Capítulo 11

953 111 8
                                    

Nos vemos mas o menos así:

—JAJAJAJA NO TE CREO

—¡LO JURO, DATTEBAYO!

A que parecemos dos locos, ¿cierto? Es imposible no partirte de la risa con cada cosa que dice Naruto. Todo lo que cuenta tiene algo de elocuente y absurdo, pero es genial. Lo único que no me agrada es el calor sofocante que hace, o no sé si se deba a los cuatro shots de sake que me bebí, el caso es que Naruto está sudando y rojo, y he de suponer que yo también. Pero no me importa esa película de sudor que cubre su frente y parte de su cuello: se ve guapísimo. He notado cuando se ríe que sus dientes parecen serían perfectos para un comercial de dentífricos.

Durante la velada hemos platicado de todo, con el fin de conocernos un poco. Naruto Uzumaki es un abogado de veintitrés años que trabaja para la firma de su padre, Minato Namikaze. Le pregunté, por curiosidad, porqué no llevaba su apellido paterno; y me contestó que su mamá, Kushina Uzumaki, había fallecido en el parto y que su padre quiso que llevara el apellido de su esposa, en su honor.

—No imagino cuánto la quiso —comento, aunque la verdad no tengo idea de qué más decir.

—Ni yo —murmura, con la vista fija en su vaso — Por alguna razón, cuando te veo, veo también a mi madre. Es curioso.

—Dicen que los hombres que crecieron sólo con sus papás, tienden a buscar mujeres que tengan algún rasgo en común con sus madres. El carácter, la voz, puede que incluso parecido físico —él me mira con diversión en los ojos — ¿Qué?

—Nada —suelta una risa floja —. Es que, ahora que lo mencionas, realmente te pareces un poco a ella.

—¿En serio? ¿Como era?

—Pues delgada, blanca, ojos malva. Era hermosa... —me escanea de arriba a abajo —. Su pelo. Sí, su pelo era lo más hermoso de ella: rojo intenso, mi papá me ha contado que era tan largo que podía enredarlo en su cuello, como si fuera una bufanda.  Creo que es eso, ambas tienen el pelo de un color muy peculiar.

—No, bueno. Qué esperanzas de que yo pudiera hacer eso algún día —digo tomando uno de mis cortos mechones y enredándolo en un dedo, él se ríe por lo bajo.

—Tu pelo rosa también es fantástico. Y quizás no podrás enredarlo en el cuello de alguien como bufanda, pero como está corto puedes hacer cosquillas con él...— no me he dado cuenta de que poco a poco nos hemos acercado sobre la mesa. Si me muevo unos centímetros más, lo beso. Nos miramos a los ojos un momento. ¿Es impresión mía, o se está inclinando hacia adelante? Dios mío, ha cerrado los ojos.

Me va a besar.

¡RING! ¡RING! TURURURUUUUUTUTU

Suena mi teléfono. Como autómata lo contesto, sin mirar primero el número que marca.

—¿Señorita Harumo Sakurai? —pregunta una voz chillona.

—Es Haruno Sakura, ¿quién llama?

—Oh, perdón, señorita Haruno. Llama Fundación Taka, con motivos de informarle que uno de nuestros internos dice conocerla y solicita su presencia éste jueves, que son los días destinados a las visitas familiares.

Me desconcierto. ¿Fundación Taka? ¿De dónde he oído ese nombre?... Y lo más importante, ¿como le han dado mis datos a la recepcionista?

—¿Quien me solicita? Si es usted tan amable —Naruto me mira con inquietud.

—Eh, sí, el señor Uchiha Sasuke

Madre mía.

—¿Hola? ¿Señorita Sakura? —demoro unos segundos en recuperar el habla

—¡A-aquí estoy, aquí estoy!

—¿Puedo proceder a agendarla en la hoja de visitas para este jueves, entonces? Por los horarios no se preocupe, puede usted venir a la hora que guste a partir de las ocho de la mañana, hasta las once de la noche.

—Esta bien, agéndeme a las siete y media de la tarde, por favor.

—Entendido, muchas gracias por su tiempo, señorita Haruno. Hasta el jueves. —y cuelga. Me quedo quieta, sin poder decir o hacer nada.

—Estás pálida ¿Pasó algo malo? —cuestiona Naruto. Sacudo la cabeza intentando ordenar mis pensamientos.

—No, nada de qué preocuparse, descuida. —mi voz suena alterada a pesar de mis esfuerzos por sonar serena. Todavía estoy algo sorprendida por la llamada. —Creo que ya es hora de que me vaya.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

—No, no te molestes. Gracias, por todo—niego tomando mi bolso y levantándome de la mesa.

—Como tu quieras. —dice el también levantándose. Nos quedamos mirando. No se como despedirme —Nos... Nos veremos de nuevo, ¿verdad?

—Por supuesto —Sonrío y me animo a darle un fugaz beso en la mejilla. Antes de que reaccione, salgo disparada.

MORFINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora