Capítulo uno

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Mi corazón tiene meses de vida.

Mi corazón tiene meses de vida, probablemente semanas, días, horas, segundos. ¿Cuánto puede soportar un corazón enfermo? ¿Las enfermedades del corazón son hereditarias? La verdad, no lo sé.

Mi corazón duele, cada día duele aún más. Aún no se encuentra un donador, la lista de espera es larga y yo no estoy en los primeros lugares. Si existe un Dios, ¿por qué hizo qué enfermará de pronto? Si existe un Dios, ¿por qué me mando con un corazón defectuoso cuando se supone que todo lo que hace Él es perfecto?

Bueno, no planeo que me caiga una respuesta del cielo, tampoco planeo encontrarme con alguna respuesta en el suelo.

Tengo diecinueve años, soy estudiante mercadotecnia en una de las universidades de Boston, increíble, ¿no? El único problema que he tenido toda mi vida, el único problema siempre ha sido mi corazón. Mi corazón no se formó como debería, mi corazón está enfermo. Todo lo demás está bien, incluso mi estabilidad emocional. Soy una persona cuidadosa, pero me gusta vivir al máximo porque aún no sé cuándo abriré los ojos por última vez.

Antes mis padres se encargaban del medicamento a su hora, cuidados y cosas así. Ahora que vivo en el campus de la universidad, me toca hacer todo a mí, como toda una adulta responsable pero no independiente porque mis padres me envían dinero para sobrevivir.

Que contradictorio, ¿no?

Tengo una habitación para mi sola, es pequeña, de las últimas. Así que, si muero, tardarán cuatro días en saber que he desaparecido y me encuentro muerta en mi habitación ya que tardo tres días en responder los mensajes.

Estoy recostada en mi habitación, observando cómo se filtran los suaves rayos de luz por las suaves cortinas. Es un momento tranquilo, uno de los muchos momentos tranquilos que he tenido en mi corta vida. Estos momentos me sirven para reflexionar, para hacer planes, para pensar que tareas tengo pendientes y qué clases tengo mañana, estos momentos me sirven para escuchar como late mi débil corazón, el silencio es genuino.

Visto con una sudadera azul marino, un jogger gris, calcetines negros con orejitas blancas. Aprendí que siempre debo anotar o informar como ando vestida, suena paranoico, pero, es por precaución. Informó a mis padres a pesar de estar en mi habitación, vivir en un país "seguro" no te salva de los maniáticos o de qué te puedan atropellar.

–Samara, ¿estás aún con vida?

Suelto una risa baja.

–Si, Melany; sigo con vida. Ya te abro.

Al instante escucho el sonido de la puerta abrirse y luego cerrarse.

Demonios, olvide cerrarla. Al menos no me tuve que levantar.

–No te molestes, estaba abierto. Dime, ¿por qué eres tan malditamente descuidada? Alguien puede entrar y hacerte daño o alguien puede entrar de la nada, asustarte y provocar tu muerte.

–Cerraré bien la puerta para la próxima, así no escucharé tus teorías sobre cómo puedo morir.

–Nunca dije que ibas a morir. –Sostiene.

–Claro que lo hiciste.

Melany, es una de las muchas personas que he conocido en la facultad. Es de las pocas a la que le puedo dar el honor de ser mi amiga, ser amiga de alguien qué puede morir en cualquier instante realmente es intenso. Nos conocimos a la semana de establecernos en nuestros dormitorios, ella también tiene habitación individual, tenía una compañera algo... difícil y solicito un cambio de inmediato. Es una buena amiga, me recuerda los medicamentos, cuida de mí. Tengo un grupo de amigos que no me ven como un fenómeno o un bebé delicado.

Mi corazón insisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora