El sol calentaba el asfalto haciendo el camino más insoportable. Las ruedas de la camioneta golpeaban el pavimento de la carretera haciendo que estas se calentasen. Era una vieja camioneta destartalada que a Evan le había parecido bien para ir a buscar a María.
—Tengo que encontrarla. No puedo creer que haya desaparecido así como si nada.
Marifé guardó silencio mientras su mirada estaba anclada en la carretera. Evan tensaba los tendones mientras agarraba con fuerza el volante. Miles de pensamientos horrorosos cruzaron su mente lo que hizo que rechinaran sus dientes.
—He intentado averiguar dónde está.— Abrió al fin la boca Marifé.— Pero al ir a la cuna de piojos lo único con lo que me he encontrado es con Lidia haciendo cosas indecentes con un tal... Fritanga.
—¿Fritanga?
—Sí... Al parecer es el cocinero del palacio.
—Ah...— Frunció el ceño Evan extrañado—
—Una lástima que jamás la vayas a encontrar.
—¿A María? Iré a donde haga falta.
—Mándale recuerdos cuando te la encuentres en el infierno.
—¿Qué...?
La frase de Evan quedó interrumpida cuando Marifé le clavó un cuchillo en el corazón. El mismo cuchillo con el que había estado jugando días antes en su mansión en presencia de Cristina.
La cabeza de Evan cayó sin vida en el volante exhalando un último suspiro, su vida había llegado a su fin. La muchacha bajó del coche y acercándose al lado del conductor arrastró el cuerpo de Evan hasta dejarlo tirado en la carretera. Arrancó y marchó hacia delante, un impaciente Janson la esperaba.
***
Cristina no dejaba de darle vueltas al tema de los cadáveres marcados. ¿Qué podía significar aquello? ¿Qué alguien los observaba? ¿Alguien querría tomar Ciudad Esperanza? Miles de teorías se agolpaban en la mente de la rubia. No le cuadraba tampoco el hecho de que estuvieran metidos en un contenedor. Nada tenía sentido.
El camino hasta la Cuna de Piojos se le hizo más bien largo. El cielo se iba oscureciendo por momentos, pero el calor no amainaba. La calle principal estaba llena de gente, mucha de ella bajo los efectos del Soma. Lo que antes había sido una espaciosa calle adornada con árboles y repleta de tiendas, el apocalipsis la había dejado como almacén de comida: tiendas cerradas, y las que servían de almacén tenían un candado irrompible.
Conforme avanzaba las calles se volvían más estrechas y las casas más viejas. Se iba acercando a la Cuna de Piojos. A veces, Cristina se arrepentía de haber rechazado la oferta de Marta de vivir en el palacio. Negó con la cabeza rápidamente. No podía pensar así. La revolución no se llevaría a cabo sin ella. Cada vez estaban más cerca, y ahora gracias a la ayuda de Daryl, casi rozaban el éxito.
Casi había llegado a su hogar. En cuanto entrase le diría a Lidia, Ben y Navaja sobre lo que había averiguado. La rubia estaba segura de que sus amigos la apoyarían y la ayudarían con la revolución. Ya había hablado de esto con Marifé. Toda ayuda era bienvenida, y más si esa ayuda estaba en contra de Marta o Minho.
Cristina entró en la vieja casa y echó en la silla de la entrada la bandolera de cuero que llevaba a todas partes. Sacó un cuchillo de esta y se lo guardó en el cinturón. Siempre llevaba uno encima, no importa donde estuviera, mejor estar preparada que no muerta, ¿verdad?
—Ey tío... ¿me recibes?
Cristina aguzó el oído. Era claramente la voz de Navaja pero, ¿con quién hablaba? ¿No se suponía que la casa estaría sola hasta la noche? Según tenía entendido ella, Navaja y Ben habían ido a por provisiones, y Lidia iba a pasar toda la tarde con Fritanga, aquel cocinero de palacio. Entonces, ¿por qué estaba Navaja aquí? ¿Acaso habían cambiado de planes en el último minuto? Se dirigió a la cocina, pues de ahí provenía la conversación, para ver qué había sucedido.
— Joder Ben, ¿me recibes?— esta vez la pregunta vino acompañada de un golpe.—Ben, ¿qué coño haces que no me contestas?
Navaja estaba perdiendo los nervios, se le notaba en la voz. Quizá fuera por el tono de voz, o por el extraño golpe, pero Cristina paró en seco. Esperó a oír algo más, pero solo fue capaz de oír una leve maldición proveniente de Navaja. Vale, estaba claro que se encontraba solo, y de hecho, creía que estaba solo en la casa. Cristina se aprovechó de esta situación. En silencio, recorrió el pasillo hasta llegar al umbral de la cocina, pues ésta carecía de puerta. Pegó la espalda con sumo cuidado a la pared y... aguardó.
—Ben.— volvió a hablar Navaja.
Obviamente no hubo respuesta. Cristina se asomó ligeramente, siendo capaz de vislumbrar al joven de espaldas a ella y enfrascado en lo que parecía ser un sándwich. Sus ojos se dirigieron al objeto que se encontraba a la derecha, sobre la mesa. Un walkie talkie. Navaja volvió a coger el aparato y se lo acercó a la boca.
—Ben, responde.— insistió.
Un leve sonido proveniente del pequeño objeto puso tenso al joven. No era más que un murmullo, inteligible.
— Ben, ¿vas a decir que está pasando?— Navaja se dio la vuelta, pero Cristina fue más rápida y se escondió.— ¿Se la has entregado?
¿Entregar qué a quién? Cristina estaba muy confundida. ¿Estaba hablando de Janson? Pero, no podía ser, lo habían traicionado, por nosotras. La rubia se llevó la mano al cuchillo y lo sostuvo con fuerza.
— Ben,—repitió Navaja cada vez más molesto.— ¿le has entregado ya a María?
Cristina abrió los ojos sorprendida como reacción al nombre de su amiga. ¿Qué pintaba María en todo aquello?
—Joder, Ben, ¿has entregado a María a Janson o qué?
Cristina apretó con más fuerza el cuchillo que sostenía en su mano, incluso sus nudillos se volvieron blancos. En un abrir y cerrar de ojos, Cristina había tirado al suelo a Navaja y lo había inmovilizado sentándose a horcajadas sobre él.
—¿Qué habéis hecho con María?—inquirió Cristina de un modo violento.
—¿Y tú qué coño haces aquí? ¿Me estabas espiando?— Navaja estaba claramente molesto con la situación.
Cristina le apretó las muñecas con fuerzas, hasta el punto de que Navaja soltó un leve quejido. El chico rió con locura, Cristina estaba presenciando una faceta que no conocía sobre Navaja.
—Sí,—respondió al fin— tenemos a tu amiga.—la sonrisa se le ensanchó. — Planeábamos entregársela a Janson, y así chantajearos. Pero el mierda seca de Ben no me contesta. ¿Quién sabe? Igual han tenido un accidente y han muerto los dos...
Cristina lo calló de una bofetada no esperada para el chico. Rápidamente cogió el cuchillo y se lo clavó en el cuello, provocando que en milésimas de segundo un reguero de sangre cubriese el suelo de la cocina y a un Navaja sin vida.
La rubia se levantó aun con la adrenalina corriendo por sus venas y con restos de la sangre de Navaja en su ropa. Sin pensarlo un segundo, salió corriendo hacia el palacio. Las cosas con Marta aún no se habían arreglado, pero la conquista y la revolución podían esperar, la repentina aparición de Janson y el secuestro de María eran la prioridad.
Era prácticamente de noche. Las farolas de aceite estaban siendo encendidas por los encargados. La sangre seca de la camiseta de Cristina era más que visible, y por más que la rubia intentase taparla de miradas indiscretas, los curiosos transeúntes la observaban con desconfianza. La joven maldecía que el palacio estuviera tan alejado de la Cuna de Piojos.
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Elisian: Ciudad Esperanza
Fiksi IlmiahDespués de la huida a manos de Janson, el grupo se encuentra con las ruinas de lo que fue la antigua ciudad de Toledo, convertida ahora en una nueva esperanza para todos los supervivientes. Pero no tardará mucho tiempo para que la paz que la ciudad...