1. Último verano.

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Eran las 5 de la mañana de una calurosa noche de agosto. Me encontraba sentada en la hamaca de mi jardín, fumando bajo la atenta mirada de la luna. No podía dormir. Su recuerdo volvía a atormentarme. Golpeaba una y otra vez en mi cabeza. Aquella última discusión en Córdoba. Su frialdad, mi carácter, su mente calculadora y mi corazón cansado de latir. También los "te lo dije" con rabia de mi hermano, los "¿se te ha pasado ya la tontería esa?" de mi padre y los "búscate un buen hombre" de mi madre. Por más que llorara de impotencia, mi dolor no se calmaba. Maldecía al destino por encadenarme a una vida que no quería. Estaba atada a un hombre al que ni tan siquiera quería, debía aparentar una felicidad que no sentía, debía hacer tantas cosas que se me olvidaba vivir. Di una calada más a mi cigarro y lo dejé en el cenicero. Me volví a la cama. Como siempre de espaldas a Gonzalo y de espaldas a la vida.

Cuando desperté Gonzalo ya no estaba al otro lado de la cama. Me había dejado una nota que decía lo siguiente:

Buenos días, cariño. Prepárate la maleta, hoy toca Mallorca. A las 12 sale el vuelo. Mucha suerte, te quiero.

Y así era mi vida. Aburrida y tristemente apagada desde hacía 3 años. Hice la maleta y me fui al aeropuerto para coger el vuelo dirección Mallorca. El vuelo se me hizo corto ya que durante este me había dedicado a dibujar en una pequeña libreta que llevaba en el bolso. Una vez en Mallorca me recogió Rubén, mi pianista.

-Antes de ir al recinto del concierto quiero llevarte a un sitio.-dijo ayudándome con la maleta.

-¿A dónde me quieres llevar?-pregunté colocándome el bolso.

-En diez minutos lo verás.-dijo sonriente.

Nos subimos al coche y poco a poco nos fuimos alejando del aeropuerto. Por lo que pude ver estábamos yendo dirección a la playa. Hacía tiempo que no pisaba la playa. La última vez fue precisamente allí, en Mallorca. Aquel día fue uno de los más felices de mi vida y uno de los que más dolía recordar. Vanesa decidió llevarme a una de las calas vírgenes de la isla. Pasamos el día entre chapuzones, besos, risas, música y amor. Echaba de menos esa sensación de sentirte imparable, la melodía de su risa acompañada por el sonido de las olas rompiendo en la orilla. Le echaba de menos.

-Ya hemos llegado.-dijo Rubén parando el coche.

Cuando bajé de este sentí un dardo en el pecho. Era la cala donde Vanesa me había llevado hacía tres años.

-¿Por qué aquí, Rubén?-pregunté intentando reprimir mis lágrimas.

-Porque quiero que le eches ganas a la vida Malú. Creo que este lugar fue el último afortunado que pudo escuchar tus carcajadas y ver tu sonrisa sincera.-dijo mientras miraba la cala.

-Rubén, estoy bien.-dije intentando fingir una sonrisa.

-Malú, reacciona de una vez, ¿no te das cuenta que ya no te engañas ni a ti misma?-dijo girándose hacia mí.-Vive de una vez. Llevas tres años viendo tu vida desde las gradas en lugar de ser la protagonista de ella. Saca tu carácter y tus ganas de comerte el mundo.-dijo enfadado.

-Rubén yo te lo agradezco pero no puedo hacer nada.-dije agachando la cabeza.

-Malú, tienes en tu mano el poder de decidir si volver a la vida o dejar que otros la vivan por ti. Personalmente creo que deberías empezar a hacer lo primero.-dijo y acto seguido se adentró en la cala.

Yo me senté en la arena. Rubén tenía razón. Como siempre. Él siempre me intentaba ayudar, durante aquellos 3 años él fue el único que no pronunció aquello de "te dije que te destrozaría el corazón". Fue el único que no me recriminó que me atreviera a vivir en libertad. Mis amigos apenas hablaban del tema, lo evitaban para no verme mal, igual que evitaban que coincidieramos. La última vez que la vi fue en el concierto del 25 aniversario de Dial. Aquel día mi vida recuperó algo de luz pero se apagó en el instante en el que Inma acudió a recogerla con coche. Aquella última mirada... Aquella mirada es una de esas miradas que matan, que duelen, que queman.

Cenizas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora