Faltaba seis días para la boda más esperada por el pueblo londinense, la que uniría el linaje de los Nightray junto con las Browning, luego de la serie de desafortunados percances que había acontecido la ciudad, no era de esperarse que la alta sociedad buscase distraerse con la nueva celebración. Las expectativas a la boda eran cuanto menos de excelencia, y más aún después de la frustrada unión que se intentó llevar a cabo entre Carlisle Woodgate y Esme Hamilton, que finalmente terminó por lapidar la buena honra de Carlisle, y que se llevó consigo a la menor de las Hamilton's. Aunque hubiesen rumores de que Carlisle no había perdido su encanto con las mujeres, ya que se lo había vinculado recientemente con Diane Shepard, el menor de los Woodgate lejos estaba de querer ver a alguna de las hijas solteras de la alta aristocracia, y se encontraba ahogando sus penas en costosos bares para los jóvenes de alta cuna.
—Otro trago, por favor —indicó Carlisle al cantinero. Éste, hace rebosar el vaso de cerveza negra con mala gana. Carlisle se encontraba en el bar desde hace unas horas, y se había vuelto habitué del lugar en cuanto el joven Nightray y Victoria anunciaron su casamiento.
—Suele decirse que la cerveza negra es buena para llenar estómagos, que inclusive puede llenar más que un banquete —comentó Leo Lovelace mientras tomaba asiento junto a Carlisle en la barra.
—¿Que hace alguien como tú en un lugar como este? —inquirió Carlisle al verlo.
—A menudo vengo por unos tragos. Además, es el único lugar en el que personas como yo podemos desinhibirnos —explicó Leo, y acto seguido le guiña el ojo a Tate Wells, el hijo menor del duque Wells.
Carlisle observó la situación y se devolvió nuevamente a su trago de cerveza. Sabía que ese tipo de relaciones se llevaban a cabo en el pueblo, así como también sabía que a Leo le atrajeran más los portes masculinos que las virtudes de las mujeres, y aunque no entendía profundamente porque, no le importaba lo suficiente como para decir o hacer algo, y mucho menos al mejor amigo de su amada Victoria.
—No sabía que el menor de los Wells inclinase por ese lado —secundó Carlisle mientras bebía un sorbo de cerveza.
—Ni siquiera él lo sabía hasta hace poco, cuando comenzó a frecuentar este lugar. Te sorprendería las cosas que hacen los hombres mientras beben —respondió Leo con candidez —.Y a todo esto, ¿que te trae por aquí?
—Tenía ganas de salir un poco de la mansión. No es como si me dejaran beber solo en mis aposentos sin interrupción.
—Entiendo, aunque de todos modos es sorpresivo encontrarte solo por aquí, y más cuando eres el pretendiente de Diane Shepard.
—¿De Diane? ¿Acaso ella se lo ha dicho a todo el mundo?
—Más bien Arthur y Reed Shepard se lo han dicho a todo el mundo. Ya sabes sobre cuantos rumores comienzan desde el adalid de la alcurnia.
—No tengo ningún interés en esa señorita, Leo. Jamás me han gustado ese tipo de mujeres, además, ni siquiera me gustan las rubias.
—Aún te gusta Victoria, ¿no es así?
Carlisle solo bajó la mirada a la cerveza nuevamente en respuesta. Admitirle al mejor amigo de Victoria era casi como admitírselo a ella. Debía pensar profundamente lo que le convendría a continuación, pero tampoco es que le quedara muchas ganas de pensar con tanta cerveza encima. Y bien se dice que los borrachos siempre dicen la verdad...
—No entiendo que le ha visto ella a Allen. Es más, ni siquiera sé desde cuando comenzaron a estar juntos. De haberlo sabido antes quizás...
—¿Quizás que? —instó Leo expectante.
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Lazos
Historical FictionGladys Hamilton regresa al Reino Unido después de haber terminado sus estudios en América. Por supuesto, no regresó porque quisiera, sino porque a Gladys se le ha asignado el deber que a todas las muchachas de su edad se les destinaba en 1873; casar...