La noche anterior habría sido la velada perfecta para cualquier damisela de la alta aristocracia; Un banquete, vestidos petimetres, e incluso un apuesto caballero de ojos azules almibarados. Claro, había un pequeño detalle...el secuestro.
Gladys apenas pudo pegar el ojo mientras que sentía que el barco-prisión, en el que se encontraba rehén, se movía rumbo a su padre, o eso aseguraban sus secuestradores. Inclusive en alguna parte de sí misma, guardó las esperanzas de que fuese verdad. Después de todo, ¿quien no daría todo por ver a su difunto padre una vez más? Pero el tan solo pensarlo lo hacía una idea descabellada. Su padre estaba muerto. Lo enterraron ante sus propios ojos, o bueno, casi; Había muerto de cólera, su cuerpo había entrado en un estado de putrefacción casi inmediata por la misma enfermedad, apenas pudieron despedirse con un ataúd cerrado.
—¿Hace cuanto que estás despierta? —preguntó abriendo los ojos Esme, mientras le dirige una mirada somnolienta a su hermana Gladys, que se encontraba a su lado con los ropajes de la noche anterior —.No te has cambiado...
—Quizás porque solo tengo dos vestidos —atinó Gladys.
—Pues apuesto que ese hombre debe tener un salón lleno de ellos. Es decir, sino, de dónde ha sacado ese.
—De todos modos no pienso pedírselos —espetó.
—Puedes usar el mío si quieres. Después de todo, ¿no había traído dos? Además, no pienso vestirme para ellos.
—Y yo menos —agregó Gladys —.Hermana, ¿puedo hacerte una pregunta?
Esme asintió con la cabeza, pensó por un momento que su hermana se había enterado de su arrebato virginal con Carlisle, pero luego borró la idea rápidamente.
—¿Mi madre te obligó a que siguieras adelante el compromiso con Woodgate? —inquirió.
Esme echó un suspiro con la mirada al suelo, avergonzada por la inefable situación en la que la había metido su madre. Se permitió entonces solo asentir con la cabeza sin poder mirarle, oculta bajo un manto de arrepentimiento que se le notaba en la mirada.
Gladys se pone en cuclillas y le busca la mirada mientras la toma de las manos.
—Esme, no te apenes de lo sucedido. El error ha sido de nuestra madre...—murmuró —.Además, habías pensado que estaba muerta.
—Eso lo hace aún peor. No hemos respetado el luto...—replicó con arrepentimiento.
—Pero no ha pasado, eso es lo importante. Nuestra madre de seguro tiene sus motivos —soslayó asidua mientras la veía a los ojos.
—Los Woodgate no son buenas personas Gladys, el conde Woodgate insistía en el compromiso. Nuestra madre al principio no quería, pero él siguió insistiendo. Además, su hijo... —farfulló.
—¿Su hijo que, Esme?
De pronto a Esme le pareció que sería demasiado contarle a su hermana que había perdido su pureza, y que quien se la había arrebatado era un Woodgate. No quería causarle más problemas a su hermana, ni mucho menos hacer que culpe a su madre. Se negó para sus adentros y continuó.
—Pues, parece ser amante de Victoria —consiguió decir.
—¿De Victoria Browning? Pues menuda noticia, aunque no es de sorprenderse. Ella no se ha mostrado muy amigable cuando llegué de América.
—Pareciera que se amaran. Aunque creo que ninguno de los dos lo admitiría, pero he notado como se miraban en las cenas, inclusive como se buscaban el uno al otro en los eventos. Y allí estaba yo intentando no perder los estribos. Te aseguro que era insoportable.
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Lazos
Historical FictionGladys Hamilton regresa al Reino Unido después de haber terminado sus estudios en América. Por supuesto, no regresó porque quisiera, sino porque a Gladys se le ha asignado el deber que a todas las muchachas de su edad se les destinaba en 1873; casar...