(BONUS) Capítulo 23: El funeral de Stella

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Se me había escapado una lágrima cuando terminé de cantar el verso. 

Algo curioso de mi es el dato de que cuando era pequeño, siempre quise cantar, pero pasaban los años y cada vez lo hacía peor. Mis padres se negaron completamente a inscribirme en alguna escuela de música para que mejorara mi canto, según ellos, eso no era de "hombrecitos como yo".

Qué par de ignorantes.

En fin. El punto de esto es que, cuando se lo comenté a Stella, me dijo que estaría encantada de ayudarme a cantar mejor. 

Flash Back

15 de junio de 2016

6to grado

9:30 am

Recreo

This impossible year....—Canté, el último verso de la famosa canción "Impossible Year"de la banda "Panic! AT The Disco". Obviamente me desafiné horrible.

Stella estaba sentada al lado mío, haciendo quién sabe qué.

—Asrael, querido...—dijo, con una sonrisa que no auguraba nada bueno—¿qué fue eso?—Preguntó, algo molesta.

—Pues...verás, Stella, desde muy chico el cantar me ha apasionado, pero cada vez que iba creciendo, cantaba peor...—dije, avergonzado—...sin embargo, mis padres se rehusan completamente a inscribirme en alguna escuela de música, porque según ellos: "eso no es de hombrecitos como tú".

—Qué par de ignorantes.—Comentó.

—¿Lo sé, no?

—Escucha, Asrael. Me alegra mucho que el cantar te apasione, ya que como ya sabrás, para mí también es una pasión.—Dijo.— Pero, ¿por qué no me pediste ayuda antes?.—Me preguntó, intrigada.

—Es que siempre estás tan ocupada...no quería molestarte.—Le respondí, y sonreí avergonzado.

—Ay, niño idiota..—suspiró—..¿cómo crees que podrías llegar a ser una molestia para mi?.—Me abrazó.

Después de eso, ambos nos sonrojamos.

Pasaron 5 minutos y Stella decidió seguir hablando del tema como si nada hubiera pasado.

—Entonces, ¡me comprometeré a ayudarte a cantar mejor!—Dijo, con una dulce sonrisa.

—¡Gracias!.—Esta vez fui yo quien la abrazó.

Fin del Flash Back

Fecha actual

—Bah..qué recuerdos aquellos.—Suspiré.

Eras tan solidaria...esa era una de las muchas cosas que admiraba de ti.

Me puse a observar los árboles, como por tercera vez, y pude notar algo extraño. 

A medida de que yo iba recorriendo el pequeño bosque, los árboles iban perdiendo su color más y más.

Es decir, al principio los troncos tenían un vivo color marrón y las hojas estaban de color verde.

Pero, ya iba como a más de la mitad del pequeño camino y los troncos constaban de un marrón suave y hasta apagado, y las hojas, estaban grisáceas. 

—This graveyard is fucking creepy. I just came here for you, my dear Stella.—Dije, para mi mismo o para la nada, mirando aquellos gigantes robles.

Caminé algunos metros más y ya estaba el final del bosque, también se terminaba el cementerio. Este estaba cercado con unas rejas negras, como si hubiesen sido sacadas de la casa de una auténtica bruja. 

Decidí devolverme a ver si por fin la misa estaba por acabar.

Después de unos 15 minutos, ya estaba devuelta en la parte trasera de la capilla.

-Que así sea.—Retumbaron voces dentro de la estructura.

La misa había terminado, ya llegaba la hora de las palabras, y claro, de ver al cuerpo de Stella una vez más y para siempre.

Ver al cuerpo de Stella una vez más y para siempre

Vaya que me había dolido pensar eso.

Me aproximé sin prisa alguna a la entrada del recinto. No había mucha gente.

Por supuesto que no se encontraban los padres de Stella, después de la denuncia que les había clavado la enfermera asumo que los habían metido presos.

Pude reconocer a escasos miembros de su familia: su tía Margaret, una señora de mediana edad. Viuda.

Su abuelo, el señor Botherhood. Consta de problemas del corazón por sobrepeso.

Y, finalmente, su prima, Sasha. La clase de alumna que ningún profesor desearía tener jamás en su vida. O bueno, mejor dicho, la clase de alumna que ninguna escuela desearía tener jamás en su vida.

A los demás sujetos no los pude reconocer.

Entré con cuidado y disimulando a la capilla.

Me acerqué a mi padres, que se habían sentado en los últimos asientos de la columna de la derecha. 

—Hola...—Dije, neutral.

—Hola cariño.—Dijo mi madre, en un tono algo dulce.

Mi padre no respondió.

—Iré a ver a Stella.—Fue lo único que les dije. No esperé respuesta y me fui de allí.

Mientras que me aproximaba al ataúd, pude notar que la poca gente que estaba a mi alrededor me miraba de una manera desagradable.

Creo que su familia me odiaba.

Me daba igual lo que ellos pensaran de mi, a mi solo me importaba la opinión de mi estrella.

Caminé hacia el largo ataúd y ahí estaba Stella. Tenía el cabello suelto, su cabello castaño oscuro lacio pero con ondulaciones, de mediana longitud. Tenía ambas manos sobre su pecho. Su piel se veía fría, blanca y pálida.

Pues obviamente su piel se ve fría, blanca y pálida,  ¡está muerta, idiota!.

En este momento desearía no tener conciencia.

Me quedé admirando sus ojos. Estaban completamente cerrados. 

Ojalá pudieras abrirlos ahorita, Stella... —Pensé.

Arriba de sus ojos se encontraban sus cejas curvas. Esas hermosas cejas castañas.

Abajo de eso, su perfilada nariz. Posteriormente, se encontraban sus tiernos labios, que se veían algo morados y sin vida.

Era el momento preciso.

Miré, a ver si nadie estaba cerca de allí.

Efectivamente así era.

Me acerqué a ella y lo hice. La besé en los labios. Muerta, pero lo hice.

Me sentí raro después de haber hecho aquello, pero no le di mucha importancia.

Luego de eso, le susurré: Te amo, Stella.

Posteriormente procedí con el último paso, dejarle mi carta.

Con mucho cuidado, doblé el sobre lo más perfecto y pequeño que pude y lo metí entre ella y el ataúd. No se veía aquel objeto, así que nadie se daría cuenta. Ahora mi recuerdo y, mis palabras, la acompañarían hasta el fin de los tiempos.

Hasta el fin de los tiempos.



Este mundo despiadadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora