Capítulo 11: El regalo

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—¿O sino qué? ¿Tanto te importa este cromo de Kokú? Qué patéti—

Las palabras de Victoria fueron interrumpidas por un tremendo puño que lanzó Stella, a su lado, en señal de amenaza.

—La próxima vez no fallaré.—La miró fijamente a los ojos, le lanzó "La Mirada".—Y sí, ese cromo de Goku me importa.—Respondió a la pregunta de Victoria.

Esta última se quedó pálida. Paola también.

—Tranquilízate..—Le dijo Victoria, entregándole el cromo en la mano.

 Ambas se retiraron rápidamente a sus asientos, eran casi los primeros.

—Vaya vaya, ¿así que después de todo nuevamente te debo una, eh?—Dijo Asrael.

—Nah, tranquilo. Recuerda que si alguien se mete con mis series, se mete conmigo.—Dijo ella, entregándole el cromo.

—¿Sabes qué?, quédatelo. Considéralo como un pequeño regalo por lo de hoy.—Le dijo su amigo, guiñándole el ojo.

—¿En serio?—Se aseguró Stella.

—Claro, puedo calcular otra vez todo para conseguir otra, es muy fácil.—Aseguró muy orgulloso, otra vez.

—¡Ya cállate, señor orgulloso!—Le dijo ella, frotándole el cabello.—¡Ven aquí!.—Stella lo abrazó. 

Stella y Asrael se conocieron desde que tenían conciencia. Al principio casi ni se hablaban, pero a medida que fue pasando el tiempo se volvieron inseparables. Stella siempre había considerado a Asrael como un hermano para ella. Era de su misma estatura, pelo lacio pero con ondulas, color castaño claro. Tenía unos ojos bellísimos y su piel casi parecía mármol. Ni hablar de su sonrisa. En algún momento a Stella puede que le haya gustado este, pero ni una palabra sobre ello. Lo que sí era que le parecía bastante atractivo.

Luego del hecho recogieron a todos los demás alumnos y por fin llegaron a la escuela.

—Vaya, vaya, señorita Botherhood, qué sorpresa tenerla aquí.—Le comentó la señorita Gabriela, su maestra principal, entre dientes.

—Ah si, pues verá, este..—Dudó Stella, pensando para inventarse algo— me enfermé y no pude venir, lo siento mucho. Le prometo que me pondré al día lo más pronto posible—Declaró.

—Eso espero Botherhood, eso espero.—La maestra se retiró.

La señorita Gabriela era una mujer alta, joven, y siempre llevaba un aspecto bastante elegante. Tiene un carácter del infierno, pero explica muy bien.

Todos se formaron, cantaron el himno de su país —en realidad nadie lo hacía— y subieron a sus respectivos salones.

Empezaron con la clase de matemática en la mañana. A Stella le llamaba bastante la atención esta materia, pero cuando no la entendía la odiaba. El profesor de matemáticas era el señor O'Bryan, un profesor que para tener un apellido como de nombre de cereal era bastante amigable.

—Buenos días alumnos.—Dijo el profesor.

—Buenos días señor O'Bryan...—Respondieron todos a su saludo, con algo de fastidio.

—El día de hoy resolveremos estas quince ecuaciones básicas, es sólo práctica. El alumno que las termine primero, las trae a mi escritorio, por favor.—Ordenó.

Rápidamente, la minoría se clavaron en sus cuadernos, la mayoría de sus alumnos por su parte no hacían nada. Stella iba copiando, resolviendo y devorando todas las ecuaciones. Resultaba muy divertido para ella. Stella en menos de 10 minutos ya iba por la última ecuación, la más fácil de todas.

Lo que Stella no sabía era que algo raro estaba a punto de pasar.

Ella resolvió la ecuación restante, y en seguida se paró y dirigió hacia el escritorio del profesor. Sin cruzar alguna palabra, Stella sólo le entregó el cuaderno.

Este mundo despiadadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora