Capítulo 15

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Gorro de lana café, listo. Botas de suela baja por si necesito correr o patear, listo. Chaqueta de cuero para  lucir peligrosa, listo. Lentes obscuros, listo. Jeans cómodos, listo. Oh, casi lo olvido: lápiz labial morado que nunca en la vida volveré a usar, listo.  Me miro al espejo; ahora sí estoy preparada para enfrentar a Itachi Uchiha.

Que me llamen paranoica, pero quiero tomar todas las precauciones posibles este día. No importa si ya es demasiado tarde para echarme atrás, por lo menos quiero volver a casa entera esta noche. Si trata de secuestrarme, lo patearé en donde más le duele. A él y a los que salgan a defenderlo, todos y cada uno. Toda la semana anterior no dormí. No paraba de pensar en que, definitivamente, estaba metiendo la pata, que no es raro, pero esta vez de una manera descomunal. Quizá saliera coja de esto.

Si, me he hecho más cercana  a Sasuke, pero eso no justifica que arriesgue mi vida por él. Se ve indefenso, necesitado, pero... diablos.

Soy egoísta. Muy egoísta, lo admito. Solo tengo miedo de lo que me pase a mí. Sin embargo,  creo que el mundo estará de acuerdo en que la culpa ha sido totalmente mía por involucrarme sin antes pensarlo mucho más. Evidentemente me impulsa el temor que despierta Itachi en mí.  Es un tipo capaz de todo para obtener lo que quiere, y no quiero ni imaginar que pueda incluir ese "todo". No creo que me considere más que una simple herramienta, y es por eso que le temo tanto. Desconozco los planes que tenga para mí, pero no dudo que si no los acato al pie de la letra, incluso si me niego a cooperae con él, me desaparecerá de la faz de la Tierra sin que le tiemble la mano.

Suena un claxon muy distinguido de entre todos los demás en la avenida. Es él, ha llegado por mí.
Me miro una última vez en el espejo y suelto el aire que contengo, hasta vaciar por completo mis pulmones. Tomo mi bolso, cierro bien la puerta, y al instante quiero abrirla de nuevo para buscar un paraguas al sentir frías gotas en mi nariz. Esta noche va a llover. Pero no me detengo, subo al auto de Itachi con los latidos en el cuello.

-Hola, Sakura. ¿Cómo estás?- saluda con una sonrisa tranquilizadora.

Rezo por que todo sea sólo una pesadilla,  ¿qué te parece eso?

-Excelente, gracias.

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Otra vez golpean la puerta. Saben cuánto detesta ese toc-toc, más no les importa, ellos seguirán hasta que abra. Hoy no está de humor para soportarlos, otro día quizás hasta les habría gritado que se largaran, pero si hoy no tolera ni sus pensamientos, mucho menos el sonido de su propia voz.

-Vamos a entrar. -tiene los oídos tapados con las palmas, pero aún así, siente cada nota vibrar dolorosamente.

Y entonces se escucha el sonido metálico de la puerta al abrirse, y Sasuke no puede más, gruñe de dolor.

Entra Orochimaru Kyugae en persona, seguido de su tropa de enfermeros. Dos de ellos, fornidos y con uniforme azul celeste se apresuran a levantarlo, cada uno pasando un brazo por su espalda, y esperan a que su jefe termine de acercarse lentamente a él. Aún gime de dolor.

-Cuando alguien entra a este lugar, es muy difícil que salga,  ¿sabes?- la voz siseante del hombre frente a él hace un enorme eco, por un instante, parece que solo están ellos solos en medio de la nada -. Bueno, sus sistemas ya están dañados. Es sólo cuestión de tiempo para que los medicamentos que les suministramos aquí cobren factura y finalmente mueran. Después de todo, sólo son desperdicios humanos, gente que no es productiva para la sociedad. ¿Acaso crees que el mundo tiene tiempo para lidiar con ellos? No, pequeño Sasuke, tú, y los que son como tú, no son más que estorbos. 

-Maldito... -el chico lo mira con odio. Imágenes de todos los experimentos que ha hecho con él se reproducen una tras otra.

Las correas, las agujas, las máquinas, los tubos, los líquidos ardientes, los mareos, las alucinaciones, los vómitos,  los desmayos, y todo, todo el dolor que ese infame le había obligado a soportar.

-No importa, pequeñín. De cualquier modo, ya no nos sirves de mucho. Te queda poco tiempo de vida. -él ya lo sabía. Lo sabía desde que supo qué era en realidad lo que Orochimaru mandaba inyectarle -. Tienes suerte de que tu hermano haya pagado un alto precio para que pasaras tus últimos meses fingiendo ser una persona normal. Sáquenlo.

Al menos los uniformados son respetuosos con su mal estado y lo tratan, si bien no con delicadeza, con templanza. No tenía pertenencias que recoger, así que simplemente le retiran la pulsera de metal que requería de llave para abrirse, y que tiene el escudo de la clínica y su nombre. Después le proporcionan una camisa blanca de algodón, un pantalón de mezclilla, y unos tenis que a la vista eran de segunda mano. Había llegado al lugar en bata de hospital, dentro de la clínica le daban a los internos ropa interior y el característico oberol gris. Bueno, en eso no podía quejarse, pues cuando menos, los malnacidos habían tenido el detalle de regalarle ropa. Finalmente, le hacen pasar a una oficina en el último piso, donde lo espera de nuevo Orochimaru. Sobre el escritorio cromado sólo hay un documento y un bolígrafo. El director del lugar lo mira con una sonrisa reptil.

-Es un contrato de confidencialidad. -empieza, al ver que el muchacho ni siquiera parece interesado -. Realmente esto es por mero protocolo. Sé que nunca te atreverías a pasar frente una estación de policías, mucho menos a levantar una denuncia. Pero, bueno, servirá para estar todavía más seguros de que no hablarás con nadie sobre lo que pasaste aquí.

El Uchiha toma la pluma y la mueve sobre el papel con una lentitud estudiada, sin apartar sus negras pupilas de los amarillentos dientes de Orochimaru.

-Afuera te espera un coche que mandó Itachi para llevarte a tu nuevo hogar -pronunció estas últimas palabras con un malvado placer, pues sabía que el joven repudiaba con todo su ser a su hermano mayor -. Fue un placer haber trabajado contigo de nuevo, Sasuke.

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El silencio es pesado, intolerable, y eclipsa el ritmo pegadizo de la música del auto en el que regresamos de nuestra larga charla. Pero no se me ocurre nada que decir, no creo que sea lo adecuado después de todo lo que me he enterado. E Itachi, tan platicador y gentil, tampoco parece querer hablar. Me niego a pensar, me bloqueo. Es muy tarde y lo único que quiero hacer es descansar.

Pero no puedo fingir que simplemente voy a llegar a mi casa y voy a platicar con mis plantas como de costumbre, porque a partir de esta noche, no podré hacerlo más. Finalmente, habrá alguien más en ese pequeño departamento, que podría llamarme loca si me pillara.

MORFINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora