CAPÍTULO III Reminiscencias

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La tarde estaba llegando a su fin y el sol comenzaba a ocultarse poco a poco en el horizonte.

El viento golpeaba contra su rostro y hacia mecer en un suave compas las espigas en aquellos campos, dándoles la apariencia de olas en un hermoso mar dorado.

Mientras avanzaba en medio de los trigales; acariciaba las plantas y podía sentir su característica aspereza en sus dedos.

A lo lejos podía ver a docenas de campesinos trabajando en la siega. Mientras sus hijos corrían de un lado a otro persiguiéndose y riendo. Él observaba detenidamente aquella escena que le provocaba un sinfín de emociones.

La tranquilidad que se experimentaba era casi palpable y le provocaba un sentimiento de clara nostalgia.

Aparte de la risa de los pequeños, sólo podía escuchar el suave murmullo del viento a su alrededor. Pero no se encontraba solo; alguien más estaba cerca de él, podía sentirlo sin necesidad de girarse… En verdad amaba esa presencia, la amaba más que a cualquier otra y se sentía seguro a su lado.

-   Ojala pudiéramos olvidarnos de todo lo que está sucediendo. – esa persona habló con un claro matiz de tristeza en la voz.

-   Eso es imposible… - le respondió, mientras su mirada era atraída por varias libélulas que revoloteaban frente a él, como presumiendo las iridiscencias que los rayos del sol provocaban sobre sus alas. - … si nosotros no hacemos algo, nadie podrá hacerlo. Por tanto, es nuestra responsabilidad… además… al igual que tú, yo… yo tampoco odio a los humanos…

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Abrió los ojos repentinamente. Se encontraba tendido en su cama y su habitación estaba prácticamente en penumbras; salvo por la tenue luz proveniente de la calle, que se filtraba por la ventana e iluminaba el techo con una luz plateada al tiempo que proyectaba sobre éste, la sombra de uno de los árboles de afuera.

Giró su rostro hacia la ventana. Aún era  muy de noche; pero ¿qué hora? no tenía la más remota idea. Levantó su brazo hacia el techo, su vista estaba acostumbrándose a la oscuridad de su habitación y pudo ver su mano. Estuvo observándola detenidamente, aún podía sentir claramente esa sensación, como si en verdad hubiese estado en ese campo acariciando las espigas. 

Cerró los ojos mientras suspiraba. Hacía muchos años que había experimentado consecutivamente los mismos sueños por un tiempo. Todos de lugares que le parecían sumamente familiares apenas despertaba; sin embargo después, al pensar y buscar en su mente, simplemente acababa por darse cuenta que nunca había visto en su vida ninguno de ellos.

Zero abrió nuevamente los ojos y colocó su brazo sobre la frente.

-   Se suponía que se habían ido – se dijo en un susurró.

Y en verdad así lo era,  hacía más de veinte años que no los tenía. Incluso en ese tiempo había llegado a la conclusión de que no eran sueños comunes y corrientes, algo en su interior se lo decía. Eran tan reales, que más que sueños parecían piezas de un rompecabezas buscando encajar. A veces se trataban sólo de imágenes dispersas y errantes, otros eran escenas con un poco más de coherencia; sin embargo, había unos en los que sabía que existían conversaciones; conversaciones que extrañamente al despertar no podía recordar totalmente, por más que se esforzaba.  

Sumado a todo; en esos sueños nunca estaba solo, siempre había alguien más con él, pero jamás podía ver de quien se trataba, sólo sabía que era alguien muy importante para él. Y por si fuera poco, lo más desconcertante no eran los sueños en si, sino aquella  extraña sensación de vacío y necesidad que venía al despertar. Sentía como si hubiese olvidado algo muy importante; y la nostalgia que acompañaba eso, le hacía doler el pecho.

AL FINAL DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora