El regreso

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-Joder Daryl, ¡ahora casi atropellas a alguien!-Marta seguía agarrándose al asiento como si la vida le fuera en ello.

Ante ellos, y a apenas un metro de el coche, se hallaban dos personas, también asustadas por estar a punto de morir atropelladas. Daryl se bajó del vehículo furioso. De acuerdo, él iba un poco despistado, pero joder, ellos estaban caminando por mitad de la carretera, ¿por qué coño no lo habían visto?

-Lo sentimos.-se disculpó el más joven. Era alto y moreno; rondaría los treinta.- No os vimos venir.

-No me digas.-Daryl igual de borde que siempre.

Marta bajó del coche y se acercó a ellos. La chica no dejó que su aspecto de drogadicta y ojerosa la alejara de las personas.

-Hola yo soy Marta.-se presentó con una gran sonrisa.-Y este de aquí es Daryl.

-No estamos aquí para hacer amigos.-interrumpió Daryl.- ¿Hacia dónde os dirigíais?

Daryl dirigió una mirada hacía la gran bolsa que portaba uno de ellos, y de nuevo clavó la vista en los desconocidos, quienes parecieron captar la indirecta.

-¿De dónde venís vosotros?-el más mayor de los dos entrecerró los ojos, desconfiando de Daryl y Marta.

-No sabemos hacia dónde vamos.-se adelantó Marta.- Venimos de Ciudad Esperanza. Los zombis traspasaron la muralla y nos vimos forzados a huir. En realidad, estamos buscando a mis amigos, nos separamos cuando...

-Aquí quien hace las preguntas soy yo.-repuso Daryl poniendo una mano en la boca de Marta para que se callara.

-Ey, Torso...- el mayor se dirigió al joven, llamado Torso, en un susurro.

Ambos susurraron entre ellos, posiblemente debatiendo si debían o no, confiar en la pareja. De vez en cuando miraban a Marta y asentían. La joven por su parte no paraba de darle vueltas al nombre de Torso.

-Marta... ¿de Elisian?-dijo Torso.

Ella alzó la cabeza, sorprendida de que conocieran Elisian, y mucho más a ella.

-¿Os conozco?-preguntó la joven elisiana.

-Tú a nosotros no, pero a ti sí te conocemos.

Marta los miró desconfiadamente. Torso rió.

-Eso ha sonado muy acosador, lo siento.

-Un poquito.- concordó ella divertida.

-Los elisianos sois una leyenda.-se explicó el madurito, cuyo nombre se desconocía.- Todo el mundo a oído hablar de la comunidad, de vuestro modo de vida, lo valientes que sois. Los rumores se expandieron una vez cruzasteis las puertas de Ciudad Esperanza.

-¡Wow! ¡Somos famosos!- Marta estaba alucinando.

-De hecho, tus amigos han ido ganándose el respeto de cada vez más gente. Han saqueado ciudades, han derrocados gobiernos fatales... han ayudado a muchísima gente.- Torso añadió información.- Lo último que sabemos es que van rumbo a los Pirineos, y que tienen un séquito de fieles protegiéndoles las espaldas.

Marta escuchaba atentamente las maravillas que éstos decían de sus amigos.

-Sí, sí... muy emocionante todo.-cortó Daryl aburrido.- Pero aun no habéis respondido a mi pregunta.

Esta vez, no dudaron.

-Nuestra misión es hacer un plan de infiltración, en el Castillo de los Condenados, Inglaterra.

-¿Qué tiene de especial ese sitio?-inquirió Daryl.

-Se dice que el dueño puede controlar a los zombis.

Daryl y Marta se quedaron estupefactos. La cabeza de Marta dio mil y una vueltas pensando de qué manera se podían controlar a los zombis... ¿los hipnotizarían? ¿Volverían a ser humanos? 

                                                                                      ***

El sonido de armas chocando y cuerpos cayendo al suelo despertaron a María. A su alrededor todo se veía borroso. Una espesa niebla cubría el entorno, haciendo la visibilidad aun peor. Era de noche cerrada y la temperatura había bajado varios grados. De repente se sintió expuesta. Se abrazó a sí misma y buscó a sus amigos, quienes habían desaparecido.

-¡Cristina! ¡Lidia!

No hubo respuesta. Solo ruidos aquí y allá, cuerpos siendo desgarrados y gritos de dolor.

-¡Anakin!- lo llamó desesperada.

Estaban siendo atacados y no sabía nada de sus amigos. Es entonces cuando la joven choca con un cuerpo, mucho más alto y robusto que ella.

-¿Ani?-preguntó temerosa.

Se escuchó una risa terriblemente familiar.

-Vaya, vaya.-aquella ronca voz le puso el vello de punta a la morena.-Mira a quién tenemos aquí; pero si es la delicada María.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de la morena. Su voz era demasiado familiar, todo en él era demasiado familiar. La niebla y la

oscuridad impedían verle el rostro. Como si le hubiera leído la mente, el joven se puso bajo la luz de la luna, relamiéndose al ver la expresión de absoluto terror de María.

>>¡Bellamy!<<

                                                                                    ***

Elisian: Ciudad EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora