Escondida entre unos arbustos me comienzo a sentir cada vez más impaciente. Le pedí a Pamela que no me acompañara, necesito hacer esto sola. Me pongo los binoculares en los ojos y observo en todas direcciones: busco a esa maldita... Gretel. Y, por más que no quiera aceptarlo, sé que está ahí, en la misma mansión en donde el Sr. J y yo empezamos nuestra vida juntos. (De tan solo imaginarla allí dentro, recorriendo los mismo pasillos que yo recorrí, durmiendo en las mismas sabanas se me revuelve la bilis).
Hace dos noches, luego de escapar de la casa de Bruce, Pamela me ofreció algo: si yo quería, ella estaba dispuesta a inyectarme una formula de su propia invención, una versión mejorada de la que ella misma se inyectó hace algún tiempo para hacerme inmune a una gran variedad de venenos y toxinas. Ahora, después de dejar por completo en el pasado a Harleen Quinzel, no le tengo miedo a nada. Acepté. Al principio no sentí nada más allá del pinchazo, pero al cabo de un par de minutos la sangre me comenzó a hervir, me ardía la piel. Una vez pasó el dolor Pamela soltó las ataduras de la camilla en donde me había recostado y me sentí satisfecha conmigo misma. Antes meditaba si debía tomarme una aspirina o no. ¡Ja!
De inmediato puse en marcha mi plan. (Si esos dos creen que los dejaré ganar, no tienen ni jodida idea de quién soy). Lo primero, pensé, era que debía tener clara la situación actual del Sr. J y su patética y sin gracia intento de versión mía... «Bad Girl». Si no estuviera tan furiosa, estaría revolcándome de la risa por su desesperada venganza. «Pobrecita, ¿te arruine la vida?»
Así que aquí me tienen... haciéndola de espía. Al primero que vi fue al Sr. J, que estaba hablando con Jonny Frost. Se han ido en un auto. Pero como primero voy por ella, no intento perseguirlo.
Me pregunto ¿por qué no me mató? Si ya no le servia, debió hacerlo. Está plenamente consciente de que soy un peligro para él: conozco sus futuros planes de ataque, sé los pasadizos secretos de la mansión y podría entrar como, de hecho, estoy a punto de hacer y, además, hay varios de sus empleados que son leales a mí. ¿O es que acaso me creerá tan débil como para no representar amenaza alguna?
Justo cuando me decido a buscar a Gretel por todo el lugar, veo su silueta por una de las ventanas. Pero no está en la alcoba ni en alguna sala de reuniones ni en el gimnasio, sino en una de las prisiones. Tal vez esté encargada de custodiar o torturar a alguien. Saco los lentes de calor de largo alcance de mi maleta. Su figura se tiñe de rojo a través de la lente. No hay nadie más en la habitación. Estoy confundida.
Me valgo de unas enredaderas para trepar uno de los muro de la casa; cuando me meta por la ventana del segundo piso estaré lo más cerca posible de un pasadizo que lleva a las celdas. Miro a todos lados, no hay nadie cerca. (Si yo siguiera siendo la mano derecha del Sr. J, esto nunca pasaría: alguien subiendo por una pared, a punto de entrar, si que nadie le disparase).
En menos de un minuto estoy parada frente a la puerta que buscaba. Saco mi llave maestra y la abro. Veo a Gretel de pie, vestida con ropa sucia y toda despeinada. Rápidamente se da vuelta y se queda sin aliento al verme.
—Tú vendrás conmigo —sentencio.
Meto a Gretel en el maletero del auto, luego de arrastrarla inconsciente. La drogué. Enciendo el motor y me voy en seguida. Pamela me brindó un escondite al sur de la cuidad que utilizaré esta noche y mañana.
Le amarro las muñecas por encima de la cabeza, de manera que queda colgando en el aire. Estamos en un viejo taller de reparación de autos. Nadie oirá sus gritos.
—Despierta, cariño —le digo, mientras le doy golpecitos en la mejilla.
Poco a poco va abriendo los ojos.
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Obsesión suicida
FanfictionGanadora en la categoría Mejor Villano en los DC Comics Awards 2016. Ganadora en la categoría Mejor Historia de Suspenso en los DC Chanel Awards 2016. Fanfic inspirado en los personajes de DC comics.