Capitulo 19: En brazos de Bruce

340 39 23
                                    

Estaba preparada para luchar contra Batman con las pocas fuerzas que me quedaban, hasta lograr escapar, pero no recuerdo muy bien qué pasó luego de verlo acercarse a mí. En un abrir y cerrar de ojos el rostro de Bruce fue lo primero que vi cuando la vista comenzó a aclararse. 

No entiendo qué pasa.

—Harleen, ¿puedes oírme? —Su voz parece un eco en mi cabeza. 

—¿Dónde estoy? —logro decir.

—A salvo. En mi casa.

—Batman...

—Después de contaré todo. Lo importante es que te recuperé. Mi doctor de confianza viene en camino. Te pondrás bien. 

El dolor en todo mi cuerpo es intenso, pero especialmente el de mi cabeza. No puedo pensar. No comprendo cómo Batman me dejó ir. ¿Acaso Bruce lo conoce? A la única conclusión a la que puedo llegar es que aún no sabe en lo que me convertí. Y no sabe las cosas que hice. Tal vez siga aferrado a la teoría de los medios: que fui secuestrada. Como fui la psiquiatra privada del Joker se me hace lógico que piensen que quizás descubrí algo, o me llegó a confesar algún secreto que quiso ocultar llevándome con él.

No tengo otra opción: seguiré la corriente, fingiré lo que Bruce crea que me ha pasado, mentiré. 

Me toma en sus brazos y comienza a subir unas escaleras —creo que estábamos en algún salón o biblioteca. Entramos a un espacioso y lujoso cuarto de huéspedes. Me recuesta en la cama. Siento que los parpados me pesan una tonelada. 

Comienzo a llorar. Bruce se enternece. 

—No te preocupes, ya estás bien. No te va a volver a tocar.

Cree que mi llanto se debe al dolor que he padecido en las farras de un cruel y demente criminal. La verdad es que lloro porque recuerdo que lo perdí, que me dejó. No puedo vivir sin él. Nunca había amado tanto algo en toda mi existencia. Lo necesito. Pero también me consume una intensa ira. Quiero odiarlo. Odiarlo de verdad. Y quiero que esa maldita que se atrevió a meterse en mi camino muera lentamente. «Esto no ha terminado».

La puerta de la habitación se abre. 

—Sr. Wayne... está aquí —dice un anciano asomando la cabeza.

—Déjalo pasar, Alfred.

Otro hombre, más joven que el anterior, entra por fin. 

Bruce nos deja solos. Tengo que pensar en algo muy bueno... y rápido. El doctor ya me está revisando mucho y quiere tomarme muestras de sangre. En un instinto sin control, corro al baño de la habitación. Me excuso diciendo que voy a vomitar. Pero pronto oigo que comienzan a tocar la puerta. 

—Cariño, por favor, deja en el doctor haga su trabajo, estás muy malherida. 

Me estoy quedando sin tiempo. Abro la ventana para salir de aquí, pero estamos en un piso muy alto. Trato de encontrar alguna tubería o algo parecido para sostenerme y deslizarme hasta el suelo, pero no hay nada. ¿Qué voy a hacer? No puedo ir a la cárcel, aún tengo algunos asuntos pendientes. 

De repente se me ocurre revisar los cajones y encuentro la respuesta. Hay medicinas de varios tipos junto a artículos de aseo personal. Ya sé lo que tengo que hacer. 

Tomo varios somníferos, analgésicos y antihistamínicos  —los suficientes para fingir que me mantenía drogada. Luego me echo en el piso e introduzco en mi garganta mis dedos indice y medio para obligarme a vomitar. 

Para cuando Bruce entra a la fuerza, me encuentra con la cabeza apoyada al inodoro, con los labios llenos de restos de vomito y temblando.

Por supuesto es un caballero, me ayuda a limpiarme el rosto y me lleva de nuevo a la cama. Esta vez se queda a acompañarme. 

—Tiene un roce de bala en el brazo y otro en el costado izquierdo —le informa el doctor a Bruce—. Hematomas en el abdomen, cortes y raspones de hace algunos días. Además, su piel parece haber estado expuesta a algún tipo de químico que corroyó su pigmento, destruyéndole la melanina. 

Bruce palidece, le pide al doctor hablar a solas. Antes de irse, me pone una bolsa de suero y varias inyecciones. Me curó y vendó las heridas. (Que por cierto, me las hice en mis aventuras con mi Venenosa. Excepto los roce de balas... esos son del ataque a la bóveda). Se llevó mi sangre —lo cual espero que valide la historia que estoy por contar.

—Dime qué te ha pasado —me pide Bruce, sentado a mi lado en la cama.

—Fue horrible —lloro desconsolada—. Creí que nunca saldría de ahí.

—¿De dónde? ¿Dónde te tenía?

—No lo sé. Casi siempre tenía los ojos vendados. Me hizo cosas que... —tartamudeo y lloro, lloro a lo loco.

—Ahora estás conmigo, te cuidaré... —me abraza con cariño. Casi me conmueve—. ¿Por qué estabas en el robo a mi empresa? —Olvidé por completo que era su edifico que el atacábamos. Mi mente está tan perdida que paso por alto este tipo de detalles. 

—Me llevaba a muchos lugares... y me obligaba a mirarlo haciéndole atrocidades a personas inocentes. 

Bruce aprieta con fuerza la mandíbula. Está furioso. Me pregunto si lo que lo enoja es que estuvo a punto de ser robado, o que de verdad se preocupa por mí. 

Ahora le voy a poner la cereza al pastel: —Bruce... él... —sollozo y finjo recordar el horror de lo sucedido—. Él me tomó a la fuerza. Yo no quería, lo juro —me pongo histérica—. Me violó cuantas veces quiso. 

La expresión de Bruce me dice que sí me quiere... o me aprecia, al menos. Y lo odia a él. Odia a J y no tiene idea de que ya quisiera yo estar ahora mismo con él... haciendo el amor. 

—Te juro, Harleen, por mi vida... que pagará por lo que hizo. 

Claro que pagará... pero por haberme dejado así. Nunca se deshará de mí. Voy a seguirlo hasta el fin del mundo. 

Finalizo mi drama actoral besándolo. Y debo admitir que me gustan los besos de Bruce Wayne. 

----------------------------------------------

No sé ustedes, pero yo me reí como loca escribiendo este capitulo. Espero que hayan disfrutado leyéndolo, así como lo hice yo haciéndolo para ustedes que tanto me apoyan. 




Obsesión suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora