5. Todo se incendió.

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No dijo nada, me miró y acarició mi mano.

-¿No te vas con Inma?-dije apartando mi mano.

-¿Otra vez con eso?-dijo cabreada.

-Corre tras ella, ¿no se supone que estás tan enamorada y te hace feliz?-dije con rencor.

Recordé sus palabras en el programa de Risto, alardeaba de vivir un amor sano y maravilloso, en cambio, habló de nuestro amor como quien habla de la tormenta que arrasa su vida. Me miró con una de sus miradas de odio. Abrí la puerta. Y me empujó contra la pared. Me separé y le miré con odio.

-No aguanto tu jodido carácter, Sánchez.-dijo con rabia.

-Ni yo que huyas cada vez que me ves.-le reproché.

-¿Tú no huíste y me dejaste sola?-gritó.

-Vete a la mierda.-dije clavando mi mirada en ella.

Cerré la puerta y la pegué a la pared. Me miró con esa mirada con la que podría atravesar paredes si pudiera y sería capaz de derretir a los mismos polos y al mismísimo iceberg que hundió al Titanic. Sus ojos pese a esa mirada tan intensa, brillaban. Me lancé al abismo de sus labios, sin paracaídas y sin saber si de su mano pero preferí matar a la curiosidad antes que pensar en posibles daños. La besé con deseo e intensidad, con la necesidad de quien teme perder. Ella rápidamente enredó sus manos en mi pelo, lo revolvía con fervor, mis manos en cambio no se apartaban de su nuca. Me pegué más a ella y sus manos empezaron a descender por mi espalda, mientras nuestras bocas seguían con su particular lucha, una lucha sin vencedor pero con perdedores. Una vez sus manos llegaron a mi trasero me separé de ella con la respiración acelerada, cogí su mano fui directa a mi habitación. Una vez allí me deshice de mi ropa mientras clavaba mi mirada en ella que me miraba con una sonrisa ladeada y una de sus miradas capaces de derretir cualquier iceberg. Me acerqué a ella y empecé a besarle el cuello, le quité la camiseta, empecé a morderlo ligeramente, le quité el sujetador negro de encaje, empecé a bajar mis besos mientras desabrochaba su pantalón, bajé mis besos hasta su pecho, ataqué sin contemplación uno de ellos. Lo mordía, lo succionaba, ella gemía y yo poco a poco le quitaba el pantalón. Una vez acabé con él la empujé para que cayera en la cama. Me puse sobre ella volví a atacar sus labios, eran mi peor vicio, porque aquello tenía fin.

-No te aguanto, Martín.-dije y me lancé a su boca de nuevo.

Le besé con rabia y posesión. No soportaba haber estado tanto tiempo sin ella. No podía aguantarlo ni un segundo más, por mucho daño que me hiciera, necesitaba tenerla cerca aunque fuera una noche. Su cuerpo y el mío tenían una conexión especial, se necesitaban juntos. Una energía incontrolable.

Ella me agarraba por la nuca sin intención de soltarme, mis manos descendían por su cuerpo, tenía el ansia de acariciar cada poro de su piel y hacerla mía. Cuando notó mis manos en la zona baja de su tripa me dio la vuelta y se colocó ella encima de mí. Se sacó la poca ropa que le quedaba. Me miró con la lujuria instalada en su mirada y empezó a devorar mi pecho, yo enredé mis menos en su pelo, no satisfecha con ello, empezó a acariciar mi intimidad a un ritmo frenético. Mi respiración estaba tan acelerada como mi pulso. Ella aceleraba todo mi interior, tenía ese poder sobre mí, generaba revoluciones incomparables e inigualables. Introdujo dos dedos de golpe. Gemí. No lo esperaba. Empezó a mover los dedos con rapidez. Sabía como descontrolarme y hacer que me perdiera. Empezó a bajar dejando un camino de besos desde mi pecho hasta mi abdomen. Mis manos seguían revolviendo su pelo. Alzó la cabeza y me lanzó una mirada de lujuria. Me mordí el labio inferior y sonreí. Continuó bajando. Dejó besos alrededor de mi sexo, yo me agarré a las sábanas, entre sus dedos y su boca merodeando por ahí el placer se estaba adueñando de mi cuerpo. Atacó mi sexo sin demorarse mucho más. Aceleró el ritmo de sus dedos. Yo no daba más de sí. Solo podía gemir y suspirar y eso hice hasta que finalmente me abandoné al placer. Ella, victoriosa subió para ponerse cara a cara. Me guiñó un ojo y yo me coloqué encima de ella haciéndole quedar bajo mi cuerpo. Ataqué sin compasión su cuello, lo mordía, lo succionaba, lo besaba, mientras acariciaba con una mano su pecho. Su respiración empezaba a alterarse. Deslicé mi mano hasta llegar a su intimidad la cual empecé a acariciar. Bajé mis besos hasta sus pechos. Repartí besos y mordiscos en estos mientras mi mano cada vez aceleraba más las caricias y empezaban a salir los primeros gemidos de su boca. Introduje dos dedos en ella, de golpe, con furia. Ella gimió y se agarró a las sábanas. Continué embistiéndola con mis dedos hasta que se abandonó al placer. Pasamos la noche dando rienda suelta al deseo y la lujuria hasta que caímos dormidas.

A la mañana siguiente me despertaron los rayos del sol que se colaban por mi ventana iluminando toda la habitación, se me olvidó bajar la persiana. Miré hacia el otro lado de la cama y ella ya no estaba, su ropa tampoco. Me levanté con la esperanza de encontrarla por algún rincón de la casa pero nada, como si de un sueño se tratase desvaneció y desapareció al amanecer. Aun sabiendo que esto sucedería guardaba la esperanza de que se quedase a mi lado. Y es que a veces la esperanza es peor que la realidad. A veces esperamos demasiado sabiendo que recibiremos muy poco. A veces, la esperanza te deja reducido a cenizas. Así me quedé al volver a la gris realidad.

¡Hasta aquí puedo leer! Espero que os haya gustado. Poquito a poco vamos avanzando, ya van 5 capítulos y no puedo estar más agradecida por el recibimiento y apoyo que está teniendo Cenizas. Como siempre comentad, votad y mil besos!!!

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