Capítulo 26

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¿Alguna vez te has sentido como el tercero en discordia?

Como si estuvieras obstruyendo el desarrollo de algo, o como si fueras sólo un estorbo en el camino de alguien. Probablemente, sí, pero yo jamás me había encontrado en una situación igual. A lo largo de mi vida he tenido menos experiencias sentimentales que una colegiala sin nada de gracia (vamos, no es algo de lo que me sienta precisamente orgullosa), pero al menos tenía la satisfacción de que siempre había seguido las reglas. Puedo jactarme de que mis exsuegras me aprobaban totalmente para sus hijos una vez que me conocían, y eso ya sirve para dar una idea de qué tan buena chica he sido siempre.

Supongo que tiene mucho que ver el hecho de que los prospectos que elegía eran, si bien no los mejores, cuando menos decentes; muchachos estudiosos y con mucho protocolo, que se tomaban la molestia de acompañarme siempre hasta mi casa después de la escuela o que de vez en cuando tenían el buen gusto de sorprenderme con detalles cursis, rayanos a lo bochornoso.

La razón por la cual terminaba con cada novio que tenía era siempre la misma: monotonía. Claro que todo era muy lindo al principio, me refiero a eso de dejarse llevar por la locura del cortejo y del enamoramiento durante los primeros meses de la relación, pero luego llegaba un punto en el que se volvía tedioso tener detrás de mí al galán en turno, a cada minuto y en todo lugar. Por eso, mejor les daba las gracias por los buenos momentos, y me marchaba. Nunca sufrí una decepción lo suficientemente dolorosa como para marcarme para siempre; tampoco fui engañada con otras chicas, así que no sé exactamente cómo se supone que debe uno reaccionar cuando se entera que hay otra persona en medio de la relación. Después de presenciar la escena de hoy, insisto en que me siento, más bien, como si yo fuera esa otra persona en específico.

Yo estaba buscando como loca toallas y vendas para curar a Sasuke, tal como Karin me había indicado. Después de que Sasuke se desmayara ante mí, tuve la suerte de que ella y los demás estuvieran cerca del camarote. Grité por ayuda, y en ese momento entraron todos. La chica tomó el control de la situación de manera automática; a Suigetsu y a Juugo los hizo mover a Sasuke, que no reaccionaba, hasta la sala de estar. A mí, más que pedirme algo se utilidad, me mandó a buscar aquellos insumos para que  dejara de ser un estorbo, supongo. Una vez que hube reunido todo lo que me habían pedido no perdí tiempo en regresar, me dirigí a la sala común, que era donde se supone que iban a trasladar a Sasuke para que Karin pudiera atenderlo mejor. Después de desvanecerse, toda la tripulación se movilizó para tratar de reanimar a su capitán, con Karin al mando y Suigetsu y Jūgo acatando sus instrucciones. Igualmente, yo estaba concentrada en mi tarea, tratando de hacer a un lado toda la conmoción que me había dejado la inesperada visita de Sasuke (y todo lo que había pasado, todo absolutamente). Ya habría tiempo de pensar en eso después.

Pero al entrar en la estancia, sentí que la cara se me caía y que la sangre se me concentraba en los oídos. Yo, como enfermera que soy, tuve que aprenderme un estricto código de ética profesional para poder graduarme, y en él se especificaba que el enfermero o la enfermera debía establecer una relación estrictamente profesional con el paciente.

Estrictamente profesional.

Eso quiere decir: nada de abrazos, nada de miradas significativas, nada de un sentimiento más allá de la empatía, la solidaridad y el compromiso con el deber de devolverle la salud al enfermo.

O sea, nada de lo que tenía frente a mis ojos.

Karin sostenía a Sasuke sobre su regazo, acunándole la cara contra su pecho, y a su vez Sasuke se aferraba al brazo de ella. Aunque apenas podía abrir los ojos, se esforzaba por mirarla, y ella también lo miraba a él con algo que iba más allá de la preocupación. Yo diría que se trataba de cierto aire maternal. Por un momento visualicé en ellos a la escultura de Miguel Ángel, la de La Piedad, en donde María sostiene a Jesucristo inerte. Pese a lo cruda que es realmente esa escena, el vínculo madre-hijo da muestra (de un modo sublime, además) del más grande y puro amor que puede existir entre dos seres humanos. Claro, Karin y Sasuke no son madre e hijo, pero sorprendentemente había algo en la manera en la que estaban abrazados que me hizo pensar en algún tipo de amor incondicional, y ese fue el primero que se me ocurrió.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2019 ⏰

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