La boda había sido anunciada a través del Londres Lite, como era de esperarse, ya que la petimetre madrastra de Carlisle, Erica Van De Woodsen, le había dicho entre comentarios casi fraguados a la columnista del periódico. Pero no era sorpresa alguna para la alta aristocracia, que echaban suspiros al leer en los titulares los nombres de los tórtolos. Anhelada era la ahora pronta celebración, y desde luego las familias más importantes de la alta sociedad tendrían lugar en el evento. Aunque a oídos de pocos había llegado la invitación al banquete de la noche anterior a la boda.
El banquete sería realizado con el fin de celebrar entre los más íntimos a las familias Woodgate y Hamilton, y tendría lugar en la mansión del conde Woodgate. Allí asistirían las familias mas dichosas y de buena fe para dar a la pareja la última bendición, aunque ésto último no era propio de las Browning, que también estarían invitadas a la velada.
—Bienvenida mademoiselle. —exclamó el conde Arthur mientras le daba la bienvenida a la Sra. Browning, que venía acompañada de sus dos mellizas Eliana y Adele.
Juntas hacen una reverencia. Mientras tanto, Carlisle, sujeto al brazo izquierdo de su prometida Esme Hamilton, intentaba divisar si había llegado la joven en la que ocupó sus pensamientos desde el último día que abandonó la mansión de las Browning. Pero entonces, Victoria era una figura de humo.
—¿No ha venido Victoria? —le preguntó a su prometida. Esme deja de sonreír a los invitados y le dirige una mirada desentendida —.Pensé que eran amigas.
—Desde luego que ella se lleva muy bien con mi hermana, Sr. Collingwood. Pero no he tenido la oportunidad de mantener el mismo trato con ella. —aclaró Esme extrañada por tanto interés repentino en la presencia de Victoria en el banquete —.¿Acaso hay algo de lo que no me he enterado?
Él niega con la cabeza en gesto leve y le dirige una media sonrisa.
—No se preocupe Srta. Esme. Nada que deba entender.
—¿Que es lo que no hay que entender? —comentó suspicaz Arthur mientras se acercaba.
—Nada padre. Solo nos preguntábamos con la Srta. Esme quienes más asistirán al banquete. —intentó decir Carlisle.
Esme lo mira de reojo sorprendida por la escusa que había propinado Carlisle a su padre, cuando ni en asomo estaban hablando de aquello. Incluso se sintió mal de no saber que sucedía. Se preguntó para sus adentros si era correcto mentir, o si las personas de la alta sociedad lo hacían a menudo.
—Si me disculpa Srta. Hamilton. Iré a saludar a los invitados que están llegando. —excusó.
Esme lo deja ir con gesto cortés, mientras que va a posicionarse junto a su madre. Desde allí, observa la situación, el padre de Carlisle se encontraba junto a su esposa Erica, recibiendo invitados en cercanía a la puerta. Mientras que Carlisle, por su lado, se encontraba murmurándole a los sirvientes algo que no encontraba descifrar que. Lo que a partir del día siguiente se convertiría en su legítimo esposo, se encontraba ahora más preocupado en algo que estaba fuera de esta habitación, y de la que obviamente, no compartiría con ella. Comenzaba a pensar en la importancia de todo, y de pronto su madre le devuelve a la tierra con un chistido.
—No es cortés que te muestres tan lejana. —murmuró su madre mientras que a la par, sonreía a la familia Schoonmaker que saludaban gentilmente a unos pasos más de ellas.
—Lo siento madre, me cuesta entender un poco todo esto.
—Cumplimos con nuestro deber hija mía, eso es lo único que necesitas entender. —dijo por último antes de echarse a andar por el salón a saludar a los recién llegados.
ESTÁS LEYENDO
Lazos
Historical FictionGladys Hamilton regresa al Reino Unido después de haber terminado sus estudios en América. Por supuesto, no regresó porque quisiera, sino porque a Gladys se le ha asignado el deber que a todas las muchachas de su edad se les destinaba en 1873; casar...