Capítulo 12

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El gran edificio de cuatro pisos, blanco, y con ventanas polarizadas que tengo frente a mi, luce un letrero en letras de aluminio que cita "Fundación TAKA". Y en pequeño, "S.A. de C.V."

No cuento el tiempo que me quedo contemplando las puertas de vidrio, también polarizadas, mientras mil y un pensamientos me abrazan, desde un: Vaya, ahora que conocí a alguien apareces de nuevo en escena (mismo que he desechado al instante porque no tiene sentido, el es solo un paciente guapo que jamas mostró algún indicio de interés en mí); hasta un No, Sakura. No entres. Es una trampa. Te van a secuestrar. Así de loca estoy.

Presiono el botón del timbre. Una voz pregrabada me indica el paso mientras las puertas corredizas se abren y la fuerte corriente del aire acondicionado me da directamente en el pecho. Por fuera, el lugar parece un simple complejo oficinista, pero por dentro se asemeja mas a un hotel de lujo.

Lo primero que ves al entrar es la recepción: una barra alta con decoración moderna y profesional que deja ver sólo un tercio del cuerpo de dos jóvenes, muy maquilladas, que evidentemente son las recepcionistas. Me acerco a una de ellas para preguntar cómo diablos llegar a la zona de visitas, porque presiento que me voy a perder si recorro la clinica por mi cuenta.

-Todo el cuarto piso está dedicado a las visitas -me informa sin despegar la vista de la computadora y los papeles que tiene en la mano. Doy gracias y enfilo hacia el elevador cromado que está justo al lado del mostrador.

El interior del cubículo tiene una pared completa de vidrio reflejante, así que miro mi delgada silueta y la cara de preocupación que tengo. Porque, de hecho, eso es todo lo que he sentido desde ayer en la noche cuando volvía de mi cita con Naruto.

No paraba de darme vueltas la cabeza, y algo me decía que la única razon por la que Sasuke me solicitaba era porque yo había sido su enfermera y quería consultar alguna duda conmigo o algo parecido. De ahí en más, no veo ninguna otra razón.

Las puertas se abren y me encuentro con una sala que de lejos es el doble o triple de mi departamento, con unas veinte mesitas rectangulares y acompañadas de dos sillas cada una.
En ellas están sentadas dos tipos de personas: gente común y corriente como yo, y aquellos seres pálidos y de sombrío semblante vestidos con un oberol gris, tan similar al de los convictos. Es como presenciar la convergencia entre el mundo a color y el de blanco y negro.

Busco entre las cabezas alguna cabellera ébano, misma que no tardo en encontrar. Esta de espaldas a mi, en una de las últimas filas, cerca de un ventanal que deja pasar tal cantidad de rayos solares, que Sasuke parece ascender al cielo. Me acerco con paso trémulo.

Parece que él siente mi llegada, pues se tensa cuando estoy a medio metro de su espalda. Tomo asiento, el da un respingo.

-Viniste -su voz suena como el graznido de un cuervo en luto. Observarlo me causa unas terribles ganas de llorar.

Más pálido que cuando estaba en el hospital, los labios parecen apenas dos hojas agrietadas y resecas, las cuencas de los ojos hundidas y ese pelo que el primer día me pareció sedoso, ahora luce enmarañado y opaco. ¿Qué rayos le han hecho a mi paciente?

-¿Creíste que no lo haría? -trato de que mi voz suene animada, pero, ¿para qué fingir? Estoy aterrada. Y furiosa.

-La verdad, no. Dudaba mucho que incluso lo consideraras. -Entrelaza las manos en su mentón, y noto que lleva un catéter.- Tomando en cuenta que nunca fui precisamente simpático contigo... -Ninguno de los dos dice nada por un rato, él ni siquiera aparta los ojos del piso.

-¿Qué es eso? -le pregunto, señalando la venoclisis, más por decir algo que por verdadera curiosidad. Probablemente sea algún suero para nutrirlo.

-Un analgésico inútil -responde con un gruñido -. Traté de explicarles mi situación a los que trabajan aquí, pero son unos retrasados. Y como sabrád, aquí tienen de todo, menos morfina.

Con razón estaba tan demacrado.

-Pues mejor, ¿no? Se supone que estás aquí para que te quiten la adicción. -se mantiene callado tanto tiempo que me parece haber dicho algo malo.

-Tu crees que es por gusto, ¿verdad? Crees que disfruto metiéndome esa porquería. -dice atropelladamente. Sus ojos negros parecen lásers, clavados sin piedad en mí.

-Sasuke, escúchate. Mírate. -no me controlo y le volteo la cara para que me mire. Aún así, ladea los ojos, evitándome-. No eres el primer drogadicto que pisa el hospital. Tu piensas que la necesitas, pero es solo un síntoma de tu dependencia. En realidad no la necesitas.

-Tú no has sentido nunca el maldito dolor que yo siento en cabeza.

-No, tienes razón en eso. Pero si estás seguro de que es algo más una adicción, ¿porqué no acudes a un especialista?

Abre la boca para hablar, pero la cierra al instante.

-Ya te lo expliqué. Es un mal de familia. -baja la mirada.

-¿Y si no?... -hago que me observe de nuevo. Deja escapar el aire que, al parecer, estaba conteniendo. Su rostro es una mezcla de desesperación y desánimo. Alejo mi mano de él tan despacio como me es posible, para asegurarme de que me sigue viendo.

Sus facciones se tornan duras.

-Entonces debo aguantar. No queda otra opción.

¿Como es posible que tenga tantas ganas de abofetearlo por su falta de valor? No hay porqué, pero me enojo sobremanera. El debe vivir, vivir al máximo. No resignarse a estar enfermo todo el tiempo, ni si quiera los ancianos piensan así.

-No. ¿Sabes que es lo que vas a hacer? Vas a venir conmigo al hospital a sacarte una tomografía, porque esto no me parece un simple mal genético. -le informo, sin pedirle permiso.

-¿Cómo diablos, si no puedo salir de aquí? -su mirada se afila. Tiene un buen punto. Quizás si hablo con el director del lugar.

-Le plantearé tu caso a quien esté a cargo. No pueden negarse. -se instala un silencio prolongado. Él se sume en sus pensamientos, yo me limito a contemplar cualquier reacción de su parte.

-¿En verdad estás dispuesta a hacer todo eso por mi? -pregunta después de unos minutos. No hallo cómo responder.

Por fin parece que recupero la lucidez, una voz se ríe de mí por actuar de esa manera loca y sin pensar. Tiene razón en dudar. Yo no soy nadie, no tenemos ninguna otra conexión que no sea la de un paciente y su enfermera. Jamás lo había visto en mi vida. No sé prácticamente nada de él, además de que es un total amargado, y su nombre. Ah, bueno, también sé de primera mano que es un drogadicto, y probablemente, un delincuente. Aunque, honestamente, yo no creo que sea un criminal. Por alguna razón, tengo la idea de que tan sólo es alguien con un camino muy sombrío, un pasado muy desafortunado cuyas experiencias lo han hecho ser quien (y como) es. Pero debo de admitir que lo que yo crea no tiene ningún fundamento válido. Es sólo una opinión. Y lo que es peor: se trata de una opinión que tiene todas las de perder ante los hechos.

Sin embargo, como siempre, me aferro y me arriesgo.

-Pues claro - sonrío -. ¿Porqué, si no, estaría aquí?

Y no sé si lo he imaginado, pero he visto cómo, por un fugaz momento, sus labios se curvan hacia arriba.

MORFINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora