2. Qué esperabas.

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En cuanto nos subimos al coche avise a Rubén para que me llevara al hotel mi maleta. Estaba segura de mi decisión. No pensaba rectificar. Rosa había sido la causante de muchos de mis problemas. De la mayoría diría yo. Recuerdo mi desesperación, el cansancio, el dormir poco y mal en el coche. Todo por la obsesión que ella misma me había metido en la cabeza, dar siempre el cien. Ella solo veía en mí dinero y yo no podía con mi cuerpo. Caí en mil y un vicios. Ella se había encargado de acabar con mis emociones, esperanzas incluso con mi ilusión. Se había hecho de oro a mi costa, pero todo eso se acabó. Se acabaron las amenazas "por mi bien", las falsas relaciones filtradas y sus múltiples canalladas. 

Cuando llegué al hotel, al poco llegó Rubén con mi maleta, le conté lo sucedido en el camerino. Como era de esperar, me apoyó. Aquella noche disfruté de dormir sola, de no tener que darle la espalda a nadie ni a nada, aquella noche dormí libre. Cuando desperté revisé el teléfono. Tenía bastantes llamadas de Gonzalo y Rosa. A ninguno de los dos les devolví la llamada. No me apetecía hablar con ellos. Desayuné, preparé la maleta y como mi vuelo no salía hasta las 7 de la tarde decidí hacer un poco de turismo. Quedé con Rubén y fuimos a visitar las cuevas de Drach. Disfrutaba de la compañía de Rubén, era un muy buen amigo, era de la poca gente que realmente valía la pena. Él me quería por cómo era y no por quién era, él me quería libre y feliz, en cambio, la mayoría me quería feliz pero resignada. Aquel día con Rubén me di cuenta de que no tenía la felicidad tan lejos de mí, pero todo lo bonito acaba. La vuelta a Madrid fue dura. Al llegar a casa Gonzalo me esperaba sentado en el sofá, a su lado estaba, cómo no, Rosa.

-Hombre, te dignas a venir y todo.-dijo cabreado.

-Si llego a saber que estáis, ni entro.-dije marchándome hacia mi habitación a dejar la maleta.

-¿Se puede saber qué te ha dado?-dijo Gonzalo entrando en la habitación. 

-Gonzalo, recoge tus cosas. Se acabó.-dije mirándole a los ojos.

-Mira, ve a dormir, llevas unos días que el cansancio te está alterando.-dijo riendo.

-Gonzalo, he dormido perfectamente, hacía mucho tiempo que no dormía tan bien.-dije seria.-Vete.-añadí.

-Malú, basta ya de esta tontería.-dijo Rosa entrando en la habitación.

-Tú aquí no pintas nada, estás despedida, ¿no lo recuerdas?-dije con rabia.

-Vamos Malú, sentémonos a hablar. Estoy segura de que ha sido un mal entendido.-dijo con su irritante sonrisa.

-No, no es ningún mal entendido, fui muy clara como lo estoy siendo ahora. Os quiero a los dos fuera de mi casa y de mi vida.-dije intentando mantener la calma.

-No se va a ir nadie de aquí, Malú.-dijo Gonzalo enfadado.

Reí.

-Si no os vais llamo a la policía para que os saquen. Decidid, salís vosotros u os echa la policía.-dije sonriendo.

Gonzalo intentó hablar pero Rosa le agarró el brazo.

-Vayámonos Gonzalo, ya volverá lloriqueando, sin nosotros no vale nada, ya se dará cuenta.-dijo Rosa mirándome con desprecio.

Gonzalo cogió su maleta, empezó a guardar su ropa, una vez se la guardó toda, empezó a recoger algunos objetos suyos y se marchó junto con Rosa. Me senté en la cama y respiré profundo. Llamé a Vero y me trajo a mi zoo. Decidí sacarles, necesitaba que me tocara el aire. Nada más cerré la puerta y me giré la vida volvió a abofetearme. Me encontré de frente a Vanesa con Inma y sus perros. Nos miramos, miró a Inma y continuó su camino. Danka se intentó acercar.

-Danka, ven aquí.-dije atrayéndola hacia mí.

Danka se acercó a mí y se sentó. Miré a Vanesa la cual no se había parado, tan solo me había mirado. Algo en su mirada había cambiado. No vi una mirada de rencor, orgullo o superioridad. Vi a una Vanesa con algo de arrepentimiento. Algo nuevo en ella. Con el paso del tiempo había aprendido a leerle los ojos. Era la única manera en la que nos comunicábamos. Hablábamos en muy contadas ocasiones.

Aquella escena podría representar mi vida. Ella avanzando y yo estancada en aquel momento. Cada vez que nos veíamos yo acababa destrozada. Aquellos ojos marrones me atrapaban, me hacían volver a enamorarme y luego me golpeaban con la indiferencia, aunque esta vez pude notar algo de sentimiento entre su frialdad. Decidí continuar con el paseo que ni tan solo había empezado. Necesitaba asimilar todos los cambios que había sufrido mi vida. De un día para otra le había dado un giro de 180° a mi vida, ya tenía la mitad de la faena hecha, ahora tocaba poner en orden mi pobre corazón. Me resultaba difícil fijarme en otros ojos, en otras sonrisas, en otras miradas, en otras persona que no fueran ella. Me resultaba imposible no verla entre la multitud y me mataba de celos ver como acompañaba a Inma a las galas. Conmigo todo era precaución, distancia, nada de acercamiento en público o le daban arrebatos de cariño, nos pillaban y yo debía frenar las exclusivas. Por eso se acabó. Yo me negaba a vivir a escondidas y ella no quería soltarse la coleta, tal vez no conmigo. Pese a todo ella negaba a Inma en público, seguía en su línea.

Cuando volví a casa vi que Pastora me había enviado un mensaje.

"Malú, cariño, como hace mucho que no nos vemos ¿qué te parece quedar mañana por la noche para cenar en mi casa de la sierra? Besitos"

Y aquí tenéis el segundo capítulo de Cenizas. Espero que os haya gustado y haya estado a la altura de vuestras expectativas.
¿Qué sucederá en el siguiente capítulo? ¿Será una encerrona? ¿Sacará Pastora el tema de la ruptura con Gonzalo? ¿Qué opinará el círculo de Malú del despido de Rosa y la ruptura? Dejad vuestras respuestas en los comentarios, ¡besos!

Cenizas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora