Capitulo 11: El principio del fin

1.2K 109 16
                                    

Estoy sentada en mi auto, no me atrevo a salir. Tengo una tienda de disfraces junto a mí, y cuando entre allí no habrá retorno. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué voy a hacer?

Antes de llegar aquí di muchas vueltas sin destino por la ciudad; me aseguraba de que el FBI no me estuviese siguiendo. No creo que lo hagan. En realidad, estoy nerviosa por otras razones: haré una locura. El Sr. J tenía razón, quiero meterme en su cabeza, escuchar esos pensamientos, sentir lo que él. Y sólo puedo lograrlo si experimento lo mismo que él.

La puerta del auto hace un chillido cuando la abro. No veo a nadie cerca de aquí; elegí una parte de la ciudad por la que nadie transitaría a estas horas de la noche. La tienda es de cuarta, con un sólo empleado y sin cámaras. Hay mucho de donde elegir. (La mayoría basura). ¿Qué se supone que necesito? Estoy algo perdida. Lo primero que tomo son un par de latas de pintura facial, un antifaz negro, gas de humo. Sigo buscando. ¿Un bate de béisbol? ¡Claro que sí! Veo un traje en un maniquí que de inmediato llama mi atención. Es rojo y negro con toques de blanco, y parece de payaso. Se parece a él.

¡Estoy lista! Ya tengo todo en el auto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Estoy lista! Ya tengo todo en el auto. Conduzco un par de cuadras y me detengo frente a un lugar oscuro. Me cambio como puedo. Elijo la pintura blanca y me la echo en el rostro. Me pongo el antifaz. Me miro en el espejo retrovisor y me siento diferente. Y hasta... me divierto.

***

Rompo el cristal de una tienda de juguetes con mi bate. La alarma comienza a sonar y sé que debo apresurarme. No sé muy bien qué hacer, así que hago un alboroto: destrozo todo lo que encuentro. Veo unas bolsas de regalos lindas y tomo una; meto varios juguetes. Oigo a lo lejos las sirenas de una patrulla de policía. Tiro el gas y un humo espeso y gris sale, cubriendo toda la vista. Corro por las calles sin que nadie me vea. Siento que vuelvo a ser una niña. Mi corazón late con fuerza y casi me ahogo de tanto reír. Es ridículamente absurdo que me esté sintiendo así: ¡Por favor, soy una psiquiatra! Pero hace tanto que no me divertía así. Cada vez que golpeaba algo con el bate, liberaba toda la tensión que he estado acumulando por años. Wow.

Estacione el auto lo suficientemente lejos del lugar para no correr riesgos. Cuando ya estoy en marcha tiro la bolsa por la ventana: no necesito para de eso.

Estaciono en mi edificio luego de quitarme el disfraz y limpiar mi rostro. Antes de bajar noto que un pequeño gatito de peluche se quedó en el asiento. Debió caerse de la bolsa. Ahora necesito dormir.

La mañana llega en apenas tres horas. Me voy a trabajar. Entro directo a mi oficina y tomo mis carpetas y mi libreta de anotaciones. Voy a ver al Sr. J.

No dejo de meter mi mano en el bolsillo de mi bata, siento el suave pelo de peluche en mis dedos. No me atrevo a sacarlo todavía.

—¿Qué trae ahí, doctora?

—Ehhh... —sonrío como tonta—. Le traje un gatito.

—Qué considerada... me encanta.

Obsesión suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora