Capítulo 7

1.3K 103 16
                                    

-¡Pakkún, levantate! ¡La Cerda viene para acá! -así he despertado a mi perrito esta mañana. Después de revisar mi celular, aún en la cama, encontré un mensaje de mi mejor amiga, Ino Yamanaka, avisando que a las once en punto estaría frente a la puerta.

Son las nueve apenas, tengo exactamente dos horas para poner orden en esta pocilga que me atrevo a llamar casa. Gracias al Señor, hoy es mi descanso, y eso significa que he dormido mínimo siete horas de corrido, por lo cual no tengo sueño. Bendito sábado. Me preparo rápido un cereal con fruta para el desayuno y pongo manos a la obra; lo que equivale a barrer, sacudir, lavar el baño, doblar la ropa y ordenar los muebles. Ino es una compulsiva del orden y la elegancia, un gaje de su oficio, que es el diseño de interiores. Por lo tanto, debo satisfacer sus exigencias, a menos que quiera una nueva versión de su sermón sobre la "armonía entre los muebles". Me baño, me visto y me peino, y ya está todo listo faltando diez para las once. Diez minutos después, tan exageradamente puntual, como antaño, la Cerda toca el timbre.

-¡Frentooona!

-¡Ceeerda!

Nos abrazamos dando brinquitos. Ese es nuestro saludo desde niñas, por eso es tan infantil, pero tiene mucho valor sentimental. El día de la graduación de secundaria, ejecutamos el gran saludo y la gente se nos quedó viendo con mucha pena ajena. Pero, vamos, estábamos casi llorando de emoción. Las dos siempre hemos sido unas nerds empedernidas, cualquier logro académico nos hacía flotar entre nubes y laureles.

-¡Te cortaste el pelo! ¡¿Porqué hiciste eso, eh?! ¡Era tan hermoso...! -me reprocha, casi ahogándome con sus abrazos de oso.

-Crecerá, no te preocupes -contesto, sin poder evitar reír.

Ella sigue como siempre, bella y despampanante. Contrario a mí, su cabello rubio ha crecido como nunca, y lo lleva recogido en una cola de caballo. No ha cambiado mucho en lo demás: sus facciones siguen igual de finas, y sus ojos igual de azules, aunque con un poco de maquillaje. Viste un top morado y unos shorts del mismo tono, con unas botas altas negras. Oh, si hay algo que le envidio, es su estilo: todo le queda bien.

-¿Y a qué se debe que visites tu antigua morada, eh? -le pregunto una vez dentro. Ella se deja caer en el sofá y bufa antes de responder.

-Pues, quería hablar con mi mejor amiga. Aunque si te soy sincera, ya extrañaba sentir como mi trasero se hunde en este sillón prehistórico. Vamos, Saku, urge que hagas una remodelación en éste departamento- río ante su comentario.

-Sabes que no lo voy a hacer. Al menos no por ahora.

-Ay, por favor. ¿Cuanto te puede costar un mueble decente?

-Tu definición de decente, es el equivalente a carísimo de la mía.

-Bah, exagerada  -enciende la televisión y pone un canal que pasa una película vieja -. ¿Ya hiciste de comer?

-No. No, aún no.

-¿Te ayudo a preparar algo?

-De acuerdo. -acepto, sintiendo cómo aflora una sonrisa en mi rostro cuando mi mente empieza a llenarse de memorias. Me acuerdo de cuando hacíamos un desastre en la cocina de su mamá, intentando cocinar las recetas de moda sobre galletas y pasteles. Eran buenos tiempos. Decidimos preparar una lasaña vegetariana, porque no tengo carne en la nevera, no he hecho las compras.

Se nos pasa el tiempo, conversando acerca de todos los temas posibles, como cuando éramos todavía compañeras de piso en la Universidad. Me siento unos cinco años más joven. A veces olvido cómo se siente hablar así con las personas, de esa manera tan íntima y tan agradable. Olvido que puedo reírme de la más nimia cosa. Olvido que soy capaz de soltar una perorata eterna, si me lo propongo. Olvido que a tengo un carácter muy fácil de encender. Sinplemente, olvido qué se siente estar con alguien más que no sea yo misma.

-Dime la verdad, Sakura. ¿Cuantos tipos han entrado por esa puerta desde que me fui, eh? -pregunta con aire pícaro, yo le doy un codazo.

-Eres una verdadera cerda... -ella no se ofende si la llamo "cerda", porque es de cariño. Así como yo tampoco me enfado si me dice "plana" o "frentona".

-Y tú una forever virgin- dice riendo mientras licua la salsa de jitomate para la lasaña -. En serio, ¿no has salido con nadie?

-Te aseguro que ya lo sabrías.

-¿Ni una cita? -niego con la cabeza -. ¡Cielos! ¿Qué clase de monja eres? ¡Tu último novio fue a los diecisiete! Los años no te hacen más joven y bella, ¿sabes?

-Sí, sí. Pero no necesito novios ahora. Apenas puedo conmigo misma y con mi supervivencia, como para destinar mi tiempo a otro ser humano.

-Te dije que no estudiaras nada que tuviera que ver con medicina, Sakura. -dice, suspirando -.Por más que lo niegues, no vives bien. Para empezar: el salario no cubre todas tus necesidades.

-Es mi vocación, Ino. El dinero es una cosa aparte -guarda silencio por un momento. Suena muy cursi, y ella odia ese argumento, pero es la verdad.

-Por lo menos te hubieras quedado en casa de tus padres hasta tener un ahorro más grande. Así no te las verías tan negras como ahora. -ya hemos tenido esta conversación antes, así que opto por no responder. Ella ya sabe lo que pienso al respecto. Metemos la lasaña al humilde horno de la estufa y un minuto después estamos sentadas en el comedor, frente a frente.

-¿Al menos te interesa alguien? -después de dae un bocado, Ino retoma el tema anterior. Dos imágenes vienen a mi mente: Naruto y Sasuke. Son los únicos hombres medianamente interesanted con los que he intercambiado más de dos frases en... meses. Porque no, contrario a la creencia popular, los médicos no son nada interesantes.

-Quizás, pero no creo que surja nada. -a esta mujer sólo le importan los amoríos, por eso trato de cambiar el hilo de la plática.

-¡¿En serio?! ¿Quién es? ¿Cómo se llama?

Y aquí vamos. Le cuento sobre ambos chicos de una manera bastante vaga, porque sé que le encantan los detalles, y si se los brindo, va a emocionarse de más.

-Oh, por Dios, Sakura. Debes llamar a Naruto. AHORA, ¿me entiendes? -no me da ni tiempo de replicar porqué Naruto y no Sasuke, pero me quedo abstraída en el pensamiento de que no tendría por qué protestar por eso...

-No tengo su número -trato de cortar. Ella suelta una risa.

-Oh, eso no es problema. Hoy en día existe algo maravilloso llamado internet que es el localizador más efectivo del mundo -saca su celular y abre la aplicación de Facebook, tiene cara de estar tramando algo perverso. Y creo saber de qué se trata.

-No te atreves... -ella sabe mi contraseña, puede acceder a mi perfil cada que le de la gana y hacer con él lo que quiera.

Aunque la idea era que las dos tuviéramos los perfiles de la otra, por seguridad, empiezo a arrepentirme de haberle dado mi clave. Intento quitarle el teléfono, pero ella advierte mi movimiento y lo aleja de mi alcance. En su rostro hay un brillo travieso, y antes de que pueda reaccionar, sale corriendo y se encierra en el baño.

-¡Eres una maldita, Cerda! ¡Te juro que si haces una tontería me las vas a pagar! -por más que intente abrir o golpear la puerta, por más que grite y maldiga, no abre. Puedo oír su molesta risita desde donde estoy.

A los pocos minutos sale del baño, partiéndose de risa y restregándome el teléfono en la cara.

-¡El próximo sábado tienes una cita! -exclama mostrándome el chat.

La muy puerca le mandó solicitud de amistad a Naruto Uzumaki, la cual fue aceptada casi al instante. Después se hizo pasar por mi y se puso de acuerdo con Naruto para vernos en Ichiraku's Ramen, a las dos de la tarde del sábado que viene. Tengo unas ganas incontrolables de ahorcar a Ino por lo que acaba de hacer, pero en ese momento suena el horno, avisando que la comida está lista.

-Me salvó la lasaña -canturrea, ante mi cara de fastidio.

Maldita lasaña.

MORFINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora