Siempre tuve dificultad para sentarme a pensar en las consecuencias de mis actos. Y ahora, que mi cabeza es un nido maltrecho y desordenado de ideas, recuerdos y cosas que posiblemente no están allí en realidad me cuesta un millón de veces más tener conciencia del mundo y las personas que me rodean. A veces divago, alucino y me pierdo durante horas. Una vez vuelvo a la realidad no puedo ordenar muy bien las diferentes opiniones en mi cabeza. Y además, he de confesar algo: escucho voces. No sé exactamente cuánto comenzaron a hablarme, pero desde entonces no han parado de decir toda clase de cosas. Algunas veces me divierten, pero en otras ocasiones, como hoy, daría cualquier cosa por estar sola por un segundo.
Estoy sentada en un callejón oscuro. Las lagrimas me empañan la vista y siento como el maquillaje rueda por mis mejillas. Se preguntaran ¿qué ha pasado? Lo contaré lo mejor que pueda. Debería empezar por el principio, el evento que tontamente creí que me uniría aún más a mi pudin y que, finalmente, terminó por separarnos.
Teníamos la bomba que usaríamos en el ataque a Empresas Wayne lista para ser activada. En mi mente, imaginé que todo iría muy diferente: el robo sería un éxito, saldríamos victoriosos del edificio y todo el mundo sabría quién soy yo ahora. Conocerían mi nombre: Harley Quinn, cómplice del Joker. Nadie más especularía sobre mi supuesto secuestro, sabrían que estamos juntos.
—Es hora, bebé —me dijo.
Yo estaba muy lista.
Entramos por el tejado en helicóptero. «Él y sus entradas triunfales». En el techo quedaron varios francotiradores y un hombre grande y fornido con un traje blindado que sostenía una arma enorme que no sabría describir. Pero eso sí, estoy segura de que hace mucho daño. Justo en ese instante tuve un pequeño presentimiento que ignoré por completo.
Cuando las alarmas sonaron, los disparos iban en todas direcciones. Yo le guardaba la espalda a mi pudin. Disfrutaba de la emoción, la adrenalina. Nos reíamos con complicidad cada vez que uno de ellos caía muerto. Sentía que bailábamos un vals en un hermoso salón y que todas las miradas estaban puestas en nosotros.
Y de pronto... todo comenzó a ir mal.
El hombre encargado de hacer estallar la bomba antes de que Pudin y yo llegáramos se acobardó. Debía morir en la explosión, pero de la nada se dio cuenta de que la vida es bella y que quería seguir viviéndola. «¡Bastardo egoísta!» El punto es que el plan tenía que salir a la perfección: cada reloj, sin excepción, debía cumplir la establecida sincronización. Cuando llegamos a la bóveda, los hombres de seguridad que ya deberían haber muerto, seguían ahí. El tiempo perdido jugó a su favor y se prepararon muy bien. Nuestros peones cayeron sin vida y nuestra barrera se debilitaba. En cuestión de minutos, estábamos atrapados. Ni siquiera había notado que estaba cubierta de sangre, mi sangre, me habían herido.
—¿Qué vamos a hacer, pudin? —grité.
—¡Cierra la boca —con ira insaciable—. No me dejas pensar —añadió.
Tuve que tragar con fuerza para no llorar.
Inesperadamente, algo nos salvó. Permítanme ser más especifica: alguien nos salvó. Una persona que yo conocía muy bien: ella, la ex compañera de habitación que me odiaba a muerte... Gretel. Vestida de cuero y con antifaz, le disparó a todo aquel que se interpuso.
—¿Qué diablos? —pensé.
—¿Quién eres tú? —preguntó mi pudin.
—Yo soy Bad Girl. Supe que tenía problemas, y he venido a ayudar. Lo admiro y quiero unirme a usted.
—Vaya, vaya —susurró—. Si que me viene bien tener la compañía de alguien en quien pueda confiar. Alguien que sirva de algo. —Justo después de decir eso, se volvió hacia mí. Vi todo en esa mirada. Lo había decepcionado. No estaba a la altura de sus expectativas.
—No —grité—. Yo la conozco. Es mi antigua compañera de la universidad, me odia y ha venido a vengarse. Ahora lo veo, este era su plan. Estoy segura de que ella saboteó el ataque. Por eso fallamos.
Ella no dijo nada. Sonreía. No quedaba ni rastro de la antigua Gretel. Enloqueció, igual que yo.
Mi pudin no respondió, no me quitaba la mirada de encima, no expresaba nada, ninguna emoción.
—Esta... —comenzó a decir, muy bajito, casi un susurro a mi oído— es la primera vez que falló. Y sólo tú eres un factor determinante.
—¿De qué hablas? No entiendo —entrando en pánico.
—Creí que podía hacer esto. Compartir mi vida con alguien más. Me equivoqué. No me puedo dar el lujo de tener distracciones en el camino, y eso eres tú, Harley. Una distracción muy grande para ser ignorada. Tal vez, incluso, ni siquiera tú misma pertenezcas a mí. A mi mundo. —Y luego pronunció las palabras que destruirían por completo lo que con seguridad había creído—: Es tiempo de avanzar por separado.
Mi corazón explotó. Y así de simple, todo terminó. Me dejó ahí parada, sola, desolada. Sin nada más en mi vida a lo cual aferrarme. Lo último que vi de mi pudin fue su espalda, caminando en dirección contraría a mí... con ella a su lado.
Salí del edificio lo más rápido que pude. Nadie me vio. Me convertí en un fantasma.
Y así llegué aquí, a un callejón igual a uno de mi pasado, del que una vez fui rescatada por él. Pero lo que sigue será muy diferente. Pienso en Pamela, en pedir su ayuda, pero estoy mareada y muy débil para levantarme.
Oigo una voz, pero no sé de dónde viene.
—¿Harleen?
La silueta de Batman aparece a la vista.
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¿Cuánto tiempo ha pasado, queridos lectores? Mucho, lo sé. Pero la verdad muchas cosas han estado pasando en mi vida y la escritura ha quedado de lado por el momento. No saben cómo quisiera tener más tiempo para darles capítulos muy seguido, pero se sale de mi control.
Les pido con mucha humildad que tengan paciencia. Espero me entiendan. Sus comentarios y apoyo son mi motor para seguir aquí, y sin conocerlos, los quiero de verdad. Lamento de corazón la ausencia.
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Obsesión suicida
FanfictionGanadora en la categoría Mejor Villano en los DC Comics Awards 2016. Ganadora en la categoría Mejor Historia de Suspenso en los DC Chanel Awards 2016. Fanfic inspirado en los personajes de DC comics.