Capitulo 20: La huida

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Pongo mi mejilla contra la puerta para escuchar con cuidado lo que dicen. 

—¿Y bien?

—Creo que lo que dice es cierto. Las heridas concuerdan con diferentes tipos de tortura. El análisis de sangre reveló que ingirió varios narcóticos. Para mantenerla adormilada, pienso yo. Claro está, faltaría hacerle un examen para confirmar las violaciones.

—No, no, no... No quiero presionarla más, por ahora —le dice Bruce al doctor. 

Escucho pasos aproximarse por el corredor y salgo corriendo. Necesito aire, siento que me ahogo encerrada aquí. Necesito adrenalina. 

Busco una salida. A mi paso, tomo un teléfono. Voy en dirección al bosque. (Esta casa está en medio de la nada). Marco el número de Pamela. 

—Necesito tu ayuda.

—¿Harleen?

—Harley —grito.

—Claro, lo siento. ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? 

—En la casa del lago de Bruce Wayne.

—¿Qué? ¿De qué demonios me perdí? 

—Me dejó. Él me dejó —se me hace un nudo en la garganta. 

—Lo sabia. Sabia que esto pasaría. ¡Te lo dije! —sube el tono de voz.

—Lo sé. No tengo tiempo para discutirlo. Estoy fingiendo lo que decían las noticias sobre mí: que El Joker me secuestró. Bruce me está atendiendo, junto a su médico de cabecera. 

—Pero ¿por qué no te llevó a un hospital? Esto me da mala espina. 

—Lo sé, eso mismo pienso yo. Creo que sabe la verdad y me tiene aquí para sacarme información sobre el robo a su empresa y luego mandarme a la cárcel.

—Lo vi en televisión. ¿Estabas ahí?

—¡Claro! Todo se arruinó. El Sr. J me dejó ahí, luego Batman apareció. Y luego... no sé. Ahora estoy aquí. Necesito que me saques de este lugar y me escondas. 

—¿Dónde queda la casa?

—Ese es el problema: no lo sé.

—Maldición, Harley. Está bien, lo averiguaré. Los ricos siempre guardan muy bien su vida privada, pero buscaré a un contacto. Mientras tanto, sigue simulando. Trata de revisar sus papeles y ve si la dirección figura en alguna parte. Llámame en cuanto puedas. 

—Lo haré. Gracias, de verdad. Sólo cuento contigo. Te quiero.

—Y yo a ti. Cuídate, ¿está bien?

Regreso lo más rápido que puedo a la casa. Solamente espero que no hayan notado mi ausencia. 

Subo en puntillas por las escaleras. Me meto a la cama y me cubro con el cobertor. Bruce entra tras de mí. Esto no puede ser una coincidencia, tuvo que verme. 

—Cariño...

—Acércate —digo.

Lo abrazo con extremo amor y beso su cuello. Siento su erección. 

—Gracias por esto, Bruce. Eres un ángel para mí. —Vamos a subir la temperatura—: Te quiero. Quédate esta noche.

—No creo que...

—Shhh —pongo las yemas de mis dedos sobre sus labios. —Bésame. 

Él me obedece. Pienso por un momento... ¿las victimas de violación no tienen problemas en volver a intimar? ¿Le parecerá extraño? No quiero arriesgarme, pero ya comencé. 

Le quito la camisa y dejo desnudo su imponente pecho. No puedo negar que está como quiere. Pero tampoco puedo negar lo diferente que me sentía con mi pudin. Me hacía sentir tan única. (Por no mencionar que es un tigre dientes de sable en la cama). Me tocaba justo donde debía hacerlo para ponerme a mil. 

No sé si lo estoy alucinando, pero juraría que hay un punto rojo en la sien de Bruce, como si lo estuvieran apuntando desde lejos. Miro hacia la ventana... realmente pueden estar apuntándolo. 

—¡Bruce, cuidado! 

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Alguien te apunta, lo juro. Nos observan. 

El punto desaparece. 

—Llamaré a seguridad. 

***

—Todo está bien —me dice Bruce—. Mis muchachos revisaron toda la zona. No hay nadie. 

—Pero yo lo vi... tenias una señal roja en la cabeza, Bruce. Querían matarte. 

—Mi amor, mi amor... —pone sus manos en mis brazos—. Nadie está aquí. Ya no corres peligro. Es completamente normal que sientas por un tiempo que algo terrible está a punto de pasar. Pasaste por una experiencia traumática. 

Rayos, debí pensar en eso antes. Me hubiera zafado del asunto. Pero lo que vi fue real. Tiene que serlo. Si no... estoy más loca de lo que creí. 

Bruce me da una pastilla para dormir y promete que no me dejará sola en toda la noche. Pronto me siento adormilada. 

Cuando vuelvo a abrir los ojos, él duerme a mi lado. Salgo en silencio. Vuelvo a llamar a Pamela.

—¿Qué sabes?

—Ya lo tengo. Soy la mejor, lo sé —nos reímos—. Voy en camino.

—¿Qué? ¿Ahora mismo?

—¿Pues qué esperabas? Si te quedas más te descubrirá.

—Es cierto. Te esperaré en el bosque que queda junto a la casa. 

No sé por qué, pero me da pena salir así. Pero también pienso en que todo esto es una farsa y Bruce sólo busca algo. Esto tiene que ser una mentira. Debo irme. Y sólo sabre si extrañaré a este hombre cuando me haya ido y sea muy tarde. ¡Pero yo qué sé, tengo el cerebro frito!

Me voy así nomas y vuelvo a meterme al bosque. El tiempo pasa y me impaciento. De repente veo que las luces exteriores de la casa se encienden. Se dio cuenta de que ya no estoy. Comienzo a correr. Oigo a lo lejos un auto. La cabellera roja de la mejor amiga del planeta se asoma por la ventanilla. 

—Tenemos mucho que hacer —es lo primero que me dice Pamela al recogerme. 

—Ni te lo imaginas —respondo.

Obsesión suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora