Capítulo 10: Rivales

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Desde la desaparición de las Hamilton, la alta aristocracia estaba más que indignada por los raptores, y exigían además del repudio social de ellos, su inmediata captura. Ya nada quedaba de la petimetre Elizabeth Hamilton, que desde el secuestro de su última hija, Esme Hamilton, no había salido a ver el sol siquiera. La servidumbre rumoreaba que no dejaba entrar tampoco a las sirvientas que la ayudaban a cambiarse, y en repetidas ocasiones habían invitado a Elizabeth a eventos a continuación. Pero desde el trágico acontecer, lo cierto es que Elizabeth era una figura de humo. 

Además, el joven Carlisle Woodgate se había hecho presente en varias ocasiones en movilizaciones del pueblo, inclusive se habría hecho una ''noche de velas'' para lamentar la pérdida de las jovencitas. Carlisle presenció aquellas, brindando también un bosquejo de los secuestradores, en visto a que él fue el último en verlos. Pero la asistencia perfecta de Carlisle a un evento solidario no fue solo influenciado por su desliz con los secuestradores, sino que también por los rumores de su indecorosa actitud en la celebración de esa noche, y después de todo, se habían tomado a los golpes con Allen Nightray. Los estrechos lazos de dos familias que hasta hace poco eran amigas, como lo eran los Woodgate con los Nightray, ahora mismo estaban en discusión, por lo que según dicen, una mujer. Y esa mujer, sería nada mas y nada menos que Victoria Browning. Cuanta deshonra para las Señoritas Browning, tener que estar envueltas nuevamente en un vericueto entre hombres...

Pero nada se les escapaba a estas familias, y en tanto se pusieron a rodar los chimentos de la alta aristocracia, se organizó un paseo de caridad en donde eran protagonistas los mismos participes de aquél triángulo amoroso del que hablaban los invitados que presenciaron el evento —y aquellos testigos del desafortunado percance como la inseguridad de la mansión Woodgate, el secuestro de la Srta. Hamilton, y la desatinada pelea entre Carlisle y Allen—tenían un peso importante en la alta sociedad; Los Lampard. 

No se tardó entonces, en organizarse un paseo de caridad en contrapartida. Se echaron a andar por la plaza del Parlamento, Victoria junto con su asesor y amigo; Leonardo Lovelace. Mientras que atrás y a pasos más lentos caminaban entre carcajadas Carlisle y su aparentemente aún mejor amigo, Allen. Ambos caminaban con una bolsa de regalos para los chicos que se acercasen a la plaza. Un gesto gentil y desinteresado días antes de noche buena. Las señoritas de más bajos recursos a lo lejos sonreían y mandaban a sus hermanos menores a escoger un regalo agradecidos con éstas familias. 

—No se que me da más lástima, si aquellos dos teniendo que estar juntos para hacer esto, o los niños que vienen a por regalos pensando que los ricos algún día los tendrán en cuenta —espetó Victoria mientras los veía al sentarse en uno de los asientos de la plaza.

—Los niños solo quieren juguetes Victoria, no necesitan la aceptación de la alta sociedad. Son solo niños queriendo ser niños —agregó Leo contemplando a los niños formando colas para recibir sus regalos. 

—Que dicha, ¿no? Nosotros nos hemos venido casi obligados aquí siendo adultos, solo para la aceptación social, y estos chiquillos han nacido libres de ello —agregó al mirar al mismo niño. Pero rápidamente deshizo la idea de su mente —.Pero quien quisiera ser pobre, ¿verdad? Es mejor ser una Browning. 

—Por lo menos tu te bañas —murmuró Leo antes de echarse unas risas. Victoria le sigue las risas mientras que una niña se le acerca al banco donde ambos carcajeaban. 

—¡Miss! ¡Miss! —exclamó la niña acercándose. 

Victoria gira el rostro para verla mientras que le dirige una mirada despectiva a sus apariencias. 

—¿En que te puedo ayudar? —logró decir, mientras que para sus adentros, intentó bloquear su sentido del olfato para no olerla.  

—¿Aún no sabe nada de Miss Hamilton? —instó con la mirada expectante de lo que diría a continuación. 

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