Capítulo 14: ¡El sí!

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El pueblo londinense casi olvidaba que alguna vez existieron las Hamilton's, inclusive sus nombres se habían vuelto impronunciables. Las personas dejaron de hablar del tema con el paso de las semanas y tan pronto como dejaron de hacerlo, el Londres Lite dedicó unas últimas palabras en sus columnas;   —Se ha cumplido un mes del desafortunado secuestro, la búsqueda no avanza, pero permanecerá en la consciencia de aquellos el infortunio de habernos privado de la presencia de las damas más alegres que tendrá Londres. Y por supuesto Londres no olvida a las jóvenes hijas de la alta aristocracia. Siempre recordaremos a Miss Gladys, y a Miss Esme; que Dios las guíe de vuelta a casa—.

Elizabeth Hamilton no había sido vista en público desde el secuestro de la menor de sus hijas. La servidumbre había comenzado el rumor que los Woodgate habían venido a visitarla en persona, pero que la berlina no había ido más lejos que la calzada del portón de entrada. Elizabeth no estaba para visitas, y solo dos de sus sirvientas la asistían diariamente en sus tareas; ambas solo podían dar fe de que se encontraba viva, pero ninguna emitía mayor detalle que ese. Las Hamilton's siempre habían tratado muy bien a la servidumbre, por lo mismo era de esperarse la fidelidad de aquellas. 

—Sra. Elizabeth, ¿desea que se le traiga el periódico? Le han dedicado unas palabras a sus hijas en conmemora —explicó Aurelia, la ama de llaves y una de las sirvientas más viejas de la servidumbre de la mansión Hamilton. 

Elizabeth se lamentaba sentada frente a la ventana, como si estuviese contemplando la vista de afuera, de no ser porque las cortinas se encontrasen cerradas. Al día anterior, ella misma había mandado a poner las cortinas más oscuras de la mercería, y aunque nadie preguntara por ello, casi se podía deducir que se había negado a ver la luz del sol hasta que no aparecieran sus hijas, como alguna especie de huelga, pero claro que ello resultaría convincente si en el paso de los días no hubiese dejado de comer, e inclusive de recibir visitas. Todo parecía apuntar que Elizabeth se encontraba depresiva. 

—Tírelo, o regálelo a las sirvientas. Esas jóvenes creen que no me doy cuenta cuando husmean detrás de las puertas —espetó Elizabeth —.Ninguna columna en el periódico devolverá a mis hijas. 

Dicho esto, Aurelia desaparece detrás de ella, probablemente yendo a deshacerse de aquél ramillete de hojas que ahora mismo no había hecho más que enojarla. Mientras que Elizabeth, por su parte, pensaba para sus adentros lo silenciosa que se escuchaba la mansión, inclusive con los cientos de pasos de la servidumbre caminar de aquí para allá. Quizás se debía a que sus hijas le faltaban. Recordó entonces, que aunque Gladys se encontraba estudiando en América, Esme recorría a menudo los pasillos cantando en las mañanas, hasta que usualmente era regañada por ello. 

—Perdonen mis niñas, perdónenme —dijo tras echarse en un mar de lágrimas. 

Pensó entonces, que ella había empujado inconscientemente a sus dos hijas al abismo de su secuestro tras la búsqueda de formalizar un matrimonio conveniente —quizás, debió apreciar más de sus virtudes—pensaba a menudo después del secuestro de Esme. En su mente añoró no haber pactado la boda con Woodgate, éste ahora le resultaba la persona más odiosa del mundo, e inclusive todos los presentes que habían llegado de la familia por condolencias, habían sido regalados a la servidumbre. Doña Aurelia había hecho un pequeño jardín con muchas de las flores que mandaba la familia Woodgate diariamente recordándole que contaba con el apoyo de éstos. Pero, ¿de que servía el apoyo social de los Woodgate si habían secuestrado a sus dos hijas frente a sus narices? Habría de pensar que fue planeado por ellos, de no ser porque los Woodgate resultaron muy afectados con el secuestro. Después de todo, el pueblo dudaba del poder y la seguridad de los suyos una vez los malhechores lograron escapar ilesos e inclusive dejando inconsciente a Carlisle, sin mencionar que a partir de ahí, se había vuelto un blanco fácil para los rumores que lo acusaban de ser mal augurio, inclusive muchas de las jóvenes de la alta sociedad no lo tomaban como postor por el solo miedo de acontecer el mismo trágico destino que las Hamilton's. 

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