Camino hacia el jardín del Edificio Lincoln, saco un mantel de la cesta y lo extiendo en el césped. Los guardias a lo lejos me miran como si estuviese loca. Hablé con el Dr. Johnson y conseguí que me autorizara a sacar al aire libre al Sr. J. Quiero crear un espacio tranquilo y amistoso.
Cuatro hombres de casi dos metros de altura custodian al Sr. J y lo traen hacia mí. Él sonríe, así que yo también lo hago. No sé por qué cada vez me siento más cómoda estando en su compañía. Cuando estoy en casa, casi creo sentir que lo extraño. Qué tontería. ¿Extrañar a mi paciente? Tal vez es que siento cierto cariño por él, o pena.
—Aquí lo tiene, doctora —dice un guardia.
—Gracias.
—Lo dejaremos aquí y nos apartaremos un par de metros, pero no le podemos quitar las cadenas o las esposas.
—Está bien, señores, estaremos bien.
El Sr. J y yo nos sentamos debajo de un árbol.
—Dra. Quinzel... —se ríe—. Adoro estos momentos con usted.
—¿En serio? —me pongo nerviosa—. Digo, claro... gracias.
—Claro que sí. Espero con impaciencia cada día para poder verla.
No debo, no es correcto. No puedo decirle que yo también cuento las horas que faltan para la próxima consulta. Y que a veces, me quedo largos minutos mirando la fotografía de su expediente. Tenemos un buen vinculo médico-paciente. Eso es todo.
—Quiero ayudarlo, Sr. J.
—¿Sabe cómo disparar, doctora?
—¿Cómo dice?
Comienza a reírse a carcajadas. Su risa es contagiosa, él ríe y yo río.
—¿Quiere alimentar a las ardillas?
Quiero probar cómo se desenvuelve el Sr. J con los animales.
—¿Qué trae ahí?
—Son nueces —se las muestro en mi mano.
—Muéstreme cómo hacerlo.
Hago pequeños ruidos de llamado y pongo mi mano abierta en el suelo. Ambos miramos a lo alto del árbol. Una pequeña ardilla se asoma de manera sigilosa. Miro de reojo al Sr. J para observar su expresión facial. Luce tranquilo y receptivo. Creo que lo está pasando bien.
De pronto, aquella ardilla se anima a bajar y se acerca a nosotros.
Noto una mirada en el Sr. J que no había visto antes: es ternura, estoy segura. Todavía tiene la capacidad de conmoverse con este tipo de cosas. Me siento satisfecha y esperanzada. Al fin estoy viendo progresos en él.
—¿Por qué es así conmigo? —pregunta.
—¿Cómo?
—Casi me trata como si fuera normal.
—Usted es normal, sólo necesita algo de tratamiento. Pero mejorara, lo prometo.
—¿Quiere entenderme, doctora? ¿Quiere saber cómo piensa alguien como yo? —no respondo—. Debería ponerse en mi lugar.
—¿Cómo podría hacerlo?
—Ustedes los doctores les gusta hacer experimentos. ¿Por qué no hace un pequeño ensayo de campo?
—Explíquese.
—Conviértase en mí por una noche —me sorprendo—. Salga encubierta por las calles de Gotham y experimente lo que se siente estar en mi cabeza. ¿No es eso lo que quiere?
—¿Está diciendo que salga a cometer un crimen?
—Uhhh, doctora... —sonríe y me mira las piernas. Me cubro con la bata—. Una travesura.
—Entiendo —gacho la cabeza. ¿Acaso lo estoy considerando? ¡Es ridículo! ¿Lo es?
—Me encanta que usted se ríe de mis chistes.
—Usted es divertido.
—¿Lo cree realmente?
—¿Por qué lo duda?
—Ni siquiera a mi padre se reía.
—Hableme de él.
—Una sola vez me llevó al circo. Era de unos hermanos que venían desde Inglaterra. Había recorrido todo el país, divirtiendo a todo el mundo. Cuando salieron los payasos, fue la primera vez que lo vi riéndose sin control. Se quedaba sin aire y lloraba de la emoción. Yo también quería divertirlo. Esa misma noche, tome de su armario sus pantalones favoritos y un par de sus zapatos. Me quedaban muy grandes, lucia igual que los payasos —comienzo a notar que su mirada se entristece y su voz es más baja—. Me pinté la cara con algo de maquillaje que había dejado mamá. Fui hasta su oficina y bailé para él, cantaba la canción del circo. Me enredé con la bota del pantalón y caí al suelo. Los rompí.
—¿Y luego qué pasó?
—Me rompió la nariz. Dijo que si yo rompía algo, él me rompía algo a mí.
¡Rayos! No estaba preparada para esto. No puedo creer lo que me cuenta. Y la melancolía que eso le provoca. Eso es. Sufrió violencia infantil de su padre, el abandono de su madre. Su modo de lidiar con las cosas es riéndose de todo. Y haciendo reír. No es un monstruo porque sí, sus traumas lo hicieron así. Es un alma noble y solitaria que quiere divertirse al menos una vez. ¡Lo sabía! El Sr. J es un buen hombre en el fondo. Un hombre que me necesita.
Me extiende su mano y mira la cesta que traje. Le pongo algunas nueces en la palma y hace lo que yo. La ardilla va hacia él y come tranquila. Nos miramos. Pienso en todo lo que debió sufrir, era sólo un niño. Nunca tuvo a nadie que lo amara. Y se lo merece. Quiero hacer lo que sea necesario para ayudarlo, entenderlo. Tal vez tenga razón, tal vez deba ponerme en su lugar para hacer mejor mi trabajo. Debo ser él por una noche.
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Buenas noche, querido(as) lectores(as). Aquí tienen un nuevo capitulo más pronto de lo normal. ¿Lo disfrutaron? Espero que sí.
También quería contarles que Obsesión Suicida ganó el segundo lugar en la categoría de Mejor Historia de Suspenso en los DC Chanel Awards.
Un abrazo a todos. Gracias por sus comentarios y votos. Espero que me sigan dando sus opiniones y saludos.
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Obsesión suicida
FanfictionGanadora en la categoría Mejor Villano en los DC Comics Awards 2016. Ganadora en la categoría Mejor Historia de Suspenso en los DC Chanel Awards 2016. Fanfic inspirado en los personajes de DC comics.