Capítulo X Sentimientos

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Capítulo X
Sentimientos

Desvió la mirada del libro que tenía en las manos y observó el exterior a través de la ventana que estaba junto a su asiento. Una ligera brisa mecía la copa de los árboles y el cielo nocturno estaba adornado por una inmensa luna llena que opacaba con su brillo a las estrellas.

Cualquier cosa que el anciano profesor estuviese diciendo, en ese momento le era completamente irrelevante; de hecho, estaba seguro que no era algo que no supiese ya; así que sin más, permitió que su mente viajara hacia donde realmente deseaba; Zero.

Una sutil sonrisa surco sus labios al rememorar su imagen. En el cambio de turno, en cuanto las puertas de la luna se habían abierto; tal y como esperaba, lo vio frente a la valla de estudiantes diurnas; fuerte, serio e impasible.

Contra todo lo que hubiese anticipado, su corazón le había dado un delicioso vuelco; y mientras más se acercaba a donde el joven estaba parado, sentía que absurdamente los nervios lo invadían. Había querido decir algo e incluso estaba dispuesto a hacerlo; pero cuando estaba casi frente a él, las palabras se habían atascado en su garganta y al final simplemente había pasado de largo sin siquiera mirarlo.

En ese momento se había molestado  consigo mismo pues había perdido su oportunidad de manera estúpida y lo sabía. En un principio le había parecido que sería demasiado fácil; sólo era cuestión de recitar, “buenas tardes Kiryuu-kun, gracias por tu esfuerzo” o tal vez “¿ya te encuentras bien?”, “¿Tus heridas sanaron completamente?”, “¿Cómo está tu sed?”. Pero al percibir el sutil aroma del cazador, sencillamente  no pudo decir nada.

En cuanto al joven, como era ya su costumbre, simplemente lo ignoró. Cuando pasó frente a él, el cazador desvió su mirada hacia un par de jovencitas que parecían haber querido poner el desorden. Quizá eso se convirtió en el pretexto perfecto que le impidió hablarle.

Y ahora que lo rememoraba, le era imposible no pensar lo tonto que había sido él. Se había comportado como un adolescente enamorado. Bueno, de hecho estaba enamorado, pero su comportamiento rayaba en la estupidez al punto de hacer cuestionable el hecho de que era un vampiro milenario.

Todo el fin de semana, pese a la gran cantidad de trabajo acumulado, hizo algo que no era propio de él; se permitió divagar y pensar una y otra vez en el cazador. Se había propuesto no renunciar a él; así que se lo había pasado ideando un plan tras otro para poder acercársele; y hoy que finalmente podía volver a verlo, simplemente no pudo hacer algo tan simple como saludarlo. El motivo era simple, ahora se daba cuenta que  ese joven tenía la capacidad de sacar a relucir aspectos de su personalidad que ni él mismo conocía; cerca de él su seguridad se convertía en temor, su resolución en vacilación, su indiferencia en interés; en pocas palabras, desequilibraba toda su vida.

Kaname volvió a suspirar sutilmente y miró a los presentes. El profesor seguía hablando y uno que otro noble participaba, pero él realmente no los escuchaba. Lo único que sabía es que la clase trataba de algún tema relacionado con la macro economía. Miró nuevamente el libro que tenía frente a él y justo en ese momento un destello plateado atrajo su atención y su corazón le dio un vuelco.

Desvió su mirada hacia donde su instinto se lo indicaba y ahí estaba Zero, en el edificio de enfrente, de espaldas a las aulas y parado en el borde de la azotea observando los jardines. Llevaba las manos en los bolsillos y el viento hacia mecer su gabardina y su pelo. En su brazo derecho portaba la banda negra con el escudo Cross que representaba su función como prefecto de la academia.

Esa banda le trajo recuerdos de cuando lo observaba a él y a Yuuki hacer sus rondas. Nunca le había prestado demasiada atención a Zero, siempre había estado pendiente de la joven, de su bienestar, de su seguridad y de su felicidad y al final de cuentas realmente no estaba tan seguro de haberla hecho siquiera un poco feliz. Había veces en que pensaba incluso que sólo le había traído dolor y finalmente se había ido siendo tan joven. Pero irónicamente y para su alegría, Zero seguía ahí, podía verlo, podía tocarlo.

AL FINAL DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora