10. Me duele hacerte bien.

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Salí tras ella. Algo me empujó a no dejarla ir.

-Rocío.-grité.

Se giró sonriente. Me acerqué a ella y la besé instintivamente. Ella rápidamente me correspondió. El beso se fue intensificando, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo, entonces cogí su mano y la llevé hasta casa. Ambas estábamos chorreando debido a la tormenta que estaba cayendo pero eso no importaba. En ese momento nada importaba. Entramos en mi casa, continuamos besándonos con pasión, con furia. Rápidamente fueron desapareciendo nuestras prendas que quedaron esparcidas por toda la casa. Llegamos al sofá. Una vez allí ella se sentó sobre mí a horcajadas. Mi boca fue directa a su cuello, lo besé, lo mordí, lo succioné. Estaba tan empapada que al succionar literalmente bebía de su cuello el agua de la lluvia. El agua mezclada con su aroma, era un sabor exquisíto el cual degusté con gusto y alevosía. Ella me arañaba la espalda. Empezó a conducir sus manos hacia mi intimidad, sin piedad alguna me introdujo dos dedos, no pude reprimir el gemido. Ella sonrió contra mi oreja, me dio un beso en la mejilla y se apartó para clavar su mirada en mis ojos. Con mis manos acerqué su cara a la mía para besarla. De nuevo el beso fue intenso, lleno de pasión. Sus embestidas cada vez más fuertes aceleraban mi respiración y mi pulso, no podía reprimir mis instintos más animales. Quería olvidar a Vanesa a toda costa, quería sacarla de mi cabeza y perderme en todos los vértices del cuerpo de la cordobesa, descubrir otras geografías de otras espaldas. No pudimos reprimir los instintos, tampoco queríamos reprimirlos y eso nos llevo a estar toda la noche dando rienda suelta a nuestra parte más animal e irracional.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, estaba en el sofá tirada con Rocío recostada sobre mí, su cabeza estaba apoyada en mi vientre y sus brazos envolvían mis piernas. Ambas estábamos desnudas y sudorosas. Los rayos de sol iluminaban su piel la cual brillaba al contacto del sol y su melena morena tomaba un color más castaño. Recordé lo sucedido la noche anterior, mi cabeza empezaba a debatir si aquello fue lo correcto o no. Salí como pude del sofá, recogí mi ropa y me fui a duchar. Hacía mucho tiempo que no daba rienda suelta a mi parte animal de esta manera. Todo aquello me recordó a la época de antes de la operación de la vesícula. Me recorría bares, fiestas, todo con el mismo fin, pasar una noche de lujuria de la cual me pudiera arrepentir al día siguiente. Noches de alcohol, substancias y mucho descontrol, noches de olvidos, flashes. Tanto descontrol me pasó factura. Recuerdo los "Pepi, que se nos va" de Vero mientras lloraba, los "Mi niña chica, todo va a ir bien" entre lágrimas de mi madre. Realmente aquella etapa fue muy oscura, demasiado. Mientras me duchaba reflexionaba y hacía revisión de conciencia.
¿Quería volver a vivir aquello? ¿A dónde quería o pretendía llegar con Rocío? No lo sabía muy bien, era muy buena niña, me hacía sentir muy bien y siempre se mostraba atenta. Tal vez era demasiado buena para mí. Tal vez yo era demasiado oscura para un alma tan blanca.

Cuando salí de la ducha y me dirigí hacia el salón pero para mi sorpresa, Rocío ya no estaba. Solo quedaba una nota encima de la mesa del comedor.

"He tenido que irme, me han llamado de SONY, querían reunirse conmigo.
¿Te apetece quedar esta tarde? Llámame😘

Rocío."

Me sonó a excusa pero aún así le llamé. No me lo cogió así que decidí dejarle un mensaje diciéndole que le recogería a las 5. Una vez enviado me puse a ordenar la casa, quería distraerme, no pensar en lo sucedido.

**

Llegó el momento. Estaba esperándola en la puerta de su casa. Al ver que tardaba me encendí un cigarro. Justo cuando empecé a darle las primeras caladas salió de su casa.

Cenizas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora