Capítulo 2: La hipocresía

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Las dos primeras patadas las había hecho bien, pero las tres siguientes las hizo con menos fuerza. Ella tosía y tosía, cada vez se sentía más mareada. El Sensei decidió hacer otra ronda, pero Stella no pudo más.

—San jû! (Número treinta (30) en japonés )—Dijo el Sensei, pero en seguido Stella se desmayó, a lo cual este reaccionó en seguida.

Nadie atrapó a Stella en el acto, por lo que cayó al piso de inmediato. Su padre César, preocupado, en seguida fue a donde ella estaba y la cargó.

—¿Alguien tiene una silla, por favor?—Dijo el padre, dirigiéndose hacia los demás padres que estaban sentados en el piso, tratando de conservar la calma, pues Stella siempre se había sentido mal, pero nunca se había desmayado.

Por suerte, un grupo de madres que estaba allí, siempre venían preparadas para estos casos. Había una que tenía un súper kit de primeros auxilios y todo, y por supuesto, que tenían una silla. Sentaron a Stella en la silla. Una de las madres le echaba aire, mientras que otra le alzaba las piernas para ponérselas sobre otra silla.

¡¡Diablos!! ¡¡Ya es la cuarta vez que pasa esto!!, es decir, las anteriores sólo fueron mareos, ¿pero esto? ¡por favor!, ya verá lo que le espera al final del examen—El Shihan pensó.

Él le tenía preparada una desagradable sorpresa. Stella nunca le había caído ni bien ni mal a él, pero desde que empezó a hacer eso en los calentamientos, digamos que le empezó a caer un poco mal. 

Él pensó que esta vez fue peor porque no había entrenado lo suficiente en las vacaciones, y no se equivoca. Es decir, sí, puede que Stella siempre saliera a hacer ejercicio con su madre, pero nunca entrenaba como debía. Digamos que apenas le daba 2 vueltas al parque caminando y 1 trotando, y después hacía uno que otro ejercicio físico, pero no entrenaba como debía. Incluso, siempre se sentía mal después de esas rutinas. A su madre le preocupaba, y bastante, pero luego recordaba que era obvio que se tratara del desarrollo, debido a la edad en la que está. Su padre se dio cuenta fue en los exámenes de Karate.Después de que Stella recuperaba el color, en aquellas ocasiones, se disculpaba con su padre, con sus maestros, y con algunos compañeros. Los Sensei siempre eran amables con ella cada que esto ocurría, el Shiroi no le prestaba mucha atención, y el Shihan siempre le decía que no se preocupara, al igual que sus amigos lo hacían. Pero Stella siempre sabía que, aunque fuera sólo un poquito, a sus amigos y maestros les molestaba eso. Su padre siempre le decía lo siguiente: "Tienes que aguantar más", y nada más que eso. La verdad es que Stella siempre se sentía muy avergonzada por aquellos inconvenientes... Lo que sí era muy raro, es que Stella siempre se sentía mal en el mismo momento del calentamiento, lo cual significaba que ella nunca corría o trotaba, por más que quisiera.

Uno de los Sensei, el Shiroi, el Shihan y los alumnos se fueron a trotar, mientras que el otro Sensei y su padre se quedaron con ella sólo por si acaso. Después de unos 20 minutos, Stella despertó.

—Qué me pasó?—Decía Stella, colocándose la mano en la cabeza.

—¡Hija!—Dijo su padre, con una pequeña sonrisa en su cara.

—Verás Stella, te desmayaste en pleno calentamiento—Dijo el Sensei, el cual, al igual que su padre, estaba a su lado.

Stella se sorprendió, y se sonrojó de la vergüenza.

—¡Discúlpeme!—Dijo Stella, poniéndose de pie y haciéndole una reverencia al Sensei. Luego le hizo lo mismo a su padre.

—No tienes que hacer eso Stella—Le dijo el Sensei, en un tono amable.

—El Sensei tiene razón hija, no es tu culpa—Le dijo su padre.

Stella sabía perfectamente que sí que era su culpa, pero no quería armar ningún escándalo ahí, pues sólo causaría más problemas. Le revisaron detrás de la cabeza, a ver si tenía algo grave. Por suerte, a simple vista, no parecía nada. Después de quince minutos, los alumnos habían regresado de trotar. Todos los compañeros de la clase juvenil, es decir, en la clase de Stella, la miraban con desprecio, "disimuladamente", y en seguida que Stella se percató de esto, volteó la mirada como pudo, para que aquellos no se dieran cuenta de que ella se había dado cuenta de sus miradas. Hicieron un receso después de eso, para tomar agua y descansar un poco y, curiosamente, los mismos compañeros de su clase los cuales la habían mirado así, se acercaron y le preguntaron acerca de su estado. Stella como pudo contuvo la rabia y las ganas de decirles sus cuatro verdades en la cara a estos, a lo cual les respondió:

—Tranquilos chicos, estoy bien...—Aclaró. 

 De verdad no entiendo por qué tiene que haber tanta hipocresía...—Ella pensó.

Stella no entró al examen más, y eso le preocupó bastante. Después de una hora, el examen por fin había acabado y ahora el Shihan anunciaría quiénes lo pasaron y quiénes no.

Este mundo despiadadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora