En los titulares de los periódicos de Londres ya se lamentaba la pérdida de la joven Esme Hamilton, entre líneas, se le daba los más sentidos pésames de parte de la alta aristocracia a Elizabeth Hamilton, que se encontraba cubierta por un manto de desgracias para la sociedad desde su viudez y ahora el secuestro de sus dos únicas hijas.
Y mientras la alta sociedad intentaba lidiar con el dolor de un secuestro doble, y el temor de que le pudiese pasar a cualquier otra familia adinerada, las jovencitas comenzaban a atrincherarse en sus mansiones y los más profundos miedos de Arthur Woodgate comenzaron a tornarse realidad. Entre avisos en periódicos se aconsejaba sumo cuidado, que ninguna mansión estaba segura, y que ninguna familia podía contar con plena seguridad, si la mansión de los Woodgate había sido irrumpida, nadie estaba a salvo. Se alertaba entonces, que dos hombres cuyos rostros no eran más que bocetos, estaban en la ciudad y la vida de todas las jovencitas peligraba. Pero lejos estaba de ser aquél murmullo una verdad. Los dos verdugos ni siquiera se encontraban en la ciudad, de hecho, ya estaban a bordo de su propio crucero. Pero claro, nadie habría de imaginar que el secuestro venía de parte de un conde, y menos de un Collingwood.
—Srta. Por favor, deje de llorar —suplicó Howard cansado de escuchar el insistente lloriqueo de la joven Esme en lo que llegaban al crucero.
—¡¿Que me van a hacer?! —exclamó ella entre sollozos —. ¿Van a matarme?
La berlina se detuvo y Heather procede a escoltar a Esme. Le extiende la mano con gesto cortés para ayudarla a bajar, pero ella le rechaza el gesto.
—Respondame —insistió —. ¿Van a matarme?
—Por mucho que desee matarla porque me ha irritado bastante todo el camino con su lagrimeo, no está en mis planes —acudió a decir Howard mientras baja de la berlina —. Además, para que vea que somos buenas personas. La haremos encontrarse con su hermana.
—¡¿Gladys está aquí?! —suscitó Esme con entusiasmo.
—¡Claro! —exclamó Howard en tono burlón —¿Ahora podría ser cortés y permitirse ser escoltada por mi sirviente? Y por favor. Sin mas lágrimas.
Esme asiente con la cabeza rápidamente y procede a tomar la mano del joven Heather, mientras que éste, la acompaña por el puerto. Ingenua, ni siquiera se molesta en ver de reojo si hay alguien allí para ayudarla, se apresuró a ver a su hermana, que desde hacía casi dos semanas que solo era una figura de humo.
Al subir al navío, no puede evitar ver la suntuosidad del espacio. Jamás había pisado un navío de semejante magnitud, y mucho menos de tanto ímpetu. Entonces no tardaron en aparecer preguntas. ¿Sería todo esto robado? Habría de ser imposible que estos dos jóvenes, con tan solo un poco más de su edad pudiesen tener tanta riqueza, y cuanto menos ser dueños de semejante escaparate. El joven morocho de ojos verdes le apresura el paso a través de los pasillos del barco, en lo que la lleva al último camarote de un angosto pasillo en la segunda planta.
La puerta se abre y sus ojos se entrecruzan con los de, nada más y nada menos, que su hermana desaparecida, Gladys. Su cuerpo es empujado hacia dentro, pero eso no importó mucho. Ambas corrieron la una a la otra para fundirse en un cálido abrazo. El reencuentro, después de haber pasado dos semanas seguidas soñando cada noche con que esto pasara. Quizás no de este modo, pero a Esme le alegraba sentir el tacto de su hermana al abrazarla, y más después de haber sentido el tacto de un hombre al violarla la misma noche en la que la trajeron a la fuerza a un navío con destino incierto. Tantas cosas habían pasado, de pronto, se sintió frágil y pequeña, sin fuerzas para seguir luchando. La presión de todo el tiempo sin Gladys comenzó a verterse en lágrimas que no cesaban, incluso tan siquiera lloraba por haberla encontrado, lloró entonces por todo lo que sufrió desde que secuestraron a Gladys y tuvo que tomar su lugar, lloró por todo aquello que su hermana habría estado viviendo. Se sintió inservible y estúpida, por estar llorando por haber perdido la virginidad, mientras que su hermana había estado encerrada, y le habrían hecho vaya a saber qué.
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Lazos
Historical FictionGladys Hamilton regresa al Reino Unido después de haber terminado sus estudios en América. Por supuesto, no regresó porque quisiera, sino porque a Gladys se le ha asignado el deber que a todas las muchachas de su edad se les destinaba en 1873; casar...