El Londres Lite no publicaba más que de la nueva pareja de prometidos de Allen Nightray y Victoria Browning, y varias columnas escatimaban al respecto de cómo sería la boda, pero claro eso no debía vislumbrarse que era porque la esposa del conde Nightray; Aniss Loughty, ofrecía al periódico detalles íntimos como amiga de los editores desde hace años. Algunas que otras columnas comentaban entre párrafos sobre el siempre buen gusto de Victoria, que no podría ser menos el día de su boda, y aunque no había una fecha fija para el casorio, las expectativas eran altas. Ya se veía venir que el nuevo adalid de la alta aristocracia fuese el imperio que nacería de la unión de éstos, en vista a que los Woodgate habían sido mancillados por el escarnio público luego de que se rumoreara que Carlisle tenía una maldición, y por supuesto, las Hamilton's habían sido lapidadas por una tragedia de secuestro doble, que si bien ningún periódico quería emitir mención alguna, Elizabeth Hamilton se encontraba en el limbo entre la locura y la cordura.
Pero conjuntamente con el Londres Lite, en la mañana del viernes se habían repartido a las familias más importantes del pueblo londinense, las invitaciones para asistir a un baile de celebración en nada más y nada menos que en la mansión Woodgate. Las tarjetas habían sido hechas a mano, con letras doradas en las solapas y un listón rojo como presentación de la misma. Fueron entregadas por los mismos caballerizos de la mansión a cada uno de los destinatarios, que casi habían sido invitados estratégicamente; los Lampard que eran íntimos amigos de los Nightray conjuntamente con los Bradbury que también recibieron invitación, el duque Dukedom y a sus hijas mujeres que eran simpatizantes de las Browning, inclusive los Shepard que eran postulantes a ocupar cargos públicos y competencia para el conde Nightray habían recibido la cortesía, entre otras familias como los Defoe y los Tomlinson, que solían ser familias amigas con los Woodgate, pero que luego de los últimos acontecimientos comenzaron a mostrarse más cercanos a los Nightray, también hubieron rumores sobre que Elizabeth Hamilton recibió su tarjeta de invitación, y aunque no se la había vuelto a ver en público, la sociedad mantenía en vilo una cierta curiosidad y morbo interno que intentaban eclipsar con condolencias. Por supuesto que alguna que otra invitación con menos dedicación y con gesto más caritativo habían sido enviadas esa mañana.
El último en enterarse de que su familia daría una fiesta de celebración fue Carlisle Woodgate, que se encontraba durmiendo cuando un caballerizo llamó a su puerta para avisarle que su padre Arthur lo esperaba en el almuerzo. Nunca acostumbraban despertar a Carlisle para almorzar a menos que tuviesen invitados, pero si los hubiese habría de ser avisado, probablemente este no era el caso. La segunda opción, y la que ahora tenía más sentido después del percance en la mansión Browning, sería que se vendría un sermón. Preparado para lo que vendría, tomó valor camino al comedor principal luciendo apenas camisa y pantalones que dejaba a entrever que no estaba muy animado para la ocasión. Para cuando divisó a su padre con mirada solemne, intentó balbucear alguna excusa pero antes de que pudiese, o intentase siquiera, Arthur espetó;
—Tienes suerte de que Aro Nightray haya decidido dejar pasar tus imprudencias del día anterior —dijo Arthur dirigiéndole una mirada de desprecio —.¿En qué pensabas? Aro y su esposa Aniss se encontraban ese mismo día abajo. No sé que te guardas con esa joven, pero será mejor que lo dejes.
—No guardo nada con ella, padre. Gracias a ustedes, ya no hay nada más —replicó Carlisle con gesto cansino.
—¿Insinúas que es nuestra culpa? —convino a decir Érica —.Tu conducta nos pudo haber costado todo el prestigio que tu padre ha luchado por mantener en años.
—No creo que le cueste mucho volver a tenerla, al menos una fiesta o dos. ¿No es así, padre? —agregó indómito Carlisle con gesto turgente.
—Por supuesto. Ya que lo mencionas, será bueno que te prepares para esta noche, porque daremos una celebración por la unión de tu amante y tu amigo —comentó reticente Arthur.
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Lazos
Historical FictionGladys Hamilton regresa al Reino Unido después de haber terminado sus estudios en América. Por supuesto, no regresó porque quisiera, sino porque a Gladys se le ha asignado el deber que a todas las muchachas de su edad se les destinaba en 1873; casar...