Capitulo 23

777 83 20
                                    

Menos mal que no pesa mucho, pensaba Sasuke. Con Sakura a su espalda, la huída emprendida parecía más difícil de lo que ya era, aunque estaban cerca del lugar donde los esperaban Jūgo y su jet. Claramente, para llegar antes que ellos, había tenido que tomar un atajo, pero éste estaba lleno de secuaces de Madara, y no quería arriesgar ni a Sakura, ni a su equipo. Por eso estaban rodeando el bosque, cuidando mucho todos sus flancos, pues iban prácticamente a campo traviesa.

-Karin, ¿cuánto falta?

-Estaremos ahí en 20 minutos.

-Maldición, apúrense.

-¡¿Más rápido?! Querrás que me quede sin piernas, ¿verdad?

-Oh, cállate, Pescado apestoso. No cuestiones a Sasuke.

-Aaaw, la Zanahoria enamorada defendiendo a su amado, como siempre.

-¡Idiota!

-BASTA.

Sobra decir que, además de la presión por que nada malo pasara, Suigetsu y Karin lo volvían loco con sus peleas. Sus nervios estaban a punto de estallar para cuando divisó la aeronave de Juugo, quien estaba visiblemente preocupado.

-Creo que buscan emboscarnos, Uchiha-san. -expresó el piloto, una vez que todos estuvieron a bordo -. Me parece muy sospechoso que nadie se haya acercado todavía.

-Pues yo no dudaría que ya estamos en la trampa, ¿ne? -comentó Suigetsu.

-Hmp, ni yo. Pero tenemos que salir de aquí lo más rápido posible.

Despegaron. Karin, monitoreando el estado de Sakura, se dió cuenta de que Sasuke no le quitaba los ojos de encima. Lo observó con más detenimiento. Nada. Sus aires de dios griego poco habían cambiado. El mismo pelo negro, sedoso, los mismos rasgos cincelados, el mismo cuerpo trabajado y tonificado. ¿Por qué se veía tan diferente entonces?

-¿Quién es esta chica, Sasuke?

-Una enfermera.

Por todos los cielos, no era tonta. Y sabía, que él sabía, que de antemano había investigado un poco sobre la chica a la que estaba atendiendo. Karin ya sabía hasta a qué horas había nacido. Pero es que todo en ella era demasiado rosa, empezando por su cabello (que de veras parecía ser rosa natural). El poder místico del internet y de la informática, combinando con su habilidad innata para averigüar cosas, le habían permitido recabar cada minúsculo detalle acerca de Sakura Haruno.

Hija única del matriminio conformado por Kizashi y Mebuki Haruno, un contador y una modesta ama de casa. Niña bien portada, siempre obteniendo notas altas y siempre presente en el cuadro de honor. De pocos amigos, más bien disfrutaba de la biblioteca, pero eso no evitó que fuera porrista en la secundaria. Bastante popular entre los chicos, aunque solo a dos les hizo caso, y de igual forma no fue nada duradero lo que tuvo con ellos. Ingresó a la escuela de enfermería, se graduó con excelencia, obtuvo su plaza y ahorró durante tres años hasta tener lo suficiente para independizarse. Actualmente laboraba como enfermera de turno nocturno en el Hospital General de Konoha y vivía sola, con su perro. A Karin no dejaba de asombrale el cómo alguien con una vida tan sosa estuviera, en estos momentos, a bordo de un aeronave robada, junto a un cuarteto de criminales consagrados, huyendo hacia las Filipinas o Haití. De cualquier manera, la única certeza que tenía en ese momento, era que Sakura Haruno era más que una enfermera para Sasuke Uchiha.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.


Corro por un laberinto, descalza, con la ropa hecha jirones y un calambre persistente en la pierna derecha. Luego, un hombre cuyo rostro no distingo me está ahorcando contra la pared, pero alguien me salva. Corro junto a esa persona. Y después nos tiramos al piso, hay fuego en todas partes, aunque no nos quemamos. Volvemos a correr. Es el último tirón para salir de ese laberinto. Después hay más fuego, mucho más abrasador que el anterior. Sólo escucho mi grito.

¡SASUKE!

Y despierto. Es como si no tuviera cuerpo, como si estuviera todo adormecido. Apenas muevo los ojos, tratando de ubicar en dónde me encuentro. Definitivamente no es una habitación, parece la parte trasera de un coche, pero más amplio. El extraño sueño que tuve me pone nerviosa; mi sexto sentido me indica que algo está mal, muy mal.

-Ne, ya despestaste, princesita.

Busco a quien dijo eso, es un hombre, el mismo que me salvó del tipo que me ahorcaba. Me sé su nombre... ¿Sugotsu, Senguetsu?

-¿Quién eres? -Suelta una risilla. Su actitud tan relajada me pone más inquieta.

-Me llamo Suigetsu, primor -trae en la mano una bebida energizante, me sorprende su tranquilidad. Se levanta de su asiento -. Nee, Zanahoriaa, ya despertooó.

Antes de siquiera preguntarme quién es la tal Zanahoria, una chica pelirroja y de gafas aparece en mi campo de visión, golpeando con los nudillos en la coronilla al tal Suigetsu.

-¿Cómo te sientes? -me pregunta, con un poco de malas pulgas.

-Como si me hubiera caído de las escaleras, ¿eso pasó? -Ya sé la respuesta, en ese momento ya sé que ese sueño que tuve en verdad no era un sueño, si no memorias. Es similar a lo que te pasa al despertar de una buena borrachera: al principio, no sabes ni cómo te llamas, pero a los minutos eres plenamente consciente de tu horrible realidad y de todas las estupideces cometidas.

-No exactamente. Aunque si ya te sientes dolorida es una buena señal, incluso tus signos vitales se normalizan. Tienes una buena recuperación.

-Y no es lo único que tienes bueno, ¿ne? -Hubiera querido poder darle esa patada al barbaján de Suigetsu yo misma, pero Karin lo hace por mí y se lo agradezco en mis adentros.

Pasado un tiempo, empiezo a adormecerme. Karin y Suigetsu están sentados en extremos opuestos de la aeronave en la que estamos (ahora sé que estamos volando a un lugar que desconozco). A estas alturas ya debería haber preguntado hacia dónde nos dirijimos, pero la verdadera pregunta creo que es: ¿Tiene caso saber? Ni siquiera el trabajo me preocupa en estos momentos, supongo que al día de hoy estoy irremediablemente despedida, por ausentismo laboral. Mis padres y yo nos comunicamos cada mes, y muy probablemente, mientras yo estoy sobrevolando el cielo hasta no sé qué lugar, ellos estén relajándose en algún hotel-spa de cualquier sitio paradisíaco. Por quien sí me siento un poco mal es por Ino, que de alguna extraña forma está más pendiente de mí que mi propia madre, y que tal vez ha empezado a preocuparse al ver que no respondo sus mensajes. Pero estoy segura de que no le dará muchas más vueltas al asunto y seguirá con su perfectamente organizada vida al otro lado de la ciudad. Pakkún está abastecido de comida como para medio mes; para ese entonces, tal vez mis padres e Ino ya estén lo suficientemente intrigados con mi ausencia. El perro ladrará y rasgará la puerta pidiendo comida, algún vecino se dará cuenta de que la dueña de la casa no llega, llamará a los bomberos y éstos tirarán la puerta. Tratarán de localizarme, y como no contestaré el teléfono y el hospital alegará que fui despedida, me darán por desaparecida. Se abrirá un caso con el nombre de Sakura Haruno, y pronto, mi cara estará en los postes de alumbrado público y en las paradas de autobuses y del metro. Cabe una remota posibilidad de que una que otra persona, de veras, se dé el tiempo de buscarme en las calles, pero nunca me van a encontrar. Ino y mis padres, Tsunade, Shizune y tal vez Naruto me buscarán, se preocuparán, no sabrán explicar por qué me fui. No querrán imaginarse en dónde podría estar, barajarán la posibilidad de que esté, cuando menos, viva.

Y la verdad, es que yo tampoco quiero imaginarlo.

Tan sólo sé que ya no soy yo, que a partir de hoy seré otra persona, si es que salgo con vida de ésto. Porque ni siquiera estar junto a Sasuke, o haber sido protegida por los otros tres sujetos, me da la certeza de que no volveré a estar, una vez más, en verdadero peligro. Es gracioso cómo hace poco tiempo despreciaba la monotonía de mi vida, despreciaba mi paz y mi confort; y, en cambio, ahora deseo fervientemente que todo ésto sea un sueño, una de mis fantasías, y que el despertador me haga levantarme de mi colchón destartalado a las ocho de la tarde.

MORFINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora