CAPÍTULO V Preludio

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Se apeó de su montura y comenzó a acercarse a ella. La tarde llegaba a su fin, y el viento mecía en un suave compas las espigas de trigo a su alrededor, al igual que su capa y algunos mechones de su hermoso pelo plateado, arrebatándoles destellos cobrizos con cada caricia del sol.

Ella no se giró, se encontraba parada e inmóvil mirando hacia un punto a lo lejos y aunque no podía ver su rostro, podía percibir una clara sensación de melancolía procedente de ella.

El que no reaccionara ante él no lo sorprendió, era obvio que sabía que estaba ahí, pero no lo consideraba una amenaza y estaban acostumbrados el uno al otro, que no había necesidad de volverse.

- Ya ha llegado el tiempo de ciega - dijo de pronto con aquella voz suave aunque firme - los hombres han estado trabajando desde temprano, las mujeres han llegado después con los niños.

- ¿Has estado aquí desde entonces?

- Estaba paseando cerca del lago, pensando en todo lo que está pasando; en mi pasado que cada día se vuelve más distante y difícil de recordar y pensando también en lo que han sido capaces de hacer los de nuestra especie... dime Kaname, ¿tu también crees que no deberíamos intervenir y convertirlos a todos?

- No. Pero los humanos son criaturas ambiguas; con una gran fortaleza, capaces de amar y odiar con una increíble intensidad. Viví mucho tiempo entre ellos y ya sabes cómo terminó todo siempre. Pero aún así no los odio... y no podría condenarlos a esta constante sed y oscuridad... jamás querría eso para ellos... ¿y tú?

- No, tampoco podría...

- Ojalá pudiéramos olvidarnos de todo lo que está sucediendo.

- Eso es imposible Kaname... Si nosotros no hacemos algo, nadie podrá hacerlo. Por tanto es nuestra responsabilidad... ¿Sabes?, he estado pensándolo y ahora sé de que forma podría ayudarlos.

- ¿De qué hablas?

- Pues de que al igual que tú, yo... yo tampoco odio a los humanos Kaname... Todos nosotros hemos nacido de humanos después de todo. Aunque sucedió que nosotros nacimos como una mínimamente... no, como una muy diferente criatura en lugar de eso. Pero a pesar de ello, mis padres me amaron en definitiva. Mis padres fueron personas muy fuertes. Ellos estaban dispuestos a pelear para protegerme aun a costa de sus propias vidas... Aun cuando ellos eran unas existencias significativamente frágiles comparadas conmigo; y esa es la razón... Kaname... por la que yo no puedo perdonar a quien olvida cuál es su propósito en la vida y juega con las débiles pero fuertes vidas humanas que instintivamente mantienen la esperanza. De ningún modo podría seguir mirando en silencio. Quiero ser útil a la gente - ella se giró y le dedicó una sonrisa y una caricia - y útil también para Kaname.

Él volvió a perderse en aquellos hermosos ojos amatistas. Pero un presentimiento le causó una punzada en el pecho.

- ¿Qué harás?...has dicho que sabes cómo los ayudarás... Sabes que cuentas conmigo ¿no es así?

- Si, por ello necesito que te quedes aquí.

- ¿Eso quiere decir que me abandonaras?

- ¿Abandonarte?....Yo siempre te acompañaré, incluso aunque estemos en lugares distintos... te lo prometo... siempre nos encontraremos y no estarás solo.

Él sonrió sutilmente y se acercó más a ella y la tomó por la cintura, atrayéndola más hacia su cuerpo y la beso; primero con ternura y luego con más pasión, hasta que ambos quedaron tendidos sobre el piso. La amaba demasiado y quería estar con ella.

Cuando se incorporó para volver a mirarla, ella ya no estaba; lo que le devolvió la mirada fueron sus propios ojos reflejados en un trozo de espejo que estaba sobre el suelo. Sus ojos carmesí y una expresión de profunda desesperación en su rostro.

AL FINAL DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora