el pañuelo con fuerza a causa del dolor.- Dos...- Antes de llegar a tres Daryl recolocó el hombro de la pelirroja tomándola por sorpresa de tal modo que emitió el peor de los sonidos que no llego a oídos de Daryl por el bendito pañuelo que le había colocado en a boca.- Descansa.- Dijo apoyándola sobre el tronco del árbol.- Necesitas dormir.

Marta cayó en un estado profundo de sueño, casi inconsciente, mientras que el cazador se echaba saliva sobre un arañazo que le había causado un caminante en el antebrazo mientras huían. El arañazo tenía un aspecto demasiado feo y no disponían de medicamentos en ese momento para emplear las medidas adecuadas, por ello el muchacho había untado la zona con su propia saliva para que aquello cicatrizase cuanto antes y no se infectase.

Daryl miró a la joven dormir tranquilamente. Dos grandes ojeras se extendían por debajo de sus ojos y el cuerpo estaba lleno de moratones, todo a causa del soma. Sabía que no dormiría mucho porque en un par de horas se despertaría con el mono de consumir. El chico suspiró pesadamente, le esperaba un viaje demasiado largo con Marta, pero no iba a permitir, por encima de todas las cosas y de su propio cadáver, que la joven se echase a perder de esa manera. Protegería la poca droga que se había llevado con él antes de la huída para así comercializar con todo aquel que viese por el camino para intercambiar provisiones y así sobrevivir con lo que fuesen encontrando. Daryl tenía dos cosas muy claras: la primera, que Marta no iba a consumir jamás más droga en su vida, la segunda, que tenían que encontrar al resto del grupo costase lo que costase.

                                                                                    ***

Cristina cayó al suelo de rodillas mientras intentaba recuperar la poca fuerza que le quedaba. Tanta lucha durante tanto tiempo para nada. Todo, absolutamente todo, se había ido al traste. Ya no quedaba nada, nada por lo que luchar. Marta ya no estaba con ellos y a saber si alguna vez la volverían a ver.

María se apoyó exhausta sobre un árbol, la carrera que habían tenido que realizar escapando de los zombis le había dejado KO. Se llevó instantáneamente la mano derecha a su vientre que estaba totalmente plano. Un triste sentimiento le embargó por completo el alma. Ya no tenía bebé, ya no tenía a su bebé. Las inhalaciones y exhalaciones empezaron a convertirse en roncos gemidos debido a la falta de aire. Las lágrimas no tardaron en aflorar por su rostro cayendo como sentencias hasta el suelo.

Cristina no tardó el levantarse y colocarse a su lado tomándola del hombro. Había oído los roncos gemidos de su amiga y sabía que aunque era fuerte, estaba más afectada que nunca por todo lo ocurrido.

Javi y Lidia observaban la escena con cautela mientras que Anakin sonreía, pues el pobre sufría lo que parecía un leve trastorno de bipolaridad, y Minho ponía los ojos como platos mientras hablaba con un árbol sobre lo ocurrido, pues los efectos de abstinencia de la droga estaban presentes en él.

-Tenemos que ir al norte.- Dijo Lidia, la única persona coherente en ese momento.- Como ha dicho Anakin ahí habrá un templo de esos raros que nos dará amparo.

-Estoy de acuerdo con Lidia.- Dijo Javi con una mirada misteriosa.

Cristina tomó aire y suspiró mientras que María terminaba de expulsar sus últimas lágrimas.

-Tenemos que tener en cuenta,- continuó Lidia- que eso está por los Pirineos, ¿no?- miró a Anakin a la espera de que este asintiese.- Y claro, si queremos llegar a Francia que es donde están nuestros padres tendremos que pasar por allí primero.

El grupo guardó silencio confirmando la suposición de Lidia, la decisión estaba tomada.

-No podemos irnos sin Marta.- María recobró la compostura.- No podemos dejarla atrás.

Lidia emitió un bufido dejando clara su postura, se encogió de hombros a la espera de escuchar la opinión de los demás.

-No podemos perder el tiempo buscándola,-Intervino Cristina.- es demasiado arriesgado, podríamos encontrarnos con grupos conflictivos y nunca dar con ella. Debemos avanzar hacia el norte, Marta hará lo mismo, sabe que nos dirigimos allí.

Mientras la rubia hablaba se había acercado a Minho y lo había separado del árbol junto al que susurraba sentándolo en el suelo para que se calmase mientras le acariciaba el pelo negro intentando traspasarle un poco de calma y serenidad.

Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora