Capítulo XXI. Invitación y dudas

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Capítulo XXI
Invitación y dudas

Era mentira. Todo lo que le había dicho al director era mentira. Como también era mentira lo que le había dicho a Kaito, a Takuma y también a él. Incluso era mentira lo que se decía a sí mismo. No lo odiaba, no podía; por más que lo había intentado, por más que lo había deseado, por más que lo había dicho en voz alta.

No odiaba a Kuran Kaname aunque había sido el principal causante de muchas de sus pérdidas, prácticamente todas. Sin importar que los perpetradores hubiesen sido otros, él había estado manipulando los hilos desde las sombras. Él le había quitado todo lo que amaba y la vida que hubiese podido tener.

Sus padres, su humanidad, su hermano y Yuuki. Cada vez que pensaba en ellos estaba seguro y sabía que debería odiar al vampiro y que debió haber acabado con su existencia desde un principio cuando tuvo la oportunidad, pero algo en él no debería ir bien, pues por más que se había esforzado, hasta ahora no había conseguido odiarlo lo suficiente como para hacerlo. Y por el contrario, había comenzado a desarrollar cierta atracción hacia el sangrepura.

No era ningún tonto como para no haberse dado cuenta de eso ya. Pero era demasiado molesto y  desagradable sentir aquello, que prefería ignorarlo. No quería ser como los demás vampiros que sienten la inminente necesidad de doblegarse ante un sangrepura y besarle los pies. Él había podido resistirse a base de voluntad, pero al parecer eso ya comenzaba a no poder ser posible.

Desde que dejó que Kuran bebiera su sangre sabía perfectamente que estaba creando un vínculo con él. No sabía casi nada de los vampiros pese a ser uno, pero había leído algo al respecto en los registros de la asociación y también lo había sentido. Ese vínculo les permitía ser más sensibles el uno al otro; y en su caso, al ser de clase inferior, disminuía la posibilidad de hacerle algún daño al sangrepura. Aun así en ese momento no le había importado ya que lo había hecho por Yuuki, por lo que le prometió;  y porque  según esa información ese tipo de vínculo sólo afectaba las acciones y se fortalecía cuando el intercambio de sangre era mutuo y continuo, de lo contrario tendía a desaparecer. Supuestamente tenía que haber sido así, incluso creyó que había ocurrido. Por eso le desconcertaba el hecho de que fuera todo lo contrario, de que cada día que transcurría parecía que el sangrepura ocupaba un espacio mayor en  sus pensamientos.

Estaba confundido, demasiado; pero si era honesto, no tenía mucho caso seguir negándolo. Esos treinta años en los que no supo nada de Kuran, estuvo tranquilo aunque había veces en que el sangrepura aparecía en sus sueños en situaciones extrañas y vergonzosas. Esto no había durado mucho y con el tiempo esos sueños habían desaparecido. Ahora, no sólo estos habían vuelto, sino que cada que lo veía a él se sentía incómodo y cuando se encontraba cerca, aunque no lo viera, se sentía ansioso. Por ello se había repetido en más de una ocasión que tenía que odiarlo, que debería odiarlo. Incluso se lo había dicho a todos con la esperanza de que a base de escuchárselo decir se convirtiera en realidad.

Zero suspiró sonoramente mientras mantenía la vista clavada en las llamas oscilantes de la chimenea; las cuales arrancaban destellos dorados de su pelo y le proporcionaban una tonalidad más cálida a su piel.

Las sombras que danzaban en las paredes le daban un aspecto lúgubre a la estancia y por la ventana se filtraba un suave viento nocturno que agitaba las largas cortinas.

Aguardaba sentado en el sofá, con el brazo apoyado en el soporte y con la mejilla recargada sobre el dorso de su muñeca. Estaba esperándole y mientras lo hacía pensaba en muchas cosas. Pensaba en el pasado, en el presente y en lo que estaba a punto de hacer. Y por más que le daba vueltas al asunto,  sabía por demás que era estúpido, siendo él un cazador, estaba consciente de la infracción que cometería. Muchos incluso lo consideraban un tabú.

AL FINAL DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora