Capítulo 3: La decepción.

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Este iba en orden de cinta, de mayor a menor. No pasaron menos de veinte minutos y ya, el Shihan estaba a punto de llamar a los que habían pasado a cinta anaranjada. Llamó a Dany, a Christopher, a Rodrigo, a Alexis, a Samantha y finalmente a Abie. Luego el Shihan empezó a llamar a las cintas amarillas —Stella era cinta amarilla punto anaranjado—, y Stella pensó:

¿Me saltó? No, no, creo que por equivocación se olvidó de mí; en cualquier momento se acordará y me llamará, estoy segura—Stella se convenció a sí misma.

El padre de Stella también se percató de esto, el cual en seguida se lo recordó:

¡Osu Shihan! Disculpe que lo interrumpe, pero creo que se ha olvidado de mi hija Stella, ella está pasando a cinta anaranjada—Dijo César.

—Mire, Botherhood, yo soy quien únicamente decide quién pasa y quién no, ¿entendió?.—Dijo el Shihan, se le oía un poco cortante.—Su hija no pasó por muchas cosas: primero, por irresponsable. Debió entrenar mucho más en las vacaciones, pues pude ver que en el calentamiento fallaba algunos movimientos. Por niñita: su hija ya debería de estar acostumbrada a estos calentamientos, ¡pero no, siempre pasa la mismo!¡lo mismo una y otra vez!, es más, la última clase se tuvo que salir porque se sentía mal, y se saltó varias partes de la clase, ¡eso no puede ser!, esos son comportamientos de una niñita!

Estas palabras provenientes del Shihan, eran como un golpe bajo para Stella, pues ella desde siempre lo había admirado a él. Ella siempre creyó que le caía bien...Pero ahora veía que todo era una mentira, que desde siempre él había sido un hipócrita...Que desde siempre ella había sido una gran decepción para él.

Se podían oír cuchicheos furtivos y una que otra risita burlona de entre la multitud en la que estaba Stella.

Me está humillando —Ella pensó.

A simple vista se podía ver que los dos Sensei no estaban de acuerdo con la decisión del Shihan. A el Shiroi le daba igual.

Me está humillando...—Stella otra vez pensó.

César no se atrevió a decir nada en ese momento.

—Me está humillando..—Dijo suavemente Stella.

El Shihan se percató de esto y luego dijo:

—Disculpa querida, ¿qué es lo que dices?, ¡no puedo oírte!—Decía esto con un tono algo burlón. Era evidente que solo lo hacía para provocarla.

—¡Me está humillando!—Dijo Stella con un tono mucho más alto, pero sin gritar.

Ahora la atmósfera alrededor de la multitud era incómoda. Todos estaban callados. Hasta que el Shihan decidió romper el silencio:

—No no, querida Stella, estás equivocada. Yo no te estoy humillando. Yo estoy diciendo la pura verdad—Dijo él, se atrevió a decir eso.

Stella no pudo responder.

La ceremonia terminó y, César y Stella se fueron de ahí sin decir palabra alguna. Todo el trayecto a casa habían estado en silencio. Ninguno de los dos decía nada.

Cuando llegaron a casa, Yamato recibió a Stella con saltos y ladridos, el lobo siberiano de la familia. Su madre les recibió en el garaje. Alejandra ya había hecho unos bocadillos para cuando ellos llegaran. Stella sólo agarró la parte de sus bocadillos, se fue y se encerró en su habitación, pues no quería oír a su padre platicarle a su madre acerca de su humillación. Ella estaba llena de muchos sentimientos: Tristeza, rabia, confusión y, sobretodo, tenía una gran decepción.

Este mundo despiadadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora