Capítulo 4: Todo empeora.

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Stella prendió la TV, le quitó todo el volumen, prendió su MP3 y se puso a escuchar sus canciones favoritas. Decidió dibujar un rato.

Ése mismo día, a tan sólo unas cuadras de la casa de Stella, una chica llamada Yumi había muerto. Esto a causa de muchas enfermedades, entre estas: Degeneración Espinocerebral, Bronquitis y otras. Ella no tenía amigos, curiosamente asistía a la misma clase de Stella. Las dos chicas no se conocían, pero si se habrían cruzado una que otra vez.

 Pasada una hora de su muerte, el alma de esta chica salió de su cadáver. Pudo observar su frío cuerpo en su cama y que todo estaba oscuro.

 Sus padres no eran como la mayoría. Se caracterizaban por ser poco afectuosos, incluso, eran algo raros y misteriosos. Yumi estaba destruida porque, había muerto demasiado joven. El hecho era lamentable.

 Ella en estos momentos estaba llena de rencor y odio, de tristeza y rabia, de confusión y amargura. Quería desquitarse, pero no sabía qué hacer. Ella desde siempre fue una persona muy neutra, fría, justo tal y como sus padres la criaron. Se irritaba y molestaba con facilidad, y cuando lo hacía....bueno, mejor no hablemos de eso. 

Inundada por sentimientos negativos, se alejó de su casa y se le ocurrió que tal vez si entraba en el cuerpo de alguien, se podría desquitar y de esta manera se sentiría mejor. Efectivamente, así lo hizo. Llegó a la habitación de Stella Botherhood. La observó por un rato y concluyó que tal vez esta era la mejor opción. Vagó por su casa, pues tenía ganas de conocer a sus padres. Entre esas cosas, Yumi pudo notar que Stella tenía a un lobo siberiano, a Yamato. Una idea terrible surgió dentro de su cabeza entonces.

Finalmente entró a su cuerpo, a lo que Stella reaccionó de inmediato:

¿¡Qué diablos me pasa!? ¡Mi cuerpo no responde! —Pensó mientras entraba en pánico, Stella.

—Hola Botherhood—Stella pudo oír una voz.

—¿Qué? ¿Yumi Ainsworth?—Ella en seguida pudo reconocer la voz de esta chica.

—Vaya, vaya, así que me recuerdas.—Dijo Yumi en un tono sarcástico.

—¿Qué estas haciendo con mi cuerpo?..Espera...si estás adentro de mi cuerpo, ¿significa que moriste?—Preguntó muy preocupada.

—Claro, ya estoy muerta, sabelotodo.—Se burló de ella.

—Mira, no sé si estás molesta conmigo, pero yo no te he hecho nada y tú lo sabes, así que déjame en paz, ¿quieres?—Ordenó Stella.

—Oh no, me temo que eso no podrá ser—Respondió Yumi.

—¿Pero, qué te he hecho yo? ¿Qué he sido capaz de hacerte para que me trates de esta manera?

—Estoy muy molesta. Estoy llena de rabia y rencor. Me quiero desquitar con alguien. He decidido que ese alguien serás tú.

—Por favor..¡no me hagas nada, te lo ruego!—Le imploró Stella, con voz temerosa.

—Lo siento querida compañera, ya nada me hará cambiar de opinión.—Declaró, bastante decidida.

Ahora Yumi estaba en el cuerpo de Stella. La poseía. Esta última todavía conservaba su cuerpo, por supuesto, pero no el control de este. Lo único que ella podía hacer era ver cómo Yumi controlaba su cuerpo, qué acciones realizaba en posesión de dicho y hablar con esta.

—Veamos, ¿qué puedo hacer primero?—Yumi se preguntó.—¡Ya sé!—Exclamó.


Yumi, en posesión del cuerpo de Stella, salió de su cuarto sin hacer mucho ruido. Bajó las escaleras y se fue a la cocina, buscó el cuchillo más grande que encontrara, y luego se fue directo al cuarto de Yamato—sí, el perro tiene su propia habitación—.

—¿¡Qué es lo que le vas a hacer a Yamato!?—Stella le preguntó, atemorizada.

—Cállate.—Le ordenó.

Yumi procuró no hacer mucho ruido al entrar al cuarto de este, pues el perro estaba dormido. Ella, sin vacilar, le clavó el cuchillo al animal justo en el medio del pecho, a lo que este reaccionó de inmediato. Primero le ladró bastante, y luego se tiró sobre ella. Le hizo algunos rasguños muy fuertes en ambos brazos, y después intentó morderla, a lo que Yumi se lo apartó de encima como pudo, salió del cuarto y le puso seguro.

—Bueno chiquilla, fue divertido, ¡nos vemos pronto!—Ahora Yumi había abandonado el cuerpo de Stella, que ahora suponía ser la atacante de Yamato.

—Esa canalla....¡acaba de hacer que casi mate a mi perro!—Se decía a sí misma Stella, mientras que una o dos lágrimas corrían por su rostro, a causa del coraje que sentía en aquel momento.

Stella sabía muy bien que si se quedaba ahí sus padres pensarían que ella fue quien dañó a Yamato, pensarían que ella, bajo su propia voluntad, había intentado asesinarlo.

 César y Alejandra estaban tomando la siesta de la tarde. Ambos tenían el sueño bastante profundo. Stella, aprovechando el hecho, fue a la cocina y limpió el cuchillo. Tomó un pote de cola que estaba en el cuarto de servicio, embarró el mango del cuchillo con este líquido. Cuando se había endurecido, lo empezó a retirar. Limpió toda la sangre afuera del cuarto. Se duchó y botó sus ropas manchadas con sangre. Por último se maquilló los rasguños en ambos brazos. 

Stella despertó a sus padres alarmada, les explicó que mientras ella dormía un loco había entrado a la casa y había cometido esa atrocidad, pues sabía que si les decía lo de Yumi, la llevarían directo a un manicomio. 

César reaccionó muy sorpresivamente. De inmediato bajó al cuarto del animal y forcejeó el pomo de la puerta hasta que logró abrirla: Yamato estaba tendido en el suelo, se desangraba lentamente. El hombre buscó una toalla y presionó la herida del animal.

—¡Alejandra, prepara el auto!—Le ordenó desde abajo a Alejandra, que no había entendido aún lo que estaba pasando. Siguiendo las órdenes de Cesar, salió de su cama, dejó a Stella en el cuarto y bajó las escaleras corriendo, asustada. Buscó rápidamente las llaves de la casa y de su auto. Abrió la puerta principal de su casa y lo mismo hizo con el auto. Acto seguido, lo encendió.

Stella estaba demasiado nerviosa. Temía que sus padres descubrieran lo que en realidad había pasado. 

—¡Stella! ¡Apúrate!—Le gritó César desde el auto a la chica, que seguía hundida en sus pensamientos. Reaccionó de inmediato a la orden de su padre. Salió del cuarto y bajó las escaleras, finalmente cerró la puerta principal y se montó en el auto.

La atmósfera en el vehículo era tensa, incómoda.

En unos quince minutos llegaron al centro de emergencias, presentaron el caso y de inmediato se llevaron a Yamato, se quedaron en la sala de espera. En lo único en lo que Stella podía pensar era en el cuchillo atravesando la piel de su fiel compañero, la cara de este mirando con rabia hacia la de ella. Pensaba que ahora todo había empeorado.

Este mundo despiadadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora