Capítulo 7: Ácido sabor.

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Aquella noche, Yumi se fue sin decir más nada, lo cual tranquilizaba un poco a Stella.

Hacía mucho frío, así que decidió cerrar su ventana. En lo único en que pensaba era en la cara de rabia, tristeza y confusión del padre al que tanto admiraba.

Llegó un momento en el que se confundió, pues pensó en aquel inesperado ataque hacia su papá...y esa voz...Eso no era propio de ella. Lo hubiese comprendido si Yumi en ese momento hubiera estado en posesión de su cuerpo, pero no lo estaba. O al menos eso ella creía...

Los padres, después de la discusión, concluyeron que tal vez Stella tuviese el trastorno bipolar. Esto les preocupó bastante, pero decidieron esperar un poco para comprobar si su hipótesis era cierta. 

Puesto que tenía prohibido salir de la habitación, su madre le traía el desayuno, almuerzo y cena a su cuarto, aunque Alejandra estuviera en contra de este tipo de castigos. La pobre madre sólo no pudo digerir todo lo de anoche, así que, no intercambiaron palabra alguna. Su padre se pasó toda la noche encerrado en su estudio.

El aura que emanaba la casa de los Botherhood era de melancolía y rabia.

Hablemos de Stella.

Sólo imagínate si un adulto como Alejandra no podía digerir todo eso, entonces, ¿qué sería de una chica de catorce años? Stella aún podía saborear toda la rabia de aquella discusión. Por consiguiente, estaba algo deprimida. No comía casi nada.

Ese hecho le había dejado un ácido sabor en la boca.

Al día siguiente, lunes, Stella decidió no ir al colegio. No tenía ganas. Los únicos días de la semana los cuales asistió, fueron el martes y el miércoles.

El martes, su padre había ido a buscar a Yamato al centro de emergencias. Stella decidió no bajar a verlo.

El miércoles, Stella comenzó a presentar síntomas de una gripe común. Tos seca, congestión nasal, dolor de garganta, entre otros. 

Para el viernes la tos de Stella era tan fuerte que claramente se podía escuchar en el cuarto de sus padres.

—¿Cariño, estás despierto?—Le preguntó Alejandra a César.

—Sí, sí que lo estoy. ¿Crees que la tos de esa mocosa me podría dejar dormir?—Respondió él, de mala gana.

—Ay, vamos, no la llames así. Escucha, yo aún sigo algo impactada, y claro que algo molesta con ella. ¿Pero no crees que deberíamos tratar de hablar con Stella?—hizo una pausa—No tienes que responderme. Sólo no te dirijas así a tu hija.—Ordenó, luego soltó un suspiro.

—¿Ella, mi hija? ¡JA!, tonterías.—Aseguró su padre.

—Su tos ha empeorado bastante estos últimos días, y su gripe no mejora. Siempre, al pasar cerca de su habitación, oigo cómo se suena la nariz, casi siempre lo hace. Además, es muy probable que tenga fiebre.—Le informó Alejandra.

No hubo respuesta por parte de César

—Saldré mañana a primera hora a comprar una medicina para ella.—Declaró la esposa.

Después de la conversación, finalmente ambos pudieron conciliar el sueño, pero la tos de Stella no paraba.

Al día siguiente, Alejandra cumplió con lo dicho. A las 9:00 am salió a la farmacia y compró el medicamento, posteriormente se dirigió hacia su casa.

Abrió cuidadosamente la puerta de la habitación de Stella, cuidando no hacer ningún tipo de ruido, pues no quería despertarla. Le dejó el medicamento junto con una cucharita en el mismo lugar en el cual le dejaba las comidas, acompañado de una nota:

"Hola, querida Stella. Ha pasado algún tiempo desde que intercambiamos palabra. En fin. Te he escuchado tosiendo muy frecuentemente estos últimos días, y esto me ha preocupado. Así que acá te dejo la medicina. Las medidas y horarios están en una nota aparte, adentro de la bolsa.

P.S.: Siempre que quieras desahogarte ó hablar conmigo, sólo súbele mucho volumen a la TV , esa será nuestra señal, ¿vale?...Trataré de comprender lo que tengas que decirme

Con cariño, mami"

A las 12:30 del mediodía, Stella se despertó. Se levantó cuidadosamente, subió su torso y se quedó algunos segundos en su cama. Inesperadamente, observó la llegada de Yumi. No pudo evitar que el miedo invadiera su pecho, extendiéndose rápidamente por todo su cuerpo.

—Hola Yumi...—Stella la saludó, desanimada.

—¡Vaya, hasta que por fin me saludas!—Dijo ella, con un ligero tono de alegría y algo de sarcasmo.

Stella no le respondió.

—¡Tengo mucha curiosidad acerca de lo que se encuentra adentro de esa bolsa!—Dijo Yumi, en seguida apoderándose del cuerpo de Stella.

Ella, desafortunadamente, ya se empezaba a acostumbrar a esto, por lo que por los momentos le daba igual. Stella aún no se había dado cuenta de la bolsa que se encontraba al frente de su puerta.

—Vamos a ver...—Decía Yumi, tomando la bolsa con cierta curiosidad.

Abrió la bolsa y encontró la medicina, la cuchara y la nota de su madre. Stella se sorprendió, pues pensó que su madre seguía igual de molesta que su padre.

Yumi, al igual que Stella, leyeron la nota.

—¡Qué conmovedor!—Dijo Yumi, otra vez, con un tono sarcástico.—Pero me temo que el dinero de tu madre se irá a la basura.—Cambió totalmente el tono de su voz.—Quiero que sepas lo que es el sufrimiento de estar enferma, así sea solo por una simple gripe.

—Espera, ¿qué?—Stella externó, atemorizada y dudosa.

Acto seguido de Yumi, en seguida dejó caer al piso el medicamento, partiendo su envase y derramando el líquido que este contenía.

César fue el primero que oyó aquel ruido, puesto que su esposa estaba en el jardín. No pudo evitar sentir algo de preocupación. 

Se aproxima directo a su cuarto, delatando sus pasos. Yumi los oye.

—¡Oh Oh, problemas! ¡adiós Stella, jugaremos más tarde!—Yumi desapareció, dejando un ligero eco de su voz.

César entró a la habitación de la chica. Lo que ahora presenciaba, lo llenó, una vez más, de rabia. Era la medicina que su madre le había comprado con tanto amor. Le partió el corazón.

—¡¿Qué es lo que sucede con mi hija?!—Se preguntó a si mismo, en voz alta.



Este mundo despiadadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora