Capítulo 8: Erukönnem, la era de los hombres

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Inicia la tercera era.
Sonnatinem levanta su luz por el este y la oculta por el oeste. Apenas se oculta la luz de Sonnatinem, Maintinem levanta la suya por el este y la oculta por el oeste. Así no le dan a Amchuis tiempo suficiente para derribarlas.
Los mannen bajaron de las montañas y encontraron buenos lugares cerca de la protección de Erglütinem para construir sus casas y asentar las primeras poblaciones.

Amchuis estaba molesto por no poder salir cuando quisiera. Él y sus criaturas se escabullían en las sombras. Amchuis tuvo que construir profundos túneles bajo la tierra para crear su guarida. Él estaba molesto con los Tinei. "¡Teniendo tanto poder! Esos Tinei se limitan a obedecer a Eru." Pensaba "Pero los hombres hacen lo que les place... solo que no conocen su verdadero poder. Lo único que quiero es que los hombres sean conscientes de su capacidad y dejen de seguir a los Tinei. ¡Si tuviera a los hombres de mi lado podríamos construir un mundo libre!"

Amchuis se las arregló para acercarse a los hombres una vez más.

En una noche oscura sin luna, disfrazado de humano se escabulló en las aldeas de los hombres y empezó a enseñarles el uso de los metales. Les dijo cómo tendrían que cavar hondo en la tierra hasta hallar rocas que brillen como la piel de sus dioses. En la siguiente noche en que no hubo luna, volvió de igual manera, y les enseñó a leer y a escribir. Y así, Amchuis volvía y les daba un poco más de conocimientos. Los mannen estaban muy contentos, aprendieron y mejoraron de inmediato.

Empezaron a desarrollarse aceleradamente. Pronto no necesitaron de la ayuda de los Tinei, quienes sin sospechar nada, se contentaron viendo avanzar a los hombres cada vez más.
Ni siquiera los Tinei sabían que las rocas de metales brillantes, o "tinkinei" como los llama la gente del mar, hacían que el veneno de Amchuis reviviera en las almas de los hombres.

Según la gente del mar, todo el conocimiento que tienen los hombres acerca de todas las artes (música, pintura, poesía, escultura, etc..) se les atribuye a los Tinei. Y todos los conocimientos que tienen los hombres acerca de todas las ciencias se le atribuyen a Amchuis.

Amchuis les enseñó cosas útiles a los hombres, pero así mismo sembró en ellos la semilla de la avaricia. Aprovechándose entonces del deseo de los hombres de construir cosas cada vez más grandes, Amchuis insinuó que deberían construir una torre tan alta que llegue hasta el cielo para poder explorarlo.
Los hombres entusiasmados y llenos de curiosidad empezaron su labor. Su torre llegó cada vez más y más alto, hasta que realmente alcanzó el cielo. Esa magnífica obra fue terminada pagando un alto precio de vidas humanas, mucho oro y una montaña entera que minaron para obtener materiales.
Iridtinem recibió de repente una enorme cantidad de almas y preocupado fue donde su esposa, que no paraba de pintar. Igrudtinem sin quitarle los ojos a su trabajo le dijo: "No te diré lo que ocurrirá en el futuro Irid, tan solo ve al exterior, avísale a Arden que los hombres destruyeron su montaña, dile a Erglü que las aguas están envenenadas, y diles a Atrag, a Etreie, a Sonna y a Main que la obra de la ambición de los hombres está llegando hasta sus aposentos."
Iridtinem fue presuroso y avisó a cada uno de sus hermanos.
Los Tinei hallaron la torre en el momento justo. Los humanos celebraban con vino, banquetes y excesivos bailes. Amchuis se encontraba en la cima de la torre, mostrando su verdadera forma. Enorme, majestuoso, con sus alas extendidas y su escamosa piel de color cobre. Se paró en dos patas y de un zarpazo derribó la luna. Luego se precipitó hacia el suelo, y en un abrir y cerrar de ojos, tomó dos puñados de personas entre sus garras y se alejó volando en la oscuridad. Maintinem y Etreietinem volaron tras de él hirviendo en ira. La tierra se congelaba a su paso. No se detendrían hasta encontrar al dragón, culpable de destruir la plateada luz de la noche.
Atragtinem también estaba enfadado como nunca con los hombres, cómplices de aquel desastre. La ira de Atragtinem se manifestó como lluvia de fuego, y Ardentinem viendo a la tierra carcomida, gritó de dolor. Los suelos se estremecieron y la torre cayó convirtiéndose en una montaña de escombros.
Sonnatinem no alzó su luz durante esos días, dejó que la tierra se congelara, así Amchuis no podría huir por donde quisiera.
Iridtinem se llevó a todos los muertos, solo la mitad sobrevivió a esa catástrofe.

In TenebrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora