Revelaciones

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Acudieron todos en masa al estruendo. El templo solo estaba a un par de minutos caminando. Cuando llegaron no había nada que ver. Ben, Navaja, Cristina, Marta, Maggie y Lidia formaron un círculo alrededor de dos personas. Esas dos personas eran Minho y Hacha.

—Sabéis ya todos lo que ha ocurrido. Uno de los nuestros ha muerto.— Un silencio sepulcral reinaba en la zona roto únicamente por la voz ronca de Minho.— Pero no ha sido solo una muerte. Ha sido asesinado.— Los susurros comenzaron a ganar terreno entre la población.

—Alguien deberá pagar por ello— Aventuró Hacha dando un paso al frente.— Por supuesto, dicha persona será juzgada ante la justicia, pero pagará por ello. Sin embargo, no será un castigo que vaya más allá de la esclavitud, tales barbaridades aquí no se cometen.— La atrevida e insensata chica dirigió una mirada hacia Marta quien se encontraba ya en postura defensiva. Cristina y Lidia colocadas tras ella también habían captado la indirecta. No permitirían tales amenazas.

En ese momento se incorporó al grupo Javi, el esclavo, que se había retrasado un poco. Maggie lo vio venir, "¡Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Con Hacha?".

—Ya está bien por hoy.— Concluyó Minho.— Si alguien ha visto algo sospechoso o necesita algo que venga a palacio. Hacha y yo os atenderemos.

Y dicho esto el asiático se marchó con las manos cruzadas tras su espalda y grandes zancadas. Hacha le siguió tras dirigir una mirada a la multitud. Marta la observó atentamente, no le había gustado nada el hecho de que esa estúpida chica les hubiese amenazado en un solo pestañeo de ojos, además, ¿no parecía estar Hacha buscando con la mirada a alguien entre la multitud? Marta echó un vistazo entre toda esa gente hasta que sus ojos fueron a parar a Javi, "él no estaba aquí hace un momento".

Algo iba mal.

Esa noche los elisianos se reunieron en la casa que les había sido otorgados y cenaron todos juntos reflexionando sobre lo que había ocurrido en tan poco tiempo y a lo largo del día. Todos reían y charlaban alegremente, aunque a veces la conversación se tornaba grisácea por tratar algún tema serio. Lo único que destacaba del momento era que el esclavo no estaba. Javi se había mudado inmediatamente a palacio donde le esperaba una Hacha un tanto afectuosa. Lidia no se encontraba muy conforme con ello.

—Pues yo no entiendo porque la tía esa se tiene que llevar a nuestro Javi. Nuestro Javi, ¿vale, chicas? Que es el esclavo más servicial que jamás conocerá nadie.

—A mí me cae mal. Es puta.— Dijo Marta mientras se colocaba el sujetador correctamente y María se reía por lo bajo.— Es que es puta, es que como nos vuelva a amenazar y encima en público, delante de to quisqui le rajo. Que le rajo, ¿eh? Que si yo tengo que matar a alguien lo mato.— Dijo la pelirroja adoptando una postura agresiva y gesticulando con sus muñecas como si un cuchillo invisible estuviese pasando por ellas.

—Pues yo te ayudo, tía. Que echo mucho de menos a Javi.

Lidia le dio un mordisco a la carne de puerco que había cazado Ben.

—Tía... ¿en serio echas de menos a mi primo?— Preguntó una atónita Marta mientras tras ella Ben y Cristina se dirigían miradas.

—Claro tía, ¿quién me va a hacer de almohada esta noche?— Dijo Lidia poniendo los brazos en jarra.— ¿Quién me va a peinar el pelo y me va a desenredar los nudos? ¿Me explicas a quien le voy a gritar cuando quiera desahogarme? Pero tía... lo más importante, ¿quién va a limpiar y recoger la mierda?

Todos guardaron silencio. Habían llegado a la misma conclusión que Lidia.

—Lo importante es que nos tenemos los unos a los otros y no dejaremos que le pase nada a Javi.

María asintió ante las palabras de Cristina. No había hablado en toda la noche porque no dejaba de darle vueltas a la cabeza pensando en un nombre: Evan. Todavía tenía muy reciente la muerte de Bell, aunque las cosas habían terminado mal entre ellos, jamás olvidaría que el filipino fue su primer amor. Fue ese primer chico quien le enseñó a amar y fue él mismo quien le hizo el amor lentamente en un prado donde solo reinaba el silencio y ambos bailaban en una escena donde sus cuerpos sincronizaban a la perfección. La chica suspiró pesadamente. ¿Ocurriría lo mismo con Evan? ¿Valdría la pena enamorarse de nuevo y sufrir?

Lo que había quedado por demostrado esa noche era que el grupo se sentía más fuerte que nunca, y esa unión podía sentirla Maggie a través de las palabras de cada una de las chicas. Eran tan sinceras... y ella ocultaba tantas cosas... Debía contarlo, y debía ser cuanto antes, seguro que si decía la verdad ellos los acogerían. Seguro... ¿o no?

Cuando todos cayeron dormidos y descansaban plácidamente una chica se levantó en mitad de todos los cuerpos. Dio un par de pasos con cuidado de no despertar a nadie y se acercó a su objetivo que dormía demasiado cerca de la joven Cristina. Lo movió un par de veces hasta que tuvo que pegarle una buena hostia en la cabeza para que se despertase.

—... ¿Qué quieres?

—Tenemos que hablar, ahora. Despiértalo, te espero fuera.

El chico despertó a su compañero y ambos se encontraron con Maggie como esta había prometido.

—¿Qué pasa?— Preguntó Navaja.— ¿Es Janson? ¿Ha contactado con nosotros?

Ben escuchaba atentamente con incertidumbre.

—No. He estado pensando y creo... creo que esto puede funcionar. Si les decimos la verdad seguro que nos perdonan y nos acogen. Son buenas chicas, no nos harán daño, además nos lo deben, les hemos salvado la vida.

—Sí, porque todo era parte de un plan, ¿recuerdas?— Dijo Navaja con actitud agria.

—No tiene porque ser así.

—¿Y qué pretendes?— Continúo Ben.— ¿Estar toda la vida huyendo de él? No podemos, sabes que nos encontrará vayamos a donde vayamos. No hay escapatoria. Se los entregamos y punto, nos da la libertad.

—¿En serio crees que nos dará la libertad?— Maggie empezó a gesticular como seña de que estaba nerviosa aunque su voz destilaba confianza.

—No, ¿pero se te ocurre algo mejor?

—Mira, Maggie...—Intervino Ben.— No es una mala idea. Se lo diremos, les contaremos toda la verdad, pero cuando sea el momento adecuado para que no se lo tomen mal, cuando Ben y yo lo decidamos lo contaremos, ¿de acuerdo?

Navaja que iba a oponerse calló. Entendía lo que pretendía Ben. Habían sido amigos desde hacía mucho tiempo y con solo una mirada o el tono de las palabras sabía a lo que el muchacho se refería. Por ello asintió, sin dar paso a más discusión. Maggie, que se había quedado un tanto disconforme, asintió también aunque con cierta inseguridad.

La joven dio media vuelta y entró de nuevo a la casa. Ambos chicos semiraron antes de entrar. Jamás dejarían que Maggie echara a perder todos susplanes. 

Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora