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Me aclaro la garganta. 

-Será mejor que acuestes a Nilenna -ofrezco-. ¿Sabes cómo hacerlo? 

-No puede ser tan difícil, soy un guerrero -me recuerda con una sonrisa de superioridad. 

Niego mientras sonrío. 

-Eres un guerrero, no un profesor de infantil -apunto con sorna. 

-¿Profesor de infantil? -pregunta mientras se levanta de la mesa, agarrando a Nilenna contra su pecho-. No tenemos de esos aquí. Las madres son las que enseñan a sus hijos e hijas. 

-Lo sé, Harold. Solo estaba haciendo una broma -aclaro, sin apartar de la mirada de cada movimiento que hace-. Es increíble que siendo guerrero, tengas tanto... cuidado con Nilenna. 

-¿A caso eres como esos ingleses, Kaysa? -me pregunta Harold mientras sonríe con diversión-. Ellos creen que somos unos salvajes sin alma. 

-No es eso lo que quería decir -murmuro con vergüenza-. Es que... no esperaba que alguien que se pasa todo el verano viajando, tenga el instinto paternal tan desarrollado. 

-¿Es eso que oigo una halago? -se burla mientras se inclina para dejar a Nilenna sobre su cama. 

Agarro la cortina que hace de pared de separación de su habitación y miro la escena. Harold es como un padre adolescente en estos momentos, solo que... es muy extraño. No es como los padres adolescentes del siglo XXI, ¿no? Acaba de acoger a una niña y solo tiene veintiún años. Cualquier chico de veintiún años se sentiría abrumado ante tanta responsabilidad. 

-Sí -suspiro-. Es un halago. 

Harold se vuelve a incorporar, pero me acerco a su lado.

-Antes de irte, debes taparla con la manta -le instruyo. 

Me inclino sobre la cama y tiro de la manta de pelo de animal sobre el cuerpo de Nilenna, quien se quedó dormida abrazando a Harold. 

Después de eso, Harold cierra la cortina y se detiene frente a mí. Me mira durante unos segundos casi con remordimiento. 

-No tienes... no tienes hijos de donde vienes, ¿no? -pregunta nervioso. 

-No -respondo con rapidez-. Pero he sido niñera un par de veces -añado-. Ser niñera es algo que hacen algunos adolescentes en su tiempo libre a cambio de dinero. Cuidan de los hijos de alguien mientras salen a cenar una noche, van a una fiesta... 

-Gracias por la aclaración -sonríe en agradecimiento-. Te iba a preguntar. 

-Lo sé. Poco a poco te voy captando -comento con orgullo. 

Harold se aclara la garganta, antes de alejarse de mí y comenzar a quitarse las pieles que lo cubren. 

-Será mejor que nos vayamos a la cama -ofrece con cautela. 

La cabaña de Harold es grande, pero no tiene demasiados muebles, ni siquiera divisiones del espacio, más allá de la nueva cortina que ahora le da algo de privacidad a Nilenna. 

Si hubiese tenido que vivir así con mis padres, no lo habría soportado. ¿Cómo daría un portazo si me enfadara? Por no hablar de si hubiese tenido novio. No podríamos haber tenido privacidad para hablar en mi cuarto... Hubiese sido horrible. 

Miro nerviosamente a todos los lados de la cabaña. ¿Qué se supone que haga? ¿Va Harold a dormir en el suelo? ¿Me va a dar un pijama o algo? 

-¿A qué esperas? -pregunta Harold mientras se queda en una simple camisa de lino sin botones ni nada y en sus pantalones, sin las botas puestas. 

-A que me digas qué debo hacer. ¿Dónde está mi pijama? ¿Dónde voy a dormir? -respondo mientras cambio mi peso de un pie a otro. 

-Quítate el vestido -me indica. 

Mi boca cae abierta. ¿Quiere que me desnude? ¿Está loco? 

-Quédate con la parte de abajo del vestido, con el traje de lino que llevas debajo -aclara con delicadeza. Después suelta una risita y se lleva una mano a la nuca-. Nunca pensé que tendría que explicarle a una mujer lo que hacer con su ropa. 

-Gracias -digo con sarcasmo. 

Tomo una respiración profunda y comienzo a tirar de los lados del vestido hacia arriba. Lo saco por mi cabeza, después de quitarme el cinturón ancho de piel que iba en la cintura, y lo dejo sobre el baúl. Me quito los zapatos de deporte y los coloco junto al baúl. 

Cuando levanto la mirada me encuentro a Harold casi pegado completamente a mí. 

-¿Por qué eres tan fascinante? -pregunta en un susurro. 

Sus ojos me miran con interés. 

-¿Porque vengo del futuro? -propongo con nerviosismo. 

-Sí, supongo que en general eso es lo que te hace fascinante, ¿no? Pero... no creo que todas las mujeres de tu época sean como tú -susurra con la voz ronca. Las manos de Harold se apoyan con suavidad sobre mis delgados hombros-. ¿Por qué aquí, Sophia? ¿Por qué justo en ese bosque? ¿Por qué justo ese día? ¿Por qué justo en este año? 

Niego con la cabeza sin encontrar una respuesta a cualquiera de esas preguntas. Por todo lo que sé, yo bien podría estar en coma y esto ser solo una especie de sueño. 

-No lo sé -susurro con derrota-. ¿A caso importa? Nada de esto tiene sentido... y tú crees todo lo que te digo ciegamente. 

Harold retira las manos de mis hombros y suspira con cansancio. 

-Ni yo mismo sé por qué te he creído. Todo lo que me cuentas es una locura pero... no puedo evitar creerte. 

-Gracias. 

Nos quedamos unos segundos, mirando a todos los lados de la cabaña y evitando nuestras miradas. 

-Será mejor que nos acostemos -propone, señalando la cama. 

Hago lo que dice. Ni siquiera me paro a pensar en decirle que se vaya  a dormir a otro lado. Porque... ¿dónde dormiría? ¿En la mesa? ¿En el suelo? No hay sofá. No puedo pedirle que se coja una manta y duerma en el sofá. 

De todas formas, tal vez me venga bien acostumbrarme a dormir así. Cuando tenga que viajar en un barco lleno de hombres como escudera... no podré mandarlos a dormir a ningún lado. Va a ser toda una aventura. Porque voy a viajar, aunque tenga que disfrazarme de hombre y meterme un trozo de tela en los pantalones para marcar lo que no tengo. 

Me acuesto en el lado pegado a la pared. Estoy tan pegada que si me empujo un poco más contra ella voy a acabar atravesándola o mimetizándome con ella. Y tan rígida que parezco de metal. 

La cama se hunde más cuando Harold se acuesta en el otro lado. 

-Como mañana me levante y vea que has invadido mi lado de la cama, te rajo el cuello -gruño antes de taparme hasta la cabeza y mirar a la pared para dormirme. 

-Cuidado, mujer, no hace falta ser tan agresiva inglesa -se ríe a mi lado mientras cambia de postura. 

¡Odio los colchones que no son colchones de verdad! 

Siento haber tardado tanto pero ya estoy con la clases de la Universidad y... ya se sabe cómo son estas cosas. 




LA HIJA DEL TIEMPO (ERA DE VIKINGOS) TERMINADA y CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora