20. Todos los días sale el sol.

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La tormenta arreciaba, no parecía tener intención alguna de parar. Empecé a preocuparme por Vanesa la cual se había marchado de mi habitación hacía un rato y no sabía si se hospedaba en el mismo hotel, en el caso de que hospedara uno diferente, tenía cierto miedo a que le hubiera podido pasar algo. Se había ido la luz en todo Miami. Así que decidí bajar a recepción con una linterna. Cerré la puerta de la habitación tras de mí e iluminé las escaleras. Cuando llegué a recepción, ni rastro del recepcionista. Decidí esperar. Pasaron treinta minutos y nada, seguía sin aparecer el recepcionista. Finalmente decidí regresar a mi habitación. Me asomé al balcón a contemplar la oscuridad de Miami sin corriente eléctrica. Aquella imagen era similar a la de cómo me encontraba yo en ese momento, a oscuras, con mil historias escondidas bajo una imagen de mujer valiente y tenaz, con un reencuentro mordiéndome el alma y un presente condenado a no ser futuro. Decidí llamar a Vanesa. Un tono, dos tonos, tres tonos...

-¿Malú?-preguntó confundida.

-¿E...Estás bien?-pregunté suspirando.

Se quedó callada.

-Sí, estoy en la habitación del hotel.-respondió después de un breve silencio.

-Perfecto, solo quería saber si estabas bien. Con todo esto del apagón...-dije mirando hacia el horizonte. 

De nuevo silencio.

-Hemos sobrevivido a apagones mucho peores que este, ¿no crees?-respondió rompiendo el silencio.

No supe que decir, callé y los recuerdos golpeaban mi mente, torturaban mi respiración, despertaban el huracán dormido del pasado. Una lágrima descendió por mis mejillas, la gota de agua más salada y amarga, porque era agua pasada. 

No me di cuenta de nada hasta que escuché un leve golpeo que venia de la puerta de la habitación. Me sequé las lágrimas y me dirigí hacia la puerta. Abrí y allí estaba ella. Con un moño mal hecho, unos pantalones cortos y una camiseta enorme de manga corta de los Cleveland Cavaliers. 

-¿Puedo?-preguntó mirándome desde el marco de la puerta.

-Sí.-dije haciéndome un lado.

Pasó por mi lado y su perfume se coló en mi alma, otra vez. 

-¿Vamos al balcón?-preguntó.

-Sí, ¿quieres una cerveza?-pregunté.

-Sí, hoy apetece.-dijo cruzando el umbral del balcón.

Cogí las dos cervezas, quité los tapones y fui al balcón. Ella estaba apoyada en la baranda, mirando Miami apagada. Dejé las cervezas sobre la mesa del balcón y encendí una tercera vela para iluminar un poco más el lugar. 

-Lo siento.-dijo de espaldas a mí.

-¿Por qué lo sientes exactamente?-pregunté.

-Por no saber quererte, por estar siempre yendo y viniendo, por ser siempre tan marea, cambiante y arrolladora.-se giró y cogió una cerveza.-Por no dejarte avanzar.

Dio un sorbo a la cerveza y yo cogí la mía.

-Sí, es cierto que la has cagado muchas veces, no voy a quitarte culpa, pero también es cierto que la culpa tampoco es de nadie íntegramente. No supimos querernos bien, no supimos vivir de otra manera, lo vivimos con instinto y ni tú ni yo tenemos ni queremos tener domadas nuestras fieras interiores.-dije colocándome a su lado.

Agachó la cabeza. 

-Vine creyendo que no sé, todo sería como yo quería que fuera, quería creer que no había pasado el tiempo. Supongo que se me han rebelado las canciones y me han hecho ver que realmente no había tanta verdad en mí como creía.-dijo bebiendo.

-Vanesa, no digas bobadas, tus canciones se le rebelan a cualquiera, compones pellizcando el alma y eso solo lo hace la verdad, pero debes aplicarte cierta verdad, Vanesa, vivir acorde a esa verdad. Tienes luz y también sombras, debes aprender a convivir con ambas partes de ti.-dije mirando la oscuridad de Miami.

-Malú, ¿podremos hacerlo bien alguna vez?-dijo mirándome.

-No lo sé, Vanesa.-dije suspirando.

Se quedó en silencio, mirándome.

-Sé que no tengo derecho de nada, pero he venido hasta aquí porque sí puedo vivir sin ti, pero no quiero. No quiero porque no es lo mismo, porque sin ti es vivir a medio gas, porque nadie me despierta lo que tú, porque nadie me hace latir como tú, porque te echan de menos mis sábanas, el suelo de mi casa, mis camisetas viejas, mis coleteros desgastados, mi sofá y mi café, porque dormir sola y dormir sin ti, no tiene diferencia alguna, porque nadie puede llenar ese hueco, porque entonces mi cama deja de tener vistas al paisaje que siempre quiero mirar. Sé que la he cagado, Malú, que tú ahora estás empezando a ver más allá de mis ojos, cosa que entiendo, sé que ahora, emprendes el vuelo pero no dudes que agarraría tu mano sin pensarlo con tal de volar a tu lado.-dijo mirándome con dolor.

Agaché la cabeza, suspiré, sentí su brazo rodear mi cadera y besó mi pelo.

-Te quiero, aunque la cague más veces que aire respiro.-susurró.

Se separó y se fue hacia la puerta. Me giré rápidamente.

-¡Vanesa!-grité.

Se giró y me miró.

-Dime.

-Quédate esta noche conmigo.-dije desde el umbral del balcón.

OTRO MÁS. Sé que es más corto de lo común pero quería publicar un capítulo ya que hace mucho que no subo nada. He estado algo liada y me ha sido imposible inspirarme y todavía menos, poder ponerme a escribir. Aún así, espero que os haya gustado. Como siempre dejad en los comentarios lo que os gustaría que pasara. AVISO, el final está cerca!! Pero vendrá otra nueva aventura... poco a poco os iré contando qué sucederá. ¡BESOS!

Cenizas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora