Capítulo XLVI Ataúd

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Capítulo XLVI
Ataúd

 -   ¿Así que finalmente ha sucedido?

El suave y a la vez profundo sonido de su voz, a su pesar lo estremeció y turbó. Era la primera vez que lo escuchaba realmente, como también era la primera vez que la veía por completo, no sólo su espalda o su perfil.

Esbelta y de porte elegante, cabello largo y plateado lanzando iridiscencias doradas, sin adorno alguno más que dos trenzas delgadas que recogían el pelo a ambos lados de su rostro y que ondeaban al viento. Piel tan blanca como la suya pero iluminada por el color de las mejillas y de los labios de un bello rosado. Ojos de mirada profunda que en este momento parecían negros pues como los de él que relucían cobrizos por reflejar el ocaso, los de ella reflejaban el azul del cielo que poco a poco iba oscureciendo; pero que aun así, él sabía eran del mismo color que los suyos.

Inhaló profundamente y posteriormente contrajo el ceño en un gesto se recelo.

-   Tú... ¿Me esperabas? – Se aventuró a preguntar.

-   ¿Esperarte? – Ella sin más le sonrió; luego miró detenidamente sus propias manos y unos segundos después, nuevamente a él – No, no realmente. Aunque sabía que nos encontraríamos, no estaba segura de cuándo o cómo sería.

-   Pero, tú me trajiste aquí.

-   No, estás equivocado joven vampiro. Fuiste tú quien me trajo a mí aquí.

La miró desconcertado. ¿De qué estaba hablando esa mujer?, no, en primer lugar, ¿Por qué motivo estaba hablando precisamente con ella?, ¿Se había vuelto loco?, o, ¿Acaso era cierto lo que Liam…?

Agitó la cabeza en gesto de negación.

-   No comprendo de que hablas – dijo.

Ella nuevamente lo ignoró y paseó su vista alrededor observando todo atentamente y posteriormente miró de nuevo sus manos. Unos segundos después una débil sonrisa surgió en sus labios.

-   Comprendo… - Susurró para sí misma. Luego levantó la vista hacia él y le habló. - Al parecer éste yo sólo es la reminiscencia de un poder antiguo que reside en tu interior. Lo suficientemente grande y fuerte como para permitir que la consciencia de lo que una vez fui cobrara algo de voluntad propia para hablarte… Pero, en lo que a éste escenario se refiere, ha sido creado por ti y sólo por ti,  y… es exactamente igual a aquel en que te vi por primera vez.

-   ¿Qué?, no hay manera. Tú exististe hace miles de años.

-   ¿Miles… de años? – Ella volvió a mirar sus manos – Ya veo. Joven vampiro, ¿sabes quién soy?

-   ¡¿Estás jugando con migo?! – Le espetó con rudeza. Ella no respondió ni tampoco se inmutó por su tono de voz; por lo que él lanzó un suspiro - … Sé que tu nombre es Libelle y que eres una sangrepura.

-   Hmmp.

-   ¿Qué es tan gracioso?

-   Es que me recordaste a alguien. ¿Sabes?, eres diferente de los demás vampiros que he conocido… Aunque quizá los vampiros también han cambiado – dijo esto último más para sí. 

-   ¿De qué hablas? – preguntó él con el ceño ligeramente fruncido.

-   De que lo normal hubiese sido que lo dijeras así: Mi señora, sé que su nombre es Libelle y que es un vampiro sangrepura.

AL FINAL DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora